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La bella agonía de la Tierra

La bella agonía de la Tierra

De diosa a esclava, de fuerza todopoderosa a bestia herida, de madre fértil a anciana estéril... pero siempre una inspiración. La Naturaleza protagoniza la nueva exposición de la galería Ivorypress, ‘Subverted’, y muestra su nueva encarnación en el Arte: si hasta el siglo XVIII era una fuerza incontrolada e incontrolable, en el Romanticismo se convierte en una divinidad misteriosa y eterna, para devenir en la actualidad en un ‘cuerpo’ que luce las cicatrices provocadas por ‘la mano del hombre’.


“La muestra provoca una mezcla de repugnancia ante la visión de tamañas catástrofes naturales, pero a la vez una enorme atracción por la belleza de estas imágenes”, cuenta Antonio Sanz, director del centro de arte. En la exhibición se recogen decenas de fotografías “sin retocar”, apostilla, “que reflexionan no sólo sobre la naturaleza, sino también sobre la ciudad y los paisajes humanos”, y también una escultura del brasileño Nuno Ramos, una de las primeras ocasiones de disfrutar de su trabajo en España.


“Ahora miramos la Naturaleza y nos parece un sistema acosado y frágil”, continúa Sanz; sólo hace falta pararse frente a alguna de las instantáneas de Carlo Valsecchi (1965, Brescia, Italia), cuyo objetivo se enamora de “paisajes naturales muy intervenidos e industriales, donde no se aprecia rastro del alma humana”. Edward Burtynsky (1955, Ontario, Canadá), el más conocido de la muestra, participa con algunas de sus fotografías menos conocidas sobre el proyecto de la Gran Presa China (“que ya ha desplazado a más personas en el país que cualquier guerra”, apunta el director de la galería) y, casi en primicia, dos imágenes de su serie sobre Los Monegros, en España. Las tomas aéreas de David Maisel (1961, Nueva York, EE.UU.) impresionan por su plasticidad y colorido; apenas parecen paisajes terrestres. “Las de la colección ‘The Lake Project’ captan las superficies sulfatadas de lo que antes era un lago que la ciudad de Los Ángeles ha drenado por completo”, cuenta Sanz.


Y en contraposición a toda esta visión “aérea, distanciada” de lo natural, dice Nuno Ramos (1960, São Paulo, Brasil), su “pesada” y rotunda escultura, que lleva el título de ‘Black and Blue’ y se compone de más de 10 toneladas de arena calcinada, procedente de las fundiciones: “He utilizado este material unas diez veces, y ya lo conozco bien. En mi caso, mi trabajo parte del conocimiento del material, de su descubrimiento... a partir de ahí, mi imaginación se abre”, explica Ramos, que también ha experimentado con el jabón o la roca en otros proyectos. Este enorme cubo (“aunque en otras ocasiones he hecho esculturas más grandes”, apunta) se sostiene sobre una estructura de madera en la que la arena se ha dispuesto prensada muy minuciosamente y “sin ningún aglutinante; utilizarlos nos haría la vida más fácil, pero le quitaría toda la belleza... Lo que más me gusta de la arena es que tiene posibilidades arquitectónicas pero a la vez es tan frágil...”.


Pese a que desecha cualquier tipo de intención descriptiva o prescriptiva en su obra, reconoce que este enorme monolito (y el componente que lo mantiene en pie) “desprende una sensación de túmulo, de muerte, de una manera muy antropológica”. Pero hasta ahí los significados, las interpretaciones o las ‘moralejas’; aclara que su intención en ningún caso es provocar algún tipo de conciencia ecológica, sino causar sensaciones profundas en el espectador: “Creo que el arte no debe reproducir los discursos del mundo, por muy buenos que éstos sean. No es un instrumento.”


Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: Laura Caso elmundo.es | Fecha: 05/03/2012 | Ver todas las noticias



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