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Adictas a los zapatos

Adictas a los zapatos

A veces los compran y ni los estrenan. Incluso esconden cada nuevo par adquirido para no ser reprendidas por su pareja. Atesorar zapatos es una afición (para muchas mujeres, adicción) que puede rayar en lo patológico y ser motivo de divorcio. Según un estudio, 19 son los pares que tienen la mayoría de las mujeres, aunque sólo calcen cuatro habitualmente. Para caminar sobre unos sufridos tacones, algunas recurren hasta a la cirugía: liposucción de tobillos y pantorrillas e inyecciones de silicona en los pies.


Pueden parecer un complemento inofensivo en el armario de una mujer, pero nada más lejos de la realidad. Según el último estudio del Centro de Investigación de Informes del Consumidor de Estados Unidos, los zapatos son una de las prendas femeninas que más problemas de adicción pueden causar. Atenor de sus conclusiones, la mujer occidental cuenta con 19 pares de zapatos de media (aunque sólo se ponga cuatro habitualmente), y el 15% de las féminas tiene más de 30 pares. Cada año, las mujeres compran unos cuatro pares nuevos –cinco en el caso de las españolas, según el último 'Informe del consumidor y la distribución de calzado'–, y si viven en pareja, suelen ocultar, al menos, uno de ellos a su marido. Pero, ¿a partir de qué número podemos hablar de adicción?


"Estar obsesionada con este complemento es una modalidad de la adicción a las compras que además tiene connotaciones sexuales", explica el psiquiatra José María Vázquez Roel, director de la mallorquina Clínica Capistrano, especializada en el tratamiento de todo tipo de adicciones. "No se trata tanto del número como de la combinación del hábito con una mentira. Si una mujer puede comprar 50 zapatos cada día sin que eso repercuta negativamente en su economía o en su relación de pareja, hablaríamos de coleccionismo, no de adicción".


El precio también influye. "La mujer que es una verdadera aficionada a los zapatos se gasta, en cada par, unos 250 euros", apunta Clara Isabel Buedo, consultora de moda y coordinadora del Colegio de Moda del Instituto Superior de Arte, en Madrid. Esta teórica de la moda, que a la vez ejerce de 'personal shopper', considera que "tener 200 pares no es operativo, ni por espacio ni por rentabilizar los que ya se tienen. En estos casos, sí que podríamos hablar de adicción".


A ESCONDIDAS. Se podría decir que 20 pares son lo normal; de 30 a 40, podríamos hablar de coquetería femenina o gusto por la moda; y a partir de 50, si, además, se miente sobre el número que realmente se tiene o se compran a escondidas, hablaríamos de verdadera adicción. La famosa zapatera Sara Navarro acapara "50 o 60 pares, no más", a pesar de que le salen gratis y sólo compra deportivas y chanclas de plástico. En España, las mujeres que más compran este complemento son las ceutíes, melillenses, valencianas, mallorquinas y riojanas, que pueden adquirir hasta 10 pares al año.


OCHO PARES AL DÍA. La adicción por los zapatos es un fenómeno relativamente nuevo. Hasta principios del siglo XX, eran más un utensilio para caminar que un objeto de moda. "Sólo en la primera década del siglo XX empezó a ser corriente que una mujer de alta sociedad se cambiase varias veces de calzado al día. Podían utilizar hasta ocho pares diarios. Era un símbolo de buen gusto... y de clase", afirma Caroline Cox, una de las teóricas de la moda más importantes de la actualidad que es, además, asesora de tendencias. "En los últimos años ha surgido la neofilia, la obsesión por lo nuevo: ya no se busca el zapato incombustible e imperecedero, sino aquel cargado de simbolismo y que defina, de alguna manera, cómo somos", afirma Buedo.


En los años 50, sólo las multimillonarias, las actrices y las damas de alta sociedad accedían a preciosos 'stilettos' de Hermès, Gucci, Caovilla, Ferragamo o Blahnik... y después de ponerse en lista de espera. Hoy día, grandes almacenes como El Corte Inglés despachan casi todas esas marcas. Y tanto las ventas como las importaciones de zapatos no paran de crecer en todo el mundo. Quizás gracias a estas adictas es por lo que la industria del calzado no va mal en España en esta época de crisis. Según Rafael Calvo, presidente de la Federación de Industrias del Calzado (FICE), "esta actividad resiste mejor la crisis que otros sectores de consumo. Las exportaciones han subido en 2009 un 2,14%; las compras, también".


Algo que confirma el 'Informe del consumidor y la distribución del calzado' encargado por el Instituto Tecnológico del Calzado: "Más del 40% de los españoles otorga al calzado una importancia máxima en la imagen personal, y lo que menos se valora al comprarlo, independientemente del nivel de ingresos del hogar, es el precio, siendo la comodidad y la calidad las características más buscadas por el consumidor español". La media que se gastan las españolas en un zapato de piel, según un estudio de la Universidad de Elche de 2006, se cifra en 40 euros.


Comodidad, calidad... y diseño, porque los tacones son el pedestal sobre el que se eleva el alma de muchas adictas. Un pedestal que, muchas veces, implica dolor. El dicho "para presumir, hay que sufrir", encuentra aquí todo su sentido. Según el citado informe americano sobre consumo de zapatos, el 43% de las mujeres ha sufrido daños moderados por un calzado, y hasta un 8% reconoce haber tenido lesiones graves por empeñarse en lucir un calzado divino pero imposible. En Nueva York, lo más fashion del momento es acudir a la cirujana estética de los pies Suzanne Levine, que cobra 5.000 dólares (3.500 euros) por dejarlos preciosos, "listos para calzar cualquier sandalia", según reza su publicidad.


