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Chagall en Fundación Caja Madrid y en el Museo Thyssen

Chagall en Fundación Caja Madrid y en el Museo ThyssenUna impresionante exposición sobre Marc Chagall.

La primera retrospectiva que se organiza en España del artista ruso Marc Chagall se presentará el próximo mes de febrero en el Museo Thyssen-Bornemisza y en la Fundación Caja Madrid.


Más de 150 obras procedentes de colecciones e instituciones públicas y privadas de todo mundo, reunidas en ambas sedes, para repasar toda la trayectoria de uno de los artistas más destacados del siglo XX; un creador singular, con un estilo personal e inconfundible, que ocupa un papel clave en la historia del arte.


El MoMA y el Guggenheim de Nueva York, la Kunsthaus de Zürich, el Kunstmuseum de Berna, el Stedelijk Museum de Amsterdam, el Tel Aviv Museum of Art, la Tate Modern de Londres,… y así hasta un total de veinte museos de todo el mundo, junto a un gran número de colecciones particulares, que han cedido para la ocasión piezas fundamentales de sus fondos. Mención especial merecen el Centre Pompidou de París, desde donde han viajado nueve obras, y la propia familia del artista, que ha contribuido al proyecto con un generosísimo préstamo.


El resultado, una larga y completa selección de obras maestras realizada por el comisario de la muestra Jean-Louis Prat, presidente del Comité Chagall, que hacen de esta exposición un acontecimiento artístico de primer orden, difícilmente repetible, y una ocasión única para acercarse a la extensa y particular obra de este artista imprescindible.



“El poeta con alas de pintor”.

Marc Chagall desarrolló un estilo pictórico expresivo y colorista, muy vinculado a sus experiencias vitales y a las tradiciones religiosas y populares de la comunidad judía rusa. En él combinó ciertos elementos de la vanguardia cubista, del fauvismo y del orfismo de Robert Delaunay, para crear un estilo personal y difícil de clasificar.


Nacido en la ciudad bielorusa de Vitebsk, Chagall tuvo una larga vida casi centenaria, marcada por todos los grandes acontecimientos históricos de la primera mitad del siglo XX.


Trabajador incansable y siempre abierto a nuevas experiencias y conocimientos, su producción artística es rica y abundante; estuvo siempre abierto a explorar nuevas técnicas -óleo, grabado, escultura, cerámica, vidriera..- y acometer nuevos proyectos.


Un capítulo importante de la exposición está dedicado, por ejemplo, a su importante faceta como ilustrador de libros. A lo largo de toda su vida, Chagall estuvo acompañado por poetas y escritores, que fueron sus amigos y con los que mantuvo una relación de mutuo reconocimiento.


Breton, Malraux, Cendrars, Apollinaire,…muchos veían en él a un “pintor literario”; y Chagall amaba la literatura, sobre todo el mensaje de libertad que contienen las palabras a las que él supo enriquecer con sus composiciones llenas de fantasía y de color.


Chagall fue, efectivamente, un maestro del color; sus tonos vibran con distintas intensidades, logrando realzar el contenido de los cuadros: sus azules, verdes, rojos o amarillos dan vida a los personajes, reales o fantásticos, que pueblan su particular universo.


Un mundo en el que todo es posible y que no deja de sorprendernos, basado en historias vividas o imaginadas: un violinista, un rabino, una pareja de enamorados, un saltimbanqui, un paisaje y toda una amplia gama de animales fabulosos, pueblan sus complejas composiciones. En su obra los colores se mezclan de forma impensable, al igual que lo hacen sus extraños personajes.


Esta peculiar combinación hace de él un precursor del surrealismo, tal como manifestó el teórico de este movimiento, André Breton: «Con él la metáfora hizo su entrada triunfante en la pintura moderna».


Rusia (Vitebsk, 1887) – Francia (Saint-Paul de Vence, 1985).

Procedente de la lejana y provinciana ciudad de Vitebsk, con un importante núcleo de población judía, en el verano de 1911 el joven Chagall viaja por primera vez a París e intenta abrirse camino en la que entonces era la gran capital del arte. Hizo amistad con los pintores Léger, Modigliani o Soutine, y con los poetas André Salmon, Max Jacob y Guillaume Apollinaire, entre otros. En los años siguientes a su llegada a París expuso en el Salon d’Automne y en el Salon des Indépendants.


