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La importancia del coleccionismo o por qué hoy debemos visitar 'Impresionistas y modernos. Obras maestras de la Phillips Collection'

La importancia del coleccionismo o por qué hoy debemos visitar 'Impresionistas y modernos. Obras maestras de la Phillips Collection'

Duncan Phillips comenzó a atesorar obras de arte siendo universitario, pero ya cumplía el abecé del auténtico coleccionista.


En los años sesenta, Nueva York destronó a París como la capital del arte contemporáneo en el mundo.


En España hubo que esperar a los ochenta para encontrar interés en determinados sectores sociales en el arte.


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En la imagen: portada del catálogo de la exposición.


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Pese al éxodo veraniego, los visitantes desfilan a buen ritmo y en cantidad por la nueva exposición de CaixaForum Madrid, "Impresionistas y modernos", programada hasta el próximo 23 de octubre.


Los motivos de este interés seguramente haya que buscarlos en el periodo histórico que aborda la muestra (recordemos que Guillermo Solana, Director Artístico del Thyssen, dice que tendemos a inclinarnos por las exposiciones de los artistas más populares), pero también en lo espléndido de su contenido: es un recorrido por obras de los últimos 200 años de la historia de la pintura, del Romanticismo a la llegada de la Modernidad y las vanguardias. Degas y sus bailarinas, Kandinsky y sus colores, Picasso en su etapa azul, el Modigliani más introspectivo o un sorprendente autorretrato el maestro de maestros, Cézanne. Piezas, todas ellas, pertenecientes a la Phillips Collection (http://www.phillipscollection.org/), pinacoteca hoy ubicada en un íntimo caserón de estilo neogriego del barrio de Dupont Circle, en Washington, que fue hogar de quien la fundó y la nutrió de contenido de la primera década del siglo XX a sus años sesenta: Duncan Phillips.


Una labor infravalorada


Se trata de un valioso tesoro de 4.000 obras que constituyen un diálogo entre el Impresionismo Francés y el Modernismo Americano, que Duncan Phillips adquirió no solo para deleite propio, sino obrando también una función social, la del coleccionismo. “El coleccionismo termina el ciclo de la creación artística y le da sentido”, explica José María de Francisco, director de las ferias Estampa y Colecciona. “Por parte de las instituciones, para ejercer de tutela, árbitro y de modelo social. Pero es muy importante el hábito del coleccionismo privado pues hace responsable al ciudadano de la elección y construcción de su criterio, que no delega irresponsablemente en sus administradores culturales”, continúa este director que define la misión de las ferias que lidera como “extender el coleccionismo de arte contemporáneo social y culturalmente, a través de la participación de los coleccionistas en el mercado y en los mecanismos de formación de nuevos valores artísticos”.


Esto, en un país, España, donde el coleccionismo de arte escasea, y para colmo, solemos quedarnos con sus clichés: o bien simplificamos su actividad como aquella por la que se adquieren excentricidades a precios desorbitados -recordemos la que se montó cuando se pagaron 20.000 euros por una obra de Wilfredo Prieto consistente en medio vaso de agua-, o la percibimos solo como un refugio para la inversión y especulación de peces gordos del IBEX 35, a los que, a menudo, el arte se la trae al pairo. Eso, por no hablar de cuando generalizamos excepciones como el caso Malaya, el Bárcenas o la Operación Emperador, considerando el arte del coleccionismo una lavadora de dinero.


El caso Duncan


Pero lo cierto es que en la fauna del coleccionismo hay gran variedad de especies: inversionistas, galeristas, ansiosos por mostrar sus tesoros, celosos de ellos, carteras abultadas, carteras más modestas… Volvamos con Duncan Phillips. Comenzó a atesorar obras de arte siendo universitario, pero ya cumplía el abecé del auténtico coleccionista que dejó escrito el Conde Giuseppe Panza: tenía un gran conocimiento de la Historia del Arte -fue crítico desde muy joven-, criterio personal -adquiría con el foco puesto en la pintura moderna-, y recursos económicos -procedía de una familia de Pittsburgh de banqueros y empresarios del acero que, por cierto, ya solía llenar la casa de cuadros-.


Pero el resorte que lo llevó a decidirse a abrir un museo al público y apostar, a base de compras y una suerte de becas, por artistas iconoclastas como Pierre Bonnard, fue una deuda de sangre, un homenaje familiar que emprendió con su madre y continuó con Marjorie, su mujer y artista, hacia su padre y su hermano mayor, James, a quien siempre estuvo muy unido.


