Miradas al fresco... con Hoppé
En los años de este fotógrafo, nadie era famoso si él no lo retrataba.
En los años en los que E. O. Hoppé (Múnich, 1878-Londres, 1968) fotografiaba, ser retratado por él era una cuestión de estatus. Uno no era famoso si no había sido captado por su cámara. El tiempo, como ocurre tantas veces, enterró esa popularidad y el que fuera uno de los fotógrafos más aclamados de su tiempo (cuando abrió estudio en Nueva York, los periódicos hablaban de su visita) es hoy un desconocido.
La Fundación Mapfre se ha propuesto rescatar su trabajo con una exposición, 'El estudio y la calle', que recoge sus retratos más célebres, entre los que se puede ver al Peter que inspiró el Peter Pan de JM Barrie o a Ruyard Kipling, el autor de 'El libro de la selva'; y que también muestra su labor pionera por las calles menos nobles de Londres. Hoppé compró una cámara pequeña (una Kodak Brownie) que podía ocultar en una anodina bolsa de papel para guardar alimentos y 'robar' momentos a gente que ni siquiera imaginaba que era su objetivo. No era foto denuncia, pero presagiaba cambios.
"Para los retratados, tener una fotografía de Hoppé era como considerarse un famoso. Por eso, tanto los que deseaban serlo como los que ya eran populares, querían tener un retrato de él como constatación de esa fama", explica Carlos Gollonet, uno de los responsables de la muestra, quien destaca las imágenes menos posadas, las captadas en la calle, como las más llamativas. "Suponen una ruptura total con las fotografías que realiza en el estudio, que son muy estáticas, muy preparadas. Es cierto que incluso las fotografías de calle son bastante acarameladas, pero algunas ya están tocadas por rasgos de modernidad, fruto de su relación con gente de la Bauhaus".
En esas instantáneas, hay libertad y marca las líneas que seguirán populares fotógrafos posteriores, como los estadounidenses Walker Evans (1903-1975) o Harry Callahan (1912-1999). "Hay libertad incluso de encuadre, hace tomas desde abajo, muy próximas, la mayoría de ellas sin que la gente se percate de que está siendo fotografiado".
Del mismo modo que con los encuadres, Hoppé fue rompedor con la publicación en 1922 de un libro sobre las 32 mujeres más bellas ('The Book of Fair Women'). Allí incluyó a damas de la alta sociedad británica, pero unió sus mimados cutis blancos con preciosidades procedentes de otras latitudes. "Cuando introduce a mujeres negras y de otros continentes, se produce un shock. No las muestra como algo exótico, sino en igualdad de condiciones. Y eso es algo que no puede entender la sociedad inglesa de la época, tan clasista y tan estancada".
Hoppé atrapó, además, al escurridizo Nijisnky, estrella de los Ballets Rusos, al 'Duce' Benito Mussolini, al científico Albert Einstein o al novelista Henry James. Sus fotos evolucionaron con él. "Podemos ver la transición. Aquí hay un retrato de 1911, impregnado del movimiento dominante en la época, el pictorialismo (la fotografía copia a la pintura). Junto a él, vemos la fotografía que hizo a su hija, Tilly Losch, en 1928. Está centrado en sus ojos, que es lo único que define. Para conseguir ese efecto, recorta los negativos". Y los ojos de Tilly Losch (imposible perderlos de vista) nos despiden y nos recuerdan que su padre fue, una vez, el fotógrafo más conocido de su tiempo.