Cuando el arte se adueñó de la industria
El Museo Nacional de Artes Decorativas recorre ‘100 Años de Arquitectura y Diseño en Alemania’, cuyos principios exportó al mundo y siguen vigentes hoy.
No hay una traducción literal para la Deutscher Werkbund. Lo más aproximado sería algo así como Liga Alemana de Talleres, pero su significado cierto es que Werkbund equivale a una forma de entender el diseño, la arquitectura y, en suma, la vida durante el pasado siglo en Alemania. Las formas geométricas, la impersonalidad y la supresión radical de adornos transformaron los ámbitos laborales y familiares.
Las casas, las vajillas, las cristalerías o el mobiliario renacieron desnudos bajo el recién creado sello del diseño industrial. Son diseños que no solo arrasaron en la Alemania del siglo pasado, sino que fueron asumidos en toda Europa y su vigencia sigue estando tan viva como siempre como lo demuestra el mobiliario de la firma sueca Ikea. En el Museo de Artes Decorativas se puede ver hasta el 29 de septiembre la exposición 100 Años de Arquitectura y Diseño en Alemania, que incluye una amplia selección de objetos, carteles, maquetas y fotografías.
Dividida en siete secciones, la exposición arranca detallando la historia del movimiento y de sus protagonistas. En 1907, en pleno auge industrial, 12 artistas y arquitectos junto a otras tantas empresas de Múnich se asocian para formar La Liga alemana de Talleres, la Werkbund. Su objetivo fundacional —“refinar el trabajo comercial en colaboración con el arte, la industria y la artesanía, a través de la educación, la propaganda y la adopción de un enfoque unificado para todas las cuestiones pertinentes”— se acabaría convirtiendo en la vanguardia europea de la arquitectura y el diseño.
En estos orígenes se explica cómo los profesionales participantes en el movimiento eran los más innovadores del momento. Un lugar especial lo ocupa el arquitecto Peter Behrens, considerado como el auténtico inventor de la profesión de diseñador. Contratado en 1907 como consejero artístico de la sede berlinesa de la Fábrica de Turbinas AEG, Behrens desarrolló una actividad que iba desde la propia sala de turbinas, hasta la identidad corporativa de la empresa o los diseños de las teteras. Era la primera vez que una marca tenía unas señas de identidad que le servía de tarjeta de presentación ante el mundo. Sus teteras eléctricas para calentar el agua y el té siguen siendo un perfecto ejemplo de la campaña que contra la fealdad y a favor de las buenas formas promovieron estos profesionales.
En 1914, el movimiento se da a conocer al mundo con una gran exposición realizada en Colonia. El arquitecto Bruno Taut crea para la cita un impresionante edificio de cristal que se ilumina al anochecer. Los artistas aprovecharon la exposición para dar a conocer su pensamiento.
La Primera Guerra Mundial supone un forzoso parón tras el que los artistas vuelven con nuevas aplicaciones tecnológicas. Los materiales elegidos son cada vez más funcionales y las formas más limpias. Si el ornamento ya estaba mal visto desde la fundación del grupo, a partir de este momento es radicalmente excluido. Son años en los que surge la mítica Bauhaus fundada por Walter Gropius y ambas instituciones participan de objetivos comunes.
La dictadura nacionalsocialista se llevó por delante la creatividad y fuerza innovadora del movimiento. Las asociaciones regionales intentaron sobrevivir entre las ruinas, pero ya nada volvió a ser igual. Durante la posguerra, se centraron en la reconstrucción de las grandes ciudades. Desde 1958 hasta hoy, siguen funcionando, pero con otros planteamientos. La sostenibilidad y el medio ambiente son la mayor preocupación de unos creativos esenciales en la historia del diseño.