La falta de dinero colapsa la actividad de la industria audiovisual
En los tres primeros meses de 2012 el descenso en el número de rodajes de películas en España está siendo alarmante, comparado con las mismas fechas del año anterior. En el primer trimestre de 2011 se comunicaron en el ICAA (Instituto del Cine, el organismo de Cultura que rige el cine) -existe la obligación de anunciar el comienzo de los rodajes al menos quince días antes de la fecha elegida-, un total de 58 (20 en enero, 20 en febrero y 18 en marzo), frente a los 21 de este año (6 en enero, 11 en febrero y tan solo dos en marzo). Entre los que han tenido la suerte de poder rodar están los directores Mar Coll y su segundo largometraje El desconcert, Laura Mañá (Arena, visitadora de cárceles), Eduard Cortés (Atraco) o Joaquín Oristrell (Volare). Para abril está previsto el comienzo del rodaje de la nueva película de Gracia Querejeta, aunque de momento su comunicación no figura en la página oficial de la Secretaría de Estado de Cultura. El resto se ha quedado en el aire, a la espera de conocer la situación: ¿habrá Zipi y Zape? ¿Lograrán sacar adelante sus películas directores ganadores del Goya?
El desconcierto y la preocupación en el mundo del cine afectan a todos los sectores. La fiesta se ha acabado. Ya lo advirtió un directivo de Mediaset España, operador que explota Telecinco y Cuatro, para razonar la decisión de la cadena de televisión que preside Paolo Vasile de replantearse la producción de series y largometrajes. El anuncio de Telecinco junto con, primero, la situación que se vive en Televisión Española (en el limbo sin presidente ni línea clara futura), que juega un papel primordial en la supervivencia del cine español y donde se ha puesto en cuestión la obligatoriedad de invertir en películas -un 6% de sus ingresos- en un año de crisis, y, segundo, la incertidumbre ante el nuevo modelo que propugnan los actuales responsables de Cultura, todavía en el aire, hace que la paralización sea casi total, que la gente esté atenazada por el miedo. Sin olvidar que, a día de hoy, no se conoce la cifra exacta que tendrá el Fondo Nacional de la Cinematografía, que se hará pública con los Presupuestos Generales del Estado, pero de la que todos temen una rebaja salvaje. Del dato del Fondo Nacional de la Cinematografía, que en el año 2011 alcanzó un total de 76 millones de euros, habrá que descontar los 35 millones (más otros cinco añadidos porque seguramente las cuentas se acercarán más a los 40) que se aprobarán en breve mediante una orden ministerial y que son los que sirven para pagar las deudas contraídas por Cultura con las películas de 2010. Poco más.
El panorama está tan enrarecido –muchos productores denuncian que a estas alturas todavía no se ha firmado el convenio entre TVE y el ICO (Instituto de Crédito Oficial) y tampoco el del ICO con el ICAA, esenciales para la puesta en marcha de las distintas producciones- que el anuncio de la semana pasada de la nueva directora general del ICAA, Susana de la Sierra, de que no peligraba la obligatoriedad de invertir en cine de las televisiones públicas y privadas, tal y como había amenazado un cargo del Partido Popular antes de las últimas elecciones generales, relajó algo el ambiente. No lo hizo, sin embargo, la decisión de cambio en el modelo de financiación, en el que primarán las desgravaciones fiscales por encima de las ayudas públicas. Sobre el papel suena muy bien, admiten desde la producción, pero el problema y no pequeño es que los responsables de Cultura no cuentan todavía con la autorización del Ministerio de Hacienda para conseguir que esos incentivos fiscales aumenten del 18% actual al 40% pretendido.
A pesar de que desde Cultura se intenta tranquilizar al sector con el mensaje de que el cambio de modelo se realizará de manera paulatina, sin saltos al vacío, lo que es cierto es que la sensación que se vive en la industria es que no se puede avanzar en los trabajos sin nada concreto y que solo unos pocos valientes se lancen a la aventura. “No se puede trabajar sobre algo que no existe”, asegura un productor.
Y eso sin entrar en la poca ductilidad del cine español ante Internet, que hace dos semanas el presidente de los dueños de salas resumió así: “Nosotros nos sentamos a negociar en una mesa, pero no vamos a tocar nuestra ventana de exhibición [el tiempo que las salas se reservan en exclusiva para proyectar las películas]". Esa parálisis conlleva que el fortalecimiento y crecimiento de los portales españoles de descargas sea más lento de lo deseable: luego llegarán los gigantes extranjeros y devorarán el mercado. Además, las cifras de afluencia de público a las salas de estos primeros meses de 2012 están por debajo de lo esperado: no solo no se remonta, sino que vuelve el vertiginoso descenso.