La Biblioteca Nacional expone los Códices de Leonardo da Vinci recién restaurados
La exposición sobre sus dos obra madrileñas muestran hasta el próximo 29 de julio al Da Vinci auténtico y genial.
Leonardo Da Vinci fue un genio poliédrico, un talento sobrenatural que derramó generosamente en todos los capítulos del saber humano. Su furia creadora era imparable, inagotable, constante. Un artilugio volador por aquí, una fortificación por allá, un cuadro irrepetible, una innovadora técnica de grabado, un logaritmo endiablado, diseños para el hogar, escritos, teorías...
Da Vinci fue uno de los hombres que más y mejor, más profunda e intensamente, encarnó lo que se llamó hombre del Renacimiento, trescientos años antes de que esa palabra fuera inventada por el filósofo francés Jules Michelet para designar aquellos tiempos de luz, de avances, de humanismo, de recuperación de la cultura el arte la inteligencia y las maneras clásicas.
Con la ciencia a cuestas
Se cuenta que Leonardo, viajero incansable, se echaba a los caminos no solo con su sesera inabarcable y genial a cuestas, sino que en sus andares también solía cargar con un buen lote de sus manuscritos, atados con una simple cuerda, casi como si fuera el hatillo de un buhonero. El progreso de la ciencia y de la cultura, bajo el brazo de aquel hombre genial.
Dos de aquellos manuscritos acabaron por esas cosas de la vida en Madrid, y ahora, tras un extenuante y maravilloso proceso de restauración son los protagonistas de la exposición «El imaginario de Leonardo. Códices Madrid de la Biblioteca Nacional de España», que este lunes se inaugura, y que estará abierta hasta el 29 de julio. Los códices se sitúan en el período más inspirado y productivo del genio florentino. En concreto, el número I es un tratado de mecánica y estática, el II de fortificación, estática y geometría. La muestra ha sido comisariada por Elisa Ruiz, y el diseño ha corrido a cargo de Enrique Bonet, toda una garantía.
Lo primero es saber cómo llegaron hasta la Biblioteca Nacional de España estos manuscritos impagables. Elisa Ruiz nos pone en la pista. «Pompeo Leoni, famosísimo escultor de Corte de Felipe II, siempre tuvo mucho interés por estos manuscritos, y tras entrar en contacto con los herederos consiguió traerse a España varios, entre ellos muy posiblemente estos dos códices. Luego pasaron a manos de Juan de Espina Velasco, un hombre muy interesante, musicólogo e inspirador de uno de los primeros gabinetes de curiosidades que existieron en Madrid, en el siglo XVII. Al hacer testamento cedió sus bienes más preciosos, como estos dos manuscritos a la Corona, al rey Felipe IV, con lo que entraron a formar parte de la llamada Biblioteca Real, antecesora y embrión de la futura Biblioteca Nacional de España».
Más allá de Dan Brown
La exposición, más que nunca, quiere mostrarnos al Leonardo más real y más alejado de las teorías y las practicas a lo Dan Brown. «En buena medida -continúa Ruiz- se trata de desmitificar a Leonardo, procurando que la exposición sea lo más rigurosa y científica posible, sin caer en todos esos tópicos que rodean a Da Vinci».
Puede parece increíble, pero un hombre tan avanzado a su tiempo, inventor preclaro él mismo, le tenía pánico a la imprenta. De hecho, su obra se ha conservado en manuscritos, sin pasar por las cajas, no hacía migas con los caracteres móviles. Pero, y se muestra en la exposición, su genio le bastaba, como explica Elisa Ruiz. «Nos dejó lo que yo llamo receta, las reglas de un procedimiento propio para la estampación, que además era muy práctico. Era una variante de las técnicas del grabado, y como él escribía de derecha a izquierda, al proceder a la estampación salía de izquierda a derecha, como un juego de espejos, algo que también hemos hecho nosotros en la muestra».
Una exposición que, entre todas estas maravillas, nos muestra por fin el verdadero rostro de Leonardo en un cuadro que sí le representa realmente a él, no como ese tan conocido por todos que hoy se sabe que era un apunte, un esbozo de un apóstol para su «Última Cena».
*img Proceso de digitalización de un Códice de Leonardo en la Biblioteca Nacional