A través de Guillaume Apollinaire conoció al marchante berlinés Herwarth Walden, que seleccionó tres obras suyas para el primer Herbstsalon de 1913 en Berlín y en cuya galería, Der Sturm, presentó su primera exposición individual en 1914.


El público alemán, habituado al expresionismo, recibió su obra con entusiasmo; fue el arranque de su fama mundial, pasando de ser un joven artista con talento a obtener prestigio internacional.


Desde Berlín viajó a Vitebsk, su ciudad natal, donde le sorprendió la guerra. En 1915 contrajo matrimonio con su novia, Bella Rosenfeld, y, tras la Revolución rusa, ejerció durante dos años como director de la Escuela de Arte de Vitebsk. Debido a sus diferencias con Kazimir Malévich tuvo que abandonar la academia y en 1920 comenzó a trabajar en el Teatro Estatal Judío de Moscú realizando decorados y vestuarios.


En 1922 abandona Rusia para siempre y, tras pasar una corta temporada en Berlín, en 1923 se instala de nuevo en Francia. Allí vivió el resto de su vida a excepción de un periodo, entre 1941 a 1948, que residió en Estados Unidos para evitar ser deportado y durante el que, en 1946, el Museum of Modern Art de Nueva York celebró una exposición retrospectiva de su obra que consolidó su reputación internacional.


La Virgen de la aldea fue el primer Chagall que adquirió el barón Thyssen-Bornemisza en 1965; más tarde, sumaría a su colección otras tres obras excepcionales que actualmente forman parte de la colección permanente del Museo: El gallo, La casa gris y Desnudo. En una de las biografías de la familia Thyssen el Barón recuerda: “Una vez le pregunté a Chagall por qué siempre pintaba vacas tocando el violín en los cielos de sus pinturas. Chagall simplemente me respondió que había crecido en el campo y por lo tanto, siempre había estado rodeado de vacas. ‘Por eso siempre que puedo pinto vacas en el cielo’”.


El recorrido de la exposición sigue un orden cronológico:

La primera parte en el Museo Thyssen-Bornemisza, “El camino de la poesía”, transcurre desde los inicios de su obra en Rusia y su primeros años en París hasta su exilio forzoso en Estados Unidos, incluyendo su experiencia en la Rusia revolucionaria y su regreso a Francia en 1920.


En “El gran juego del color”, en las salas de la Fundación Caja Madrid, la atención se enfoca en su evolución artística posterior a 1950, con los grandes asuntos que centraron el interés del artista en las últimas décadas, como la Biblia o el Circo, su relación con los poetas contemporáneos y su producción escultórica y cerámica.


El camino de la poesía.

Entre 1911 y 1914 Marc Chagall residió por primera vez en París. El pintor llegó a la capital francesa junto a Leon Bakst, su profesor en San Petersburgo, y, según su propio relato, inmediatamente se sintió seducido por el arte francés:


«Bakst le dio un giro a mi vida. Nunca olvidaré a este hombre. En 1911 me invitó a ir con él a París como su asistente, pero allí nos separamos y yo caí en el ambiente de los artistas europeos contemporáneos. En el Louvre, delante de la Olimpia de Manet, de Courbet y de Delacroix, entendí lo que son el arte ruso y Occidente. Me sentí cautivado por el sentido de la medida y el gusto de la pintura francesa».


A pesar de la fascinación que siente por el ambiente artístico y la forma de vida parisiense, Chagall sigue siendo fiel al mundo de su Rusia natal, que añora y que rememora constantemente en su pintura.


Por otro lado, su fuerte compromiso con la libertad le lleva a no adherirse a ninguno de los movimientos artísticos de vanguardia (cubismo, fauvismo,…), aunque sí muestra en esos años su influencia, dando como resultado un arte que causa admiración y extrañeza entre sus contemporáneos.


La primera intención de Chagall al decidir dedicarse a la pintura había sido liberarse de la tradición del judaísmo hasídico, que consideraba sacrílega la representación de imágenes del hombre; quizás por ello, Chagall se mantuvo siempre dentro de la figuración y jamás se adentró en la abstracción como la mayoría de sus compatriotas. La habitación amarilla, El violinista, Dedicado a mi prometida, La boda, son algunos de los magníficos ejemplos de su trabajo en París que pueden contemplarse en el arranque de la exposición.


