La ruta del grafiti de Lisboa
La capital portuguesa es un referente del arte urbano en Europa gracias a la confianza que su Ayuntamiento ha depositado en jóvenes artistas
Lisboa, una ciudad que luchaba en los noventa contra el vandalismo "grafitero" con multas y estropajo, es hoy un exponente del arte urbano en Europa, gracias a la alianza de su Ayuntamiento con rebeldes y jóvenes artistas.
"Era una guerra que no podíamos ganar y pensamos en ponernos de su lado", explica Jorge Ramos, director de la Galería de Arte Urbano (GAU) de Lisboa, una de las primeras entidades públicas europeas en gestionar de manera integral el arte callejero.
El Ayuntamiento lisboeta pide a artistas urbanos que presenten sus proyectos a concurso para pintarlos en murales plantados en plena calle, sin miedo y con el material gratis.
Gracias a esa estrategia, en poco menos de tres años Lisboa ha creado su propia ruta del arte urbano -conocida como "Go Urbana"-, un museo al aire libre de obras que se puede recorrer gratis con guías y en un coche también "grafiteado".
Un buen ejemplo de esa paz sellada es la experiencia de José Carvalho, grafitero portugués que trabaja como uno de esos guías en colaboración con el ayuntamiento de la capital. En su bolso lleva siempre el bote de "spray" que empezó a dominar a los quince años, cuando dedicaba sus tardes a "decorar" las paredes de la capital portuguesa.
Continúa pintando y se alegra de que ya no tiene que huir cuando la policía le sorprende. "Tengo 30 años y ya he corrido mucho", bromea. Sus obras se muestran ahora en paneles de cinco metros de ancho iluminados por potentes focos en la calzada de Gloria, una de las cuestas más turísticas de la ciudad en la que desemboca el Tajo.
Pero aparte de mostrar las obras, la Galería de Arte Urbano pretende implicar a los más creativos lisboetas y crear lazos en barrios, donde los mismos vecinos votan y deciden los grafitis que se van a pintar en sus plazas principales.
Fomento de la creatividad
"Queremos incentivar la creatividad de los habitantes y conseguir que la ciudad sea más suya, que se sientan identificados con ella y que quieran cuidarla", explica Ramos, que pone como ejemplo una de las últimas iniciativas. "Propusimos a la gente que nos enviasen sus diseños para decorar los contenedores de reciclaje de vidrio y una señora de unos 60 años vino personalmente a la oficina a ofrecernos su dibujo", cuenta.
Las creaciones de artistas consagrados, aspirantes a serlo y ciudadanos de a pie han poblado la vieja Lisboa de un disperso catálogo de obras en fachadas, mobiliario urbano, señales de tráfico, camiones de basura y hasta aparcamientos. Grafiteros internacionales como el español Sam3, conocido por sus gigantescas siluetas humanas pintadas en ciudades como Sao Paulo, Murcia o Berlín, han revestido de espectaculares murales fachadas de cuatro pisos en la avenida Fontes Pereira de Melo, una de las principales arterias de la ciudad.
Uno de esos proyectos, la crítica ecológica del italiano Blu, representada con un colosal rey del petróleo que chupa un planeta Tierra, ha sido reconocido entre las mejores obras de arte urbano del mundo en el ránking de 2010 del periódico británico The Guardian.
Escuela internacional de grafiteros
Además, la propia Lisboa se ha ganado la fama de escuela internacional de grafiteros. "Recibimos cientos de solicitudes al año para pintar en nuestra ciudad de artistas de todo el mundo. Muchos de ellos son de España, Italia, Colombia y Brasil", explica Ramos, que cita obras de los brasileños Octávio y Gustavo Pandolfo ("Os Gémeos") o la colombiana "Bastardilla".
De las calles de la ciudad han salido también nombres que resuenan en el globalizado mundo del grafiti, como Alexandre Farto ("Vhils"), un portugués que cincela en paredes rostros enigmáticos mediante originales técnicas, como explosivos de baja intensidad que graban en piedra sus dibujos.