Barceló reinaugura el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza.
Una muestra del artista galés Barry Flánagan, fallecido en la isla en 2009, completan la exposición.
Han sido cuatro años de albañiles y arqueólogos y uno más con el museo vacío para que secase la nueva obra muerta. El MACE de Ibiza (Museo de Art Contemporáneo de Ibiza), emprende su nueva ruta, en la ciudad alta, en Dalt Vila. Tras su cierre en 2007 ha ganado espacio, de 800 a 2000 metros cuadrados útiles. Al crecer hacia abajo aparecieron los cimientos de la ciudad púnica sumergida entre piedras militares de muralla y bóvedas, de casi tres mil años. En este entorno, Miquel Barceló y Barry Flanagan son presentados en sendas muestras de sus cerámicas y dibujos, hasta el 31 de octubre.
Barceló exhibe veinte de sus últimas cerámicas collage, piezas obradas con fango y fuego en su tejar de Mallorca, así como dos decenas de dibujos con tintas luminosas como tintes de tejidos, alzados en sus rutas caminando por montañas altas. En París, presentó su libro Cuaderno del Himalaya, regresó antes del Sudán tras un anterior viaje a las Galápagos. En Ibiza, un hombre de las nieves es su contrafigura. Ya se reflejó en un gorila blanco.
Barceló rehace ladrillos, tejas, bovedillas, tiestos y tinajas blandas, a veces las dibuja o esculpe, o las chafa. Las huellas digitales del autor remiten a la tierra y a su isla; la tierra cocida contiene una suma de todas sus expresiones temáticas en papel, pintura o escultura, “sin distinción, ni categoría”, anota. E ironiza “si en algo hemos sido líderes es en hacer y colocar ladrillos y tejas”.
Las construcciones, minimalistas, orgánicas, en testas y alegorías, son “una reformulación, una manera de deshacer y usar un objeto y su materia”. En Aviñón, en 2010, Barceló llenó el Palacio de los Papas de cráneos/ladrillos y eriguió dos elefantes gigantes sobre su trompa, uno en yeso y otro en bronce, como el que se alza en Nueva York.
En la muestra paralela del galés Barry Flanagan, fallecido en Ibiza en 2009, se presentan dibujos intimistas y cerámicas obradas en Gallifa con Gardy Artigas. Hay barro esmaltado en verde y vasos alzados a cuerda, un uso anterior al torno aun vivo en culturas no colonizadas.
Flanagan trabó amistad con Barceló. Antes de que la lenta enfermedad mellara su movilidad acudió a su matanza del cerdo del 20 N. Visitaron juntos en la catedral de Mallorca el barceló de 300 metros cuadrados, la capilla para orar. Barry Flanagan lloró emocionado. El pintor fue a su funeral poético en Ibiza. Varias de las liebres de bronce del galés están plantadas ante la casa de Barceló en Mallorca junto a sus animales de verdad y sus esculturas.
Después del quinquenio de cierre por reformas, el MACE despliega una selección de sus fondos. En Extremos están, entre otros, Bechtold, Broner, Faber, Micus, Zush/Evru, Vedova, Hausman, Le Parc, Tàpies, Gordillo, Broto, o Portmany. Algunos alemanes que huyeron de Hitler hasta Ibiza y varios de las vanguardistas de las postguerras, más firmas ligadas al territorio.
El centro nació de la Bienal de Arte en 1964 y del Ibizagrafic posterior. Fue el fruto de una operación de la dictadura en tierra de hippies ejecutada por el falangista SEU (Sindicato Español Universitario), con el marqués de Lozoya y el crítico Florencio Arnán al frente.
El ‘Museo’, así es en Ibiza, sufrió el olvido, épocas de clausura, cierres dilatados y aperturas solo en verano. Toma aire en tiempo de ahogo económico. La ampliación costó cuatro millones, a medias el Estado y el Ayuntamiento de Ibiza. En 2012 tendrá uno de los presupuestos más modestos para este tipo de complejos, 800.000 euros. Cuenta con una plantilla de siete personas.
“Jamás se tiene el dinero suficiente. Nunca se dan las circunstancias ideales pero buscaremos medios y las complicidades privadas. Cerrar un museo es cerrar un espacio de libertad”, advierte Elena Ruiz Sastre, directora –por concurso- del MACE desde 1990. Para la reapertura se han dispuesto más presentaciones: una de creaciones audiovisuales firmadas por mujeres (Kaoru Katayama, Amparo Garrido, Julia Montilla y Eugènia Balcells) y otra con piezas de la colección de videoarte. Para las muestras han trabajado los comisarios Enrique Juncosa, Mercedes Vilardell y Aramis López.
“Siempre hemos tenido colección, una muy buena colección, cosa extraña en”, proclama la directora. Los fondos proceden de los premios de los certámenes globales de estampación, compras y donaciones. Una de ellas es la escultura ‘Cabeza de la diosa entre mis manos’ de Barry Flanagan basada en un poema de Antonio Colinas, ex habitante de Ibiza. En el centro se muestra el documental “The Last Hare” sobre los días finales de Flanagan, de José del Río Mons y música Richard Sturgess. En la inauguración se interpretarán las piezas 'Bechtold' y 'MACE' del compositor Adolfo Villalonga.
El museo pretende actuar como otro imán de Dalt Vila, entre el bullicio, el sol y los neones del largo verano. La gestora Ruiz Sastre quiere que “allí acontezca una parte de la vida ciudadana y cultural”. Cree que los cinco niveles y ámbitos permiten “una visita sosegada, con zonas de confrontación, sin capillas. Es un museo al modo holandés, de recorrido lento, sin sobresaltos en las esquinas”.
Dalt Vila, de trama peatonal con monumentos y miradores, un entorno histórico que es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, tiene inconclusa la restauración del castillo parador que corona el sky-line portuario. Desde el MACE se gestiona la cercana y esencial Casa Broner, que regaló la viuda del arquitecto pintor alemán y el museo Puget de pintura.
El MACE perdió el uso del vecino templo de L’Hospitalet, desacralizado en 1980 y cedido al museo en 1999. En el año 2007, el obispo Vicente Juan Segura decretó una particular censura eclesiástica, vetó una obra expuesta y reclamó el control del edificio. Consideró "ofensiva con los nobles sentimientos católicos" la exhibición de una pieza del autor holandés Ivo Hendriks. En el montaje aparecía una imagen de Juan Pablo II en una figurada relación homosexual. L’Hospitalet, fue restaurado con fondos públicos en los 80 por los arquitectos Elías Torres y Martínez Lapeña. Tras el veto episcopal fue destinado a la iglesia ortodoxa que también lo dejó.