Son obras de gran formato y composiciones complejas en las que aparece ya ese universo completamente nuevo y único creado por Chagall; un mundo poético, fantástico o soñado, en el que todo es posible, y en el que mezcla los recuerdos de su juventud y su innato sentido del color con la geometría y descomposición de las formas del cubismo o con el colorido vibrante de los pintores fauves.


En el verano de 1914 regresa a Vitebsk para ver a su novia, Bella. Aunque su intención era volver a París tras una corta estancia, el estallido de la Primera Guerra Mundial, primero, y de la Revolución bolchevique, después, le hicieron permanecer en su país hasta 1922.


El fuerte contraste entre la efervescencia vanguardista parisiense y la vida tranquila de la provinciana Vitebsk, «triste y alegre», como la describe Chagall en su autobiografía, provocó una transformación en su pintura. Durante los seis años de estancia en esa pequeña ciudad judía antes de su traslado a Moscú, pintó una serie de cuadros -que él denominaba «documentos»- sobre sus gentes y sus paisajes: Bella sobre el puente, El tratante de ganado, La novia de las dos caras, El violinista…


Entre estas obras se encuentra un conjunto de vistas de la ciudad en las que Chagall, con su peculiar lirismo, combina sentimientos contrapuestos, a veces idílicos, otras nostálgicos o apocalípticos, que respondían a la felicidad tras su reciente matrimonio o a las tensiones emocionales que le produjo la Revolución bolchevique, en la que el pintor tuvo un papel muy activo en los primeros años.


Chagall nos muestra las iglesias y los hogares modestos de sus paisanos y convierte a Vitebsk en la ciudad idílica que sobrevolaba su amada esposa Bella o diversos personajes -Sobrevolando Vitebsk, Hombregallo sobrevolando Vitebsk,….- o en la población triste y apocalíptica que vemos, por ejemplo, en La casa gris del Museo Thyssen.


En 1927 Chagall firma un contrato con el marchante Georges Bernheim que marcaría el inicio del imparable éxito del pintor. Cinco años antes, había decidido volver a Occidente; primero se trasladó por un tiempo a Berlín hasta que, en septiembre de 1923, su amigo el poeta Blaise Cendrars le convenció para volver a la capital francesa y aceptar el encargo de Ambroise Vollard de ilustrar con una serie de grabados su edición de Las almas muertas de Gógol y de las Fábulas de La Fontaine.


Para ilustrar el texto del escritor ruso realiza 107 grabados entre 1924 y 1927, en los que muestra un dominio absoluto de las técnicas de punta seca y aguafuerte; con su profundo conocimiento del pueblo ruso y su enorme fantasía, Chagall inventa personajes que representa con total libertad y con una mordaz ironía casi caricaturesca. En 1927 empieza a trabajar en las Fábulas de La Fontaine, para las que crea un conjunto de ilustraciones que se adecúan de forma impecable a la fantasía e ironía del escritor francés, cuyos poemas estaban poblados tanto de héroes de la mitología clásica y popular como de todo un repertorio de animales que se comportaban como seres humanos.


A lo largo de esos años realiza también una serie de gouaches y obras independientes, claramente inspirados en esos mismos temas, de los que se reúne en la exposición una completa selección de más de cuarenta obras (La gata transformada en mujer, El zorro y las uvas, Las dos palomas, El gallo,…) junto a una edición de los dos libros y una selección de las propias ilustraciones enmarcadas.


Años más tarde recibe un nuevo encargo de Vollard: la ilustración de la Biblia, proyecto que vuelve a conectarle con su infancia y con la tradición judía hasídica de su pueblo natal. Mar Chagall maneja las distintas técnicas de grabado con gran virtuosismo, juega con el blanco y negro, el trazo grueso y el fino, logrando un conjunto de obras de una fuerza excepcional. De valor artístico unánimemente reconocido, estos libros marcan una etapa importante en la obra y las reflexiones de Chagall en la primera mitad del siglo XX. Él mismo comentará sobre esta parte de su producción:


«Creo que algo me habría faltado si, aparte del color, no me hubiera ocupado también, en unos momentos de mi vida, del grabado y la litografía… Cuando cogía una piedra litográfica o una plancha de cobre, era como si tocara un talismán. Me parecía que en ellas podía colocar todas mis tristezas, todas las alegrías… Todo aquello por lo que había pasado a lo largo de mi vida: los nacimientos, las muertes, los matrimonios, las flores, los animales, los pájaros, los pobres obreros; los padres, los enamorados en la noche, los Profetas Bíblicos, en la calle, en casa, en el Templo y en el Cielo. Y, con la edad, la tragedia de la vida, en nosotros mismos y en torno a nosotros».


