El Versalles de los Borbones en el sur de Italia agoniza entre el expolio y la mafia
El Palacio Real de los Borbones en Carditello, considerado su Versalles rural, se encuentra en un vergonzoso abandono y ruina total, reflejo de la decadencia que vive el sur de Italia. Considerada una joya neoclásica del siglo XVIII, construida a 4 kilómetros del pueblo de San Tammaro (4.000 habitantes), a mitad de camino entre Nápoles y Caserta, fue destinada por Carlos de Borbón (1716-1788) como residencia para la caza y cría de caballos, porque está rodeada de espléndidos bosques poblados de ciervos, faisanes y jabalíes. Después fue transformada por voluntad de Fernando IV en un espléndido palacio rural, en el corazón de una explotación agrícola de 2.070 hectáreas. Fue construida por el arquitecto Collecini, con frescos de artistas como Jacob Philip Hackert y Filippo Palizzi.
Ante el abandono en que se encuentra el palacio, incluso con un gran basurero con montañas de residuos en las proximidades, los saqueadores han hecho su agosto, llevándose todo lo que han encontrado a su paso. De los símbolos de mármol de los Borbones no ha quedado ni uno. Las pilas de agua bendita de la capilla, destrozadas. Han sido expolios y saqueos salvajes, con manos inexpertas: han arrancado trozos de los frescos de Hackert y Fischetti para después venderlos por unos centenares de euros en el mercado negro. Expoliaron los suelos de cerámica, los pilares de mármol de las balaustradas, peldaños de escaleras, así como chimeneas antiguas y escudos. Los ladrones se llevaron hasta la alarma que había instalado y la instalación eléctrica. Se supone que en casas de mafiosos y jefes de la camorra estarán ya las piezas de mayor valor de lo que los Borbones llamaban «Real Delicia».
Con la Unidad de Italia, el Palacio Real de Carditello pasó a los Saboya. En 1920 los edificios y el mobiliario pasaron a ser propiedad de la Obra Nacional de los Combatientes y las 2.070 hectáreas que rodeaban el palacio fueron parceladas y vendidas, con la exclusión de las 15 hectáreas más próximas al complejo. En 1943 fue ocupado por las tropas nazis, que establecieron su puesto de mando. El vandalismo de los soldados alemanes contribuyó a aumentar su decadencia. La última propiedad corresponde al patrimonio de un Consorcio, que con el paso del tiempo ha entrado en un mar de deudas con el Banco de Nápoles, en cuyas manos está el destino de estos bienes.
A la hora de venderla, se hizo una estimación de un valor aproximado a los 35 millones de euros. La región de Campania, en época de crisis, renunció a la compra. Finalmente, el juez decidió sacar el palacio a subasta por 15 millones de euros, pero no tuvo comprador y quedó desierta. El palacio está situado en un lugar donde la camorra tiene asentados hoy sus reales y cualquier reestructuración debe pagar el «pizzo», impuesto que los camorristas obtienen mediante amenazas y extorsión.
La próxima subasta será el 29 de marzo. Los políticos se mueven para evitar la catástrofe cultural que supondría la desaparición del palacio o su paso a manos privadas, en particular de la camorra. La asociación «Orange revolution» ha recogido firmas para que se forme un Consorcio que tutele ese bien público. Cinco mil personas se han adherido ya. Esta lucha la encabeza el alcalde de San Tammaro, Emiddio Cimmino, que llegó incluso a estar en huelga de hambre para sensibilizar a la opinión pública y a las instituciones. Ayer mismo, visitaba el palacio el ministro de Bienes Culturales, Lorenzo Ornaghi, y se reunía con el alcalde y otras autoridades de la región. Mañana, Cimmino estará en Roma para encontrarse con el presidente de la República, Giorgio Napolitano, que quiere encontrar una solución.