Arco persigue su eslogan perfecto
Los eslóganes se abrían paso anoche entre las escaleras de tijera, los palés de obra y los rollos de embalar en un Arco en pleno montaje que abre hoy sus puertas a coleccionistas y prensa. "La eterna vigilancia es el precio de la libertad". "No hay trabajo. No hay futuro. No hay miedo". "Sé papi". "La crisis es estética". "Dejémonos de juegos, pongámonos serios". Las exhortaciones y la abundancia de banderas (descoloridas, europeas y hasta hechas de trapos) sirvieron de llamativo reclamo en una feria que dejó la impresión (temprana, eso sí) de preseguir la sutileza con desiguales resultados.
Las propuestas más exitosas (como la alemana Mehdi Chouakri, las de la sobresaliente embajada holandesa o la refrescante selección europea de novatos propuesta por el comisario Manuel Segade en Opening) son, en un primer escrutinio apresurado, las que han preferido centrarse y no jugar al despiste consigo mismas, que la cosa no está para demasiadas alegrías. Las que han dejado en sus almacenes la tendencia al popurrí para decantarse por un único relato y lanzarse a contarlo.
Acaso a ello haya contribuido la sugerencia de la organización de escoger un artista y poner el foco sobre él. O la decidida apuesta del equipo de Carlos Urroz por destacar las individualidades. Solo es palabra de moda en los pabellones de Ifema: de Solo Objects (dos grandes espacios que funcionan como parques de esculturas) a Solo Projects (una galería, un proyecto, un artista). Claro que en el levantisco gremio de los marchantes abundan los espíritus libres, poco dados a seguir los consejos, como vinieron a demostrar galerías clásicas como Soledad Lorenzo (que asiste, según todos los indicios a su último Arco), Edward Tyler Nahem Gallery, Toni Tàpies o la Marlborough, que aportó a la feria el dato del día: la obra más cara es un "francis bacon" de 11 millones. Por si las dudas, todas ellas optaron por muchos y muy variados grandes éxitos.
En el lado opuesto del espectro se situaron las barricadas (dos distintas, nada menos) y las proclamas con encanto publicitario. Estas parecían indicar, más que urgencia política, la confirmación de una querencia de la creación contemporánea por la labor editorialista, por el comentario apresurado e ingenioso de la actualidad (ahora la crisis de la identidad europea, después, el papel de los medios). Por plantear en suma preguntas aparentemente punzantes que acaso nazcan heridas de irrelevancia, desactivadas por el propio sistema. Tal parecía el caso de la penúltima pirueta de Santiago Sierra en la italiana Prometeo Gallery, en la que la célebre pieza "NO" del artista se expone junto a una carta que envió él mismo en 2010 al Ministerio de Cultura rechazando el premio Nacional de Artes Plásticas. Enmarcado en dorado, el documento se vende por 30.000 euros.
Por esa cantidad casualmente se vendían las tres reproducciones de una escultura de Franco en el interior de un frigorífico (protagonista de la portada de ayer de EL PAÍS). Eran del artista Eugenio Merino, uno de los pocos que se dejó ver ayer por la feria y que atendía a la prensa con la naturalidad del político.
Otros creadores presentes en el montaje fueron los Carpinteros. El dúo contemplaba en Ivory Press a un enérgico Norman Foster ordenar un espacio al que aportaron una interesante pieza en la que unas congas se derriten literalmente, mientras comentaban con interés la propuesta de sus sucesores en el stand montado por este diario, seis grafiteros que se afanaron en pintar cada esquina de las paredes puestas a su disposición.
Y entretanto, una pregunta se cernía sobre artistas y galeristas: ¿se venderá en este Arco o los recortes generalizados se dejarán sentir también entre los pasillos de Ifema? De momento, el programa de coleccionistas se presenta (con los dedos cruzados) más potente que el de otros años, con 280 primeros espadas de la compra del arte invitados a participar en la feria. Forzando el símil marino, está por ver si este Arco es capaz de abrirse paso en la tormenta