El gran juego del color.

En 1944 Bella murió inesperadamente y Chagall deja de pintar durante unos meses. Un año después, su asistente Virginia McNeil se convierte en su nueva compañera. Con ella volverá definitivamente a Francia y, en la primavera de 1950, se instalan en la localidad de Vence, en la Provenza. Una nueva luz, la del sur de Francia, vuelve a fascinar a Chagall y encuentra ahí una nueva tierra de acogida; una tierra de colores celestes que impregnan sus obras de las últimas décadas y en las que no abandona sus temas clásicos, la religión, la familia, los sueños, la fábula o el circo: El circo azul, La danza, Los tejados rojos, Mundo rojo y negro, La guerra, Los amantes en el poste…. son algunos de los títulos que pueden verse en la gran sala central de la Fundación Caja Madrid.


En esos años se embarca también en una nueva aventura artística: la cerámica. La invención de formas y la aplicación del color sobre el barro o el barniz le permiten enlazar con un arte de tradición popular por el que rápidamente se siente entusiasmado. Esta experiencia le conducirá pronto a adentrarse también en el mundo de la escultura y empieza a trabajar el mármol, la piedra o el bronce; materiales imperecederos con los que recupera los gestos y los recuerdos de un arte primitivo, de nuevo una vuelta a sus orígenes, a la religión, a la fantasía:


“En la cerámica, en la escultura, ¿qué puedo aportar? Tal vez el recuerdo de mi padre, de mi madre, de mi infancia, de los míos. Ante la materia ¡hay que ser humildes, hay que someterse a ella! La materia es natural, y todo lo que es natural es religioso”.


La exposición reúne una selección de piezas escultóricas, cerámicas y relieves, algunas de ellas inéditas, que centraron la actividad del artista a partir de 1950. En esos años Chagal recupera también algunos proyectos abandonados con motivo de la guerra, como las ilustraciones de libros, y se embarca en otros nuevos. Una retrospectiva en Jerusalén en 1951 le llevará a Israel que, a partir de entonces, visita con asiduidad. En 1952 se separa de Virginia y poco después se casa con Valentina Brodsky (Vava); su viaje de luna de miel a Grecia le inspira un nuevo proyecto de ilustración: Dafnis y Chloe, para cuyo montaje en la Ópera de París hizo también vestuarios y decorados. En 1958 se inicia en la creación de vitrales y realiza diseños para la catedral de Metz, la sinagoga de la Clínica Universitaria de Hadassah, en Jerusalén, o el Art Institute de Chicago, entre otras. En 1963 el ministro de cultura francés, André Malraux, le encarga los frescos del techo de la Ópera de París, doscientos metros cuadrados en los que Chagall realiza un homenaje a los grandes compositores -Mozart, Ravel, Stravinsky o Debussy- y cuyo boceto puede verse en una de las salas de la exposición.


El recorrido termina con un espacio dedicado a uno de sus grandes temas: el circo. Un mundo mágico por el que muestra gran interés a lo largo de toda su vida y que de nuevo le conecta con su infancia en Vitebsk, donde era frecuente la llegada de grupos ambulantes de saltimbanquis que, con su aire de libertad y fiesta, fascinaba a los niños que como él esperaban impacientes su visita. Ya en la década de 1920 Vollard, que tenía un palco en el Circo de Invierno parisiense al que a menudo invitaba a Chagall, le hizo el encargo de ilustrar un libro sobre el tema, pero será en los años 1960 cuando concentra más su atención sobre él, quedando plasmado en un conjunto de gouaches y en un libro editado en 1967.


En 1969 se organiza la más importante retrospectiva de su obra en el Grand Palais de París. En 1973 la ministra rusa de cultura le invita a visitar su país natal a donde no volvía desde 1922; ese mismo año, se inaugura en Niza el Museo Nacional del Mensaje Bíblico Marc Chagall. Con 97 años inaugura la gran retrospectiva que en 1984 organizó la Fundación Maeght. Pocos meses después fallece en su casa de Saint-Paul de Vence, dejando en marcha numerosos proyectos inacabados.


Más información:


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Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: María Jesús Burgueño-Revista de Arte Logopress | Fecha: 19/01/2012 | Ver todas las noticias



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