Larga vida al rey del pop (art)
AMADO y odiado, polémico, mitómano... Así era Andy Warhol, el rey del arte pop, que 25 años después de su muerte sigue más vivo que nunca. El artista estadounidense se convirtió en una máquina de crear dinero, una máquina que ha seguido funcionando después de su muerte con mucha más fuerza.
El año pasado un autorretrato suyo elaborado en 1964 alcanzó los 38,4 millones de dólares en una puja de Christie's en Nueva York. En 2010, según The Economist, las obras vendidas del artista movieron 232 millones, lo que representa el 17% del volumen total del mercado del arte mundial. El hombre que quería que todo el mundo pudiera llegar a tener quince minutos de fama, parece que se ha apoderado de esos quince minutos de millones de personas para convertir la suya en eterna./p>
Leyendo su biografía se llega a la conclusión de que, más que un artista en sentido clásico, fue un lince de la publicidad. Decía que había hecho carrera haciendo "la cosa apropiada en el lugar inapropiado y la cosa inapropiada en el lugar apropiado", trabalenguas duro de roer para un chico nacido en una familia obrera en Pittsburgh, que se incrustó en la alta sociedad y supo pronto que una imagen vale más que mil palabras.
Andy Warhol, el albino asexuado, en realidad se llamaba Andrew Warhola, pero acabó eliminado la 'a' final de su apellido de origen eslovaco porque la consideraba superflua. A los 13 años padeció la enfermedad del baile de San Vito, que le forzaba a mover las cuatro extremidades de forma incontrolada. Apartado por sus compañeros de colegio debido a su rara pigmentación de la piel, postrado durante muchas temporadas en la cama y protegido en exceso por su madre, el pequeño Andy solo halló alivio leyendo cómics y viendo películas de Hollywood, lo que le alimentó una gran mitomanía que preservaría durante toda su vida.
Ya desde muy joven, se interesó por el arte, pero primero decidió probar suerte en la publicidad. Comenzó su carrera como dibujante publicitario para diversas revistas como Vogue, Harper´s Bazaar, Seventeen y The New Yorker. "Me gustaría ser rico y famoso", dijo una vez, pero no lo consiguió con los anuncios. E hizo lo mismo que había hecho con la publicidad: insertar en el arte objetos de vida cotidianos. Desde billetes de dólar a botellas de Coca-Cola y, sobre todo, latas de sopa Campbell.
Caída en los 90
Warhol realizó sus primeras obras serigrafiadas en 1963 en un estudio que denominó La Factoría, ubicado en la Calle 47 y la Séptima Avenida, empapelado por entero con papel de aluminio. Esta fábrica de sueños se convirtió en la meca de los artistas, famosos, celebrities y miembros de la vanguardia neoyorquina. La Factoría era visitada por una tribu de gentes de procedencia diversa: artistas de exóticas tendencias, aristócratas excéntricos, modelos, músicos inadaptados, muchos de ellos dedicados solo a orinar sobre unas planchas de cobre para conseguir con la oxidación de la orina unos matices insospechados en los grabados.
Una de estas fieles admiradoras fue Valerie Solanas, una recalcitrante feminista que un día entró en La Factoría dispuesta a que Warhol le devolviera un guion que ella había escrito y que Andy había perdido, por lo que acabó disparándole seis balas en el pecho. El masaje cardíaco a tórax abierto que se le practicó en una operación de urgencia de más de cinco horas le salvó milagrosamente la vida.
En esta época, Warhol compró una cámara de cine con la que rodó, junto a sus colaboradores, más de 500 películas. Warhol trasladó su obsesión por la imagen comercial y popular al medio cinematográfico y al televisivo, con la creación de escenas y situaciones aparentemente anodinas, como la escena del sueño de un individuo durante cinco horas. Entre las imágenes fotográficas que Warhol transformó en pinturas estaban las de Marilyn Monroe, Elvis o Elizabeth Taylor, sus artistas y celebrities favoritas, que había adorado desde su infancia.
Las impresiones de warhols en las fábricas de Nueva York se contaban también por docenas, aunque él nunca quiso dar importancia a cuántas copias había de sus originales. Todo ello provocó una caída de precios en los años 90. Y en ocasiones, los warhols ni siquiera se vendían, como en 1994, cuando en Sotheby's nadie adquirió diez de los doce que salieron a subasta. Por su Double Elvis de 1963 no se alcanzó ni la mitad de su valor estimado.
El artista no llegó a vivir para ver cómo sus obras alcanzaban en los mercados artísticos cifras millonarias. En febrero de 1987 ingresó en un hospital del Upper East Side de Nueva York para una simple operación de vesícula biliar que se desarrolló sin complicaciones. Sin embargo, el 22 de febrero, a primera hora de la mañana, sufrió un problema cardíaco y murió. Pese a las varias investigaciones, nunca se han sabido las circunstancias exactas de su muerte.
Para cuando falleció, Warhol se había convertido en una estrella y en una imagen de marca propia.