Y las adictas no paran ahí: llegan a la liposucción de tobillos y pantorrillas para lucir mejor unos zapatos, o a las inyecciones de silicona en las zonas del pie que soportan el mayor peso sobre tacones.


Pero, ¿por qué de este amor desaforado por esta prenda, a veces, insufrible? Según el famoso diseñador canario Manolo Blahnik, "a las mujeres les gusta transformarse, y los zapatos son la manera más fácil e instantánea de realizar una metamorfosis. Además, cuestan menos que una joya o un vestido de alta costura".


ANTIDEPRESIVOS. Cuando hablamos de adicción, además, los zapatos tienen el mismo efecto que un Valium: "Reportan placer o disminuyen el sufrimiento porque evaden. Hacen que quien los compra vea disminuidos sus problemas y sus ansiedades", explica Vázquez Roel. ¿Qué mujer deprimida no ha seguido el buen consejo de una amiga cuando recomienda: 'Sal, vete de compras, verás como te animas'? ¡Y para la mayoría de las mujeres esta recomendación funciona!


Teniendo en cuenta que, según el informe americano, la mayoría de las féminas calza la cuarta parte de sus zapatos sólo una vez, es lógico que este 'capricho' origine problemas cuando se comparten cuentas corrientes... y metros de armario o zapatero. "Este tipo de adicción, en el marco de una pareja, es de las que más discusiones crea, sobre todo en momentos de crisis económica como éste", afirma Vázquez. "Las parejas que tienen un adicto a las compras en casa terminan en frecuentes disputas y divorcios. Primero, por problemas económicos; y luego, porque la parte sana de la pareja no comprende el comportamiento del enfermo", añade.


Pero aun cuando la sangre no llegue al río –y la afición a los zapatos de la mujer no tenga tintes de adicción–, hay algo que los hombres nunca entenderán: por qué somos capaces de gastarnos 250 euros en un zapato de un número inferior al nuestro... o superior, para luego rellenar las puntas con algodones. La actriz Sarah Jessica Parker, protagonista de 'Sexo en Nueva York', lo explica muy bien: "A veces, en el momento de rodar los primeros planos, el director me dice que, si prefiero, puedo quitarme los tacones, porque, total, los pies no se ven... Nunca lo he hecho: la expresión de una mujer con zapato de tacón es distinta a la de una que no los lleva". Penélope Cruz también lo siente así: "Nunca he conseguido estudiar un nuevo personaje hasta que no he elegido, junto con el director, los zapatos que lleva la mujer que vamos a mostrar en la pantalla. Ahí empieza todo...".


¿Comprensible? Para las mujeres, sí; para los hombres, depende... Hasta ahora, los metrosexuales han podido llegar a ponerse cremas, a depilarse, a usar rímel, y algunos desinhibidos incluso se han atrevido con pareos-faldas en verano; pero los zapatos de tacón, ese sanctasantórum del guardarropa femenino, aún no han entrado a formar parte del vestidor masculino. "Y lo curioso es que los tacones aparecieron al tiempo en la indumentaria de hombres y mujeres. Allá por el siglo XVIII, ellos y ellas, cuando tenían clase y dinero, 'elevaban' los zapatos. Pero luego llegó la guerra de sexos..., y el tacón cayó en el patrimonio exclusivo de las chicas. Hoy, llevarlo, para muchos, haría cuestionar su infranqueable vanidad masculina", explica Buedo.


MASCULINO SINGULAR. Los zapatos también son cosa de hombres... aunque menos. Empezando porque ellos atesoran, de media, 15 pares menos: "El español medio suele apañarse con dos pares para trabajar y otros dos, más informales, para su tiempo libre", afirma Buedo, extremo que corrobora la experta italiana Paola Jacobbi, quien apunta una cuestión de actitud. "El hombre zapatófilo abrillanta y cepilla sus zapatos con amor y pericia, mientras la mujer considera esta tarea un latazo insoportable. Además, la mujer zapatófila decide qué zapatos ponerse según el humor del momento, mientras el hombre siempre tiene una idea precisa de los que son adecuados para cada situación", añade Jacobbi.


Como explica Holly Brubach, una de las mejores antropólogas de moda de la actualidad, "un par de zapatos nuevos no sanan un corazón destrozado ni un dolor de cabeza. Pero, desde luego, pueden mitigar los síntomas". "La razón es que, por muy sofisticado que pretenda ser el calzado del hombre, éste tiene más claro que el objetivo primordial es la funcionalidad. Ellos no necesitan utilizarlos para demostrar su sensualidad", añade Buedo.


Efectivamente: cuando hablamos de zapatos y pies, entramos de lleno en el terreno de la sensualidad, el sexo y el erotismo. Cenicienta pescó a su príncipe gracias a un zapato de tacón y de cristal (símbolo de la virginidad). Carrie Bradshaw, personaje protagonista de 'Sexo en Nueva York' decía una frase mítica en uno de los capítulos al ser atracada: "Llévese el bolso, el reloj, lo que quiera... ¡pero déjeme los Manolo Blahnik!". Porque los 8.000 pasos diarios que dan nuestros pies siempre estarán libres de complejos para comprar un par más (¡el último, de verdad!).


Noticia completa: http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2010/537/1262965077.html
Por LEONOR HERMOSO. Fotografía de CHEMA CONESA

Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: elmundo magazine | Fecha: 10/01/2010 | Ver todas las noticias



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