La pintura germánica antigua y moderna se dan la mano en el Museo Thyssen
La pinacoteca madrileña sigue celebrando su 20 aniversario con la muestra «Rostros y manos, pintura germánica antigua y moderna», en la que dialogan obras de Durero, Amberger, Otto Dix y Oskar Kokoschka, entre otros.
El Museo Thyssen-Bornemisza sigue celerbando su 20 aniversario con la puesta en marcha de diferentes actividades, entre ellas el ciclo expositivo
, que relaciona obras de distintas épocas y estilos de la colección de la pinacoteca.
En este contexto se inscribe «Rostros y manos, pintura germánica antigua y moderna», la segunda entrega de esta serie, que hoy se inaugura y que podrá verse en la sala mirador de la primera planta hasta el 2 de septiembre.
La muestra, conformada por una exquisita selección de diez obras de Alberto Durero, Lucas Cranach el Joven, Otto Dix y Max Beckmann, entre otros, pone a dialogar al Renacimiento germánico con el Expresionismo y la Nueva Objetividad surgidos en Alemania tras la Primera Guerra Mundial.
Como destacó Dolores Delgado, del área de Pintura Antigua del Museo y comisaria de la exposición, durante su presentación a los medios, los artistas de ambos movimientos se interesaron por el hombre y su imagen, así como por su exaltación a través del arte.
Así, el hilo conductor de la muestra es la fuerza de los gestos, que se expresa a través de los rostros y las manos, y que refleja cómo maestros antiguos como Durero («Jesús entre los doctores» es la estrella de la muestra) o Barthel Beham influyeron en artistas del Expresionismo y la Nueva Objetividad germana como Kokoschka (del que se exhiben dos retratos sublimes) u Otto Dix.
El retrato se convirtió, para ambos movimientos, en el vehículo perfecto para reflejar la expresividad del hombre, de ahí su enorme relevancia en dos épocas separadas por siglos de diferencia. Curiosamente, como destacó Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, el retrato es uno de los géneros pictóricos de mayor calidad y cantidad de la colección permanente del museo y también uno de los preferidos del primer barón Thyssen-Bornemisza y de su hijo y fundador del museo, Hans Heinrich.
La muestra ofrece un paseo pictórico de primera magnitud en el que se advierten similitudes en los esquemas de representación, así como el interés de los maestros de ambas corrientes por el detalle y su obsesión por retratar la psicología de los retratados a través de los gestos.