Ambos estudiaron juntos en Yale y, tras algunos años de trabajos en revistas y en la tesorería del Partido Republicano, la familia decidió ponerlos a sueldo para que dotaran a la estirpe de una buena colección de arte. Pero la labor se vio interrumpida primero por la Primera Guerra Mundial, en la que ninguno de los dos hermanos fue admitido para combatir -un duro golpe a su férreo patriotismo-, y, sobre todo, por la muerte del padre de ambos y la del propio James, recién casado y afectado de la llamada gripe española.


La era del coleccionismo estadounidense


En honor a ambos, Duncan abrió la Galería Memorial Phillips, desde la que vio crecer no solo su propio patrimonio pictórico sino también una gran era para el coleccionismo del arte contemporáneo en Estados Unidos. Este recibió un primer espaldarazo en 1913, con la exposición Armony Show de Nueva York, para alcanzar un momento álgido tras la Gran Depresión, con la inauguración del MOMA y la llegada al país, por motivos políticos, de múltiples artistas europeos que contactaban con expertos como Duncan o Peggy Guggenheim, sobre cuya vida acaba de publicar una biografía la editorial Turner, y sobre todo en los años sesenta, momento en el que el país destronó a París como la capital del arte en el mundo, gracias a la aparición del Pop Art y la labor de compra de arte de los magnates de la industria americana.


En Europa, entretanto, Ludwig, Thyssen o el Conde Panza ponían en el mapa las primeras colecciones del viejo continente. Pero España era una excepción. “En nuestro país carecemos de una tradición coleccionista en las clases profesionales y empresarial por su secular desvinculación con la cultura”, lamenta De Francisco. “Estos vínculos, que dan como consecuencia una clase ilustrada que compra arte, no se ponen en marcha de forma más generalizada hasta final del siglo XX”.


España, a la cola


Y eso que en la década de los 40 abrieron algunas galerías en Madrid, Barcelona y Bilbao. Pero, desde el ámbito público, la dictadura de Franco no le prestaba atención a la cultura, y hubo que esperar a los años ochenta para encontrar interés en determinados sectores sociales de rodearse de arte, sobre todo contemporáneo. “Hemos recorrido este camino de forma rápida en los últimos 30 años pero nos queda mucho por avanzar”, reconoce De Francisco. Para colmo, la crisis económica desatada en 2008 desplomó de nuevo su actividad. La Fundación Arte y Mecenazgo ha aportado, como datos sobre las colecciones de nuestro país, que el número de las que sobrepasan o igualan la cifra de 1.000 obras es escaso, 18 sobre los 200 casos que componen la muestra elaborada por el centro, y el número de colecciones cuyas piezas se cifran entre 500 y 1.000 es 9 de 200. Todas las demás, suman menos de 500 piezas.


En los últimos años sobresale también una creciente tendencia al coleccionismo más económico, construido a partir de obras de menor tamaño, litografías, lienzos y hasta ilustraciones, adquiridos en espacios híbridos como Swinton&Grant o Atelier des Jeunes. Entre los coleccionistas más importantes de nuestro país, la revista Art News ha destacado a Juan Abelló, Plácido Arango y Alicia Koplowitz, así como la Fundación Juan March, la Coca Cola o el Museo Unión Fenosa.


“La riqueza en España ha estado muy centrada en otros sectores, como el minorista, la industria y el sector inmobiliario”, ha indicado en sus publicaciones la Fundación Arte y Mecenazgo, así como que "en un contexto con factores como el IVA”, que en 2014 el gobierno redujo del 21% al 10% para la compra y venta de arte, “y unos ingresos discrecionales en disminución, sin la existencia de programas activos destinados a fomentar la propiedad de obras de arte”, entre los que se suele echar de menos una Ley de Mecenazgo, “el mercado del arte podría estar en peligro de permanecer estancado”.


Nunca sabremos qué hubiera ocurrido si Duncan Phillips no hubiera tenido esa pulsión que lo llevó a apoyar y financiar el trabajo de tantos grandes de la Pintura Moderna. Nunca sabremos lo que perderemos si los artistas españoles de hoy no reciben el apoyo que merecen.



Fuente : Paloma Fidalgo (bez.es): La importancia del coleccionismo o por qué hoy debemos visitar 'Impresionistas y modernos. Obras maestras de la Phillips Collection'...
Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: : Paloma Fidalgo (bez.es) | Fecha: 09/08/2016 | Ver todas las noticias



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