Un documental rescata la figura cubista de María Blanchard
2012 no es el año de María Blanchard, pero casi. Después de tanto tiempo en segundo plano, pues su participación en la vanguardia parisiense de comienzos del siglo XX ha sido siempre reconocida a la sombra de Juan Gris, Lipchitz o Diego Rivera, por primera vez un documental rescata la figura de la pintora santanderina para situarla entre los grandes nombres de aquel momento de revolución de las artes. "Rue du Depart 26. Érase una vez París", de Gloria Crespo, reivindica la trayectoria y méritos de Blanchard dentro del movimiento cubista justo el año en que la Fundación Botín y el Museo Reina Sofía han programado dos grandes exposiciones, que abarcan todas las etapas creativas de la artista, y cuando se celebra el 80 aniversario de su muerte.
"María Blanchard es una figura de primera línea. Estuvo en el centro de todo aquel suceso artístico y con personalidad propia, aunque fue injustamente tratada por la vida y por la historia", asegura Crespo. El documental trata de hacer justicia y redescubrir a una artista cuya tara física –era jorobada– condicionó tanto su vida como la valoración que se ha hecho de su trayectoria, por lo que el verdadero valor de su obra y de sus aportes muchas veces han quedado relegados.
Crespo, que es editora gráfica de El PAÍS, estudió Bellas Artes y recuerda que sobre María Blanchard siempre se pasaba de puntillas "o ni siquiera se mencionaba". De entonces viene su idea de profundizar en la vida de una mujer que sufrió lo indecible por su defecto físico, pero que aun así tuvo el coraje de marcharse a París y allí llego a formar parte de la vanguardia en un momento clave de la historia del arte.
"Fue una mujer avanzada a su tiempo, que logró imponerse en un mundo de hombres y fue moderna simplemente siendo fiel a si misma, sin impostura ninguna", afirma la directora, que dedicó seis años a la investigación y siguió el rastro de la artista por París, Cantabria, México y Madrid. Encontró materiales y fotos inéditas y pudo documentar, por ejemplo, que Blanchard mostró una de sus obras en el salón D’Antin, en 1916, cuando Picasso presentó por primera vez "Las señoritas de Aviñón" en una exposición en la que participaron Matisse y Modigliani, entre otros, cuando se trató de reavivar el mercado del arte en una época de depresión por la guerra. "Desde entonces, Blanchard estaba allí, por derecho propio, junto con los grandes".
Crespo incluye imágenes de una entrevista con Cocteau en la que el escritor cuenta que aquellos hombres y mujeres eran genios "ajenos a todo", que revolucionaron el arte por compromiso con el arte mismo, "sin mirar a nadie más". "El mismo espíritu de Blanchard", dice, que con su peculiar tratamiento del color "humanizó" el cubismo. De igual modo llevó a su figuración posterior la influencia cubista, creando un lenguaje propio que la convierten en la gran artista que ahora es rescatada.
Entre los entrevistados en el documental hay historiadores y críticos de arte como María José Salazar -comisaria de las exposiciones que se realizan este año- , Carmen Bernárdez-Sanchís o Juan Manuel Bonet; familiares de la artista y descendientes de sus amigos íntimos, como la hija de Diego Rivera, Guadalupe, que cuenta como Blanchard sufrió al enamorarse de su padre y no ser correspondida. "Paradójicamente, su deformidad hizo que fuese aceptada en este mundo de hombres y que la vieran como una artista verdadera".
En "Rue du Depart 26. Érase una vez París" también aparece la belleza como refugio que encontró Blanchard para exorcizar sus demonios interiores, se evoca su amistad profunda con Juan Gris y el látigo de la depresión al final de su vida, que la llevó a experiencias religiosas, hasta su fallecimiento en 1932. Claves íntimas que explican la obra y trayectoria vital de una mujer fascinante que hizo de Montparnasse su atalaya y su mundo, el mismo que alumbró a la vanguardia más fabulosa del arte moderno.