Sacar dinero de debajo de las piedras
Los crecientes costes en la conservación del patrimonio plantean la necesidad de recurrir a la financiación privada.
Mapamundis del siglo XV desgajados de un libro de la Biblioteca Nacional; el Códice Calixtino del siglo XII desaparecido del archivo de la catedral de Santiago de Compostela, mosaicos romanos del siglo V arrancados del suelo en un pueblo de Burgos... las noticias sobre robos de obras de arte o agresiones al valioso patrimonio cultural español vuelven una y otra vez al primer plano.
Pese a estas noticias, los expertos consideran que los bienes patrimoniales de España están en general en buen estado. “Vivimos la edad de oro de recuperación del patrimonio gracias a que hay más conciencia y a la labor de las administraciones”, afirma José María Pérez, Peridis, arquitecto y presidente de la Fundación Santa María la Real, un centro dedicado al estudio y conservación del románico con sede en Aguilar de Campoo (Palencia) y que está inmerso en cuatro planes de restauración de pequeñas iglesias en distintas zonas del país.
Para Peridis, “el patrimonio no puede ser una carga, es una riqueza. Otros países tienen petróleo, nosotros esta maravilla”. De igual opinión es Araceli Pereda, presidenta de Hispania Nostra, asociación pionera en la defensa de los bienes culturales. Pereda recuerda que España alberga 43 bienes declarados patrimonio mundial por la Unesco (paisajes y fiestas incluidos), el segundo país del mundo, solo por detrás de Italia. Esta asociación, nacida en 1976, mantiene actualizada una lista roja con los elementos que, por el contrario, “están en riesgo de desaparición, destrucción o alteración de sus valores”. Ahí están palacios, vías de comunicación, edificios singulares, castillos, iglesias, monasterios y hasta huertos históricos. Son más de 400. Entre las últimas incorporaciones a esa lista está el convento franciscano de Santa Marina la Seca, en la localidad salmantina de Sobradillo. Esta construcción de comienzos del XVI amenaza ruina total, si no lo es ya viendo las fotos en la web de Hispania Nostra. Hundido y abandonado está también el castillo de los Pizarro, en Conquista de la Sierra (Cáceres). Según Hispania Nostra, en Castilla y León hay 141 lugares en peligro —le sigue Castilla-La Mancha con 51—, algo lógico por la historia y extensión de esta comunidad.
“Gran parte del patrimonio, que sobre todo es religioso, se encuentra en zonas rurales casi despobladas”, destaca Peridis. El viñetista de EL PAÍS llama a este hecho “la segunda desamortización, porque quedan pocas monjas y frailes que cuiden y enseñen esos edificios y además es gente mayor. Esto va a plantear en poco tiempo dificultades serias”. La despoblación afecta sobre todo a zonas de Aragón, Castilla y León, La Mancha y Extremadura", añade Araceli Pereda, que fue redactora de la actual Ley de Patrimonio, de 1985. A esta situación la denomina Felipe Criado, director del Instituto de Ciencias del Patrimonio, del CSIC, “la descomposición de los antiguos sistema de vida”.
Sáiz reclama, por un lado, una mayor implicación de los titulares de las joyas artísticas: la Iglesia, los ayuntamientos y los particulares. Por otro, coincide en que hay que concernir a agentes privados “porque es insostenible poner en cada ermita, en cada yacimiento arqueológico, un guardia y una valla”. El director general de Patrimonio de la Junta castellano-leonesa apunta: “A cambio de que la iniciativa privada gestione unas ruinas, habrá que otorgarle concesiones para que se ocupen de organizar las visitas, de la seguridad, de que haya un guía… eso no significa que puedan poner junto a una ermita un hotel o un balneario, pero sí que celebren conciertos, por ejemplo, para sacar dinero”. En otras palabras: rentabilizar las piedras sin que pierdan su razón de ser.
En este panorama hay que contar con los recortes y la situación económica. “Las crisis, a veces, sientan bien al patrimonio porque evitan un desarrollismo destructivo, menos presión por el ladrillo”, argumenta Araceli Pereda. Además, no todo puede pasar por pedir dinero al Estado. Felipe Criado, del Instituto de Ciencias del Patrimonio, admite: “Lo primordial es abrirse a la iniciativa privada, el gran desafío es que surjan empresas que busquen oportunidades en el sector”.
En la Junta de Castilla y León están convencidos de que el futuro pasa porque vayan de la mano administraciones y fundaciones, como la de Santa María la Real, que empezó como una escuela taller y ahora es un centro de investigación que vende sus proyectos y tecnología a empresas y comunidades autónomas. Su director, Juan Carlos Prieto, pone como ejemplo su plan para restaurar 54 iglesias románicas en Palencia y Burgos. La fundación ha desarrollado un sistema que permite monitorizar los templos. “Los propios edificios avisan cuando hay problemas”, explica Prieto. Para ello se instalan, en primer lugar, detectores de temperatura: “El ambiental es el principal factor de riesgo porque afecta al edificio y a la conservación de los bienes. Antes, las iglesias se usaban más, ahora pueden estar meses sin ventilarse”. También colocan sensores que registran si se abre una grieta en un muro o si sube la temperatura en alguna zona, lo que puede ser indicio de fuego. Y el tercer sistema de vigilancia es por el hombre: “Para evitar robos hemos diseñado unos sensores específicos para determinadas piezas. Si saltan las alarmas, avisamos al propietario de inmediato”. Prieto agrega que este modelo no es caro: “con unos 20.000 euros se tiene una iglesia completamente controlada”, asegura.
El otro gran reto del patrimonio, además de rentar, es generar empleo. “Con tantos titulados en paro, podría desarrollarse un gran plan nacional de empleo” con capital de las administraciones, empresas y fondos europeos, propone Peridis. “Es ahí donde, con la recuperación de bienes culturales, se puede favorecer el turismo rural, la gastronomía y el propio paisaje”, según Peridis.
España está aún atrasada con respecto a países como Inglaterra o Francia. “Allí tienen en cada pueblo asociaciones de voluntarios que se ocupan de sus bienes culturales”, concluye Peridis. En definitiva, amar el patrimonio para acabar con actitudes como la de aquella señora que, un buen día, en Medina Azahara, el conjunto arqueológico cordobés, quiso llevarse una piedra para su casa. Recriminada por los vigilantes, les espetó: “¡Pero si hay muchas!”.