Jordi Savall recibe el Premio Léonie Sonning Music 2012, el "Nobel de la música"
Decir que está alegre como unas castañuelas no es precisamente la manera de describir el estado de ánimo de Jordi Savall (Igualada, 1942), que acaba de recibir en Copenhague el Premio Léonie Sonning Music 2012, considerado el Nobel de la música, por la totalidad de su carrera artística. La alegría del intérprete es más bien la teñida (o tañida) de melancolía de la viola de gamba. Ese es su carácter y esas son sus circunstancias personales. En su voz, al teléfono desde la capital danesa, no resuenan campanillas, sino profundos ecos de Buxtehude.
“Estoy muy contento con el reconocimiento, por supuesto, por el prestigio del galardón y de los que lo han recibido desde su creación en 1959: Stravinsky, Bernstein, Britten, Ligeti, Celibidache, Boulez, Barenboim”, dice el violagambista. En la lista de premiados, que incluye músicos de la cuerda (!) de Savall —en el sentido del mismo interés por la música antigua— como Harnoncourt y John Eliot Gardiner, y también músicos de jazz como Keith Jarret, figuraba hasta ahora un único español: Andrés Segovia, nada menos.
El jurado ha considerado la trayectoria de Savall “una de las fuerzas más importantes en el renacimiento de la música antigua y en el descubrimiento de músicas olvidadas”, y también ha destacado su acercamiento a distintas tradiciones musicales “en un fructífero diálogo intercultural”. El premio está dotado con 600.000 coronas danesas (81.000 euros). Savall señala que comparte el premio con su mujer y compañera de carrera musical durante 45 años, Montserrat Figueras, fallecida el pasado noviembre. “Lo comparto con Montserrat, que me ha acompañado toda la vida, y a la vez se lo dedico a ella”.
El intérprete recibió el galardón durante un concierto que ofreció el jueves en la iglesia de la Trinidad de Copenhague en el que en la primera parte dirigió al grupo Hespèrion XXI y en la segunda ofreció un recital como violagambista solista. La ceremonia de entrega tuvo lugar en el intermedio del concierto, al que asistió el príncipe regente Enrique de Dinamarca. Steen Frederiksen, presidente de la Fundación Sonning, que otorga el galardón, afirmó durante el acto que se premia a Savall “por sus esfuerzos únicos por descubrir y revivir la antigua música europea”, con “pasión y fantasía".
Aunque sumido en una tristeza por la pérdida de su mujer como la del viejo maestro Monsieur de Sainte-Colombe de Tous les matins du monde, Savall está inmerso en numerosos proyectos. Acaba de publicar un libro disco con sus composiciones en torno a la figura de Juana de Arco (la música para el filme de Jacques Rivette y otras piezas), que incluye textos sobre la historia y la leyenda del personaje, sus batallas y su proceso. Tiene en marcha otro proyecto mixto similar (música y textos) titulado Pro pacem, dedicado a la paz en el mundo, con escritos de Raimon Panikkar, Edgard Morin y Fatima Mernisi, que incluirá una pintura de Tàpies inédita. “Es un libro disco con música sobre la paz, que pasa revista a las guerras más atroces del siglo; incluye datos sobre los gastos de armamento, el número de armas nucleares, etcétera, y pretende tocar las conciencias de la gente”.
Al mismo tiempo, Savall continúa inmerso en sus numerosas giras, y le puedes ver siempre de aquí para allá en los embarques aeroportuarios más diversos, siempre con su fiel viola de la mano, en su estuche. “Tengo mucho trabajo, me permite ir subsistiendo en la pena, me ayuda a sobrellevarla, a ver las cosas con perspectiva y a transformar la pérdida en creatividad”. Para final de año tiene otro proyecto, sobre el Elogio de la locura, de Erasmo. “Me fascinan ese tipo de trabajos, la fase de investigación histórica especialmente”.
Savall opina que la música antigua sigue evolucionando, aunque parezca una paradoja. “Hay mucha gente joven investigando y trabajando para ampliar nuestro conocimiento de esa música”, destaca. “El problema es el poco apoyo que reciben en sus esfuerzos. Y en este contexto de crisis la situación es muy delicada. La sanidad es importantísima; el empleo, fundamental, pero no debemos olvidar la cultura. La cultura no es en absoluto algo secundario. Cuando a Churchill en 1945, con el país en ruinas, le dijeron que había que recortar la cultura un 15%, dijo: ‘¿Y para eso hemos ganado la guerra?’, y se negó. El peor enemigo del ser humano es la ignorancia, además del odio”.