De paseo con Miró por la campiña inglesa
La personal iconografía que nutre el universo de Joan Miró, aunque plasmada en formas de bronce y no sobre el lienzo, acaba de instalarse en el verde entorno de la campiña de Yorkshire, tan diferente de sus paisajes familiares de Catalunya y la isla de Mallorca. “Una escultura debe erigirse en medio de la naturaleza y confundirse con su elementos, los árboles, las rocas, las raíces…”, dijo el artista sobre la faceta menos conocida de su producción que, a lo largo de todo el año, va a ser objeto de una retrospectiva en el Reino Unido. Singular, no sólo porque recorre casi cuatro décadas de la obra escultórica mironiana, sino especialmente por elegir como escenario uno de los mayores centros europeos de arte moderno y contemporáneo al aire libre.
El Parque de Esculturas de Yorkshire (Yorkshire Sculpture Park, YSP), ubicado a dos horas de tren de Londres, acaba de inaugurar este fin de semana una gran exposición consagrada a esa vertiente de Miró, a “casi la entera carrera como escultor de uno de los artistas europeos más eminentes del siglo XX”, según su responsable Clare Lilley. Una veintena del centenar total de piezas que conforman la muestra se levantan sobre la hierba del recinto, cuya extensión de 400 hectáreas aloja con carácter permanente obras de Barbara Hepworth, Anthony Caro o la mayor colección de esculturas de bronce al aire libre de Henry Moore.
Todos ellos británicos que tuvieron sus raíces en una tierra nebulosa, de lluvia y colores tamizados, frente a la luz mediterránea inherente a Miró. “Mi abuelo concibió esas esculturas para el exterior, un concepto abstracto que no es un país. El exterior es el universo”, subraya su nieto Emilio Fernández Miró en la inauguración de la exposición “Miró: Escultor”.
Esas obras monumentales desplegadas en los jardines -como "Personaje Gothique, Oiseau Eclair" (1976), insertado en el pico de una colina- pueden divisarse también desde las cristaleras de la galería subterránea del centro, donde cuatro salas proponen un recorrido por la evolución escultórica de Miró, desde 1946 hasta 1982. Pequeñas piezas de acabado pulido dan paso a otras de superficie más tosca, a bronces pintados en colores llamativos y a las esculturas que el autor elaboró a partir de objetos cotidianos que recogía y coleccionaba, desde muñecos, secciones de maniquíes o vasijas rústicas hasta latas desechadas.
El arte de crear a partir de objetos sin aparente valor (“sin trampas, ni grandilocuencia”) cuestionan las nociones aceptadas hasta entonces sobre la escultura, al tiempo que reflejan la riqueza de su imaginación y la indagación constante. Sobre la marcada impronta surrealista de Joan Miró (1893-1983), su nieto Emilio quiere matizar que “absorbió todas las corrientes y se impregnó de ellas, pero siempre rehuyó cualquier etiqueta”.
Porque hablamos de artista “ecléctico y difícil”, según su también nieto Joan Punyent Miró, que ha colaborado junto Emilio en la preparación de la muestra de Yorkshire, desde la entidad Successió Miró (creada en palma de Mallorca por la comunidad de sus herederos). La figura de su abuelo vuelve a estar en primera línea en el Reino Unido, menos de un año después de que la Tate Modern londinense le dedicara una amplísima retrospectiva pictórica que se convirtió en uno de los grandes eventos de la pasada temporada.
El Miró que ahora se exhibe en el campo inglés es mucho menos conocido e investigado, si bien el llegó a otorgarle a la escultura la misma relevancia que a la pintura. A lo largo de su singladura creó cuatro centenares de escultura y un número similar de piezas de cerámica. La mayoría fueron ejecutadas en la última etapa de su carrera, cuando se volcó “en las tres dimensiones para dar vida a sus obras”, en palabras de un Emilio entusiasmado con el entorno del parque que arropa las esculturas de su abuelo.
Juntos a sus magníficos fondos, las exposiciones temporales del centro de Yorkshire, que el año pasado desplegó con gran éxito la producción de otro catalán, Jaume Plensa, arrastran una media anual de 450.000 visitantes. El gancho de la cita olímpica superará previsiblemente esa cifra, en una edición consagrada a un autor universal que, según Emilio Fernánez Miró, “no era un escultor ni un pintor, sino un poeta y un artista”.