Así se montó el claustro de Palamós
La publicación ayer por EL PAÍS del redescubrimiento de un claustro de estilo románico del siglo XII situado en una finca privada de Palamós (Girona) durante más de 50 años sin que nadie, más allá del circulo de familiares y conocidos de los dueños, supiera de su existencia, hizo cambiar la agenda docente de Gerardo Boto. El profesor de la Universidad de Girona que dio a conocer el claustro durante las reciente jornadas Arte fugitivo celebradas en Barcelona —en las que denunció que la obra no estaba protegida por la administración— no paró de atender a los medios; todos ellos querían saber datos de este “recién nacido” de piedra que el profesor compara con el mismísimo claustro de Santo Domingo de Silos.
Para Boto, las imágenes han sido fundamentales a la hora de poder investigar este imponente edificio formado por dos galerías de 20,8 metros por 21,9 metros de largo, en las que existen 10 arcos sobre columnas y capiteles dobles con figuras de animales, seres fantásticos y vegetación. Y es que sus actuales dueños, el suizo Kurt Englehorn y su esposa Carmen, no le han permitido acceder al interior de la finca de Mas del Vent, donde se encuentra el claustro. Tampoco han respondido a las reiteradas llamadas de este periódico.
Fundamental ha sido la imagen publicada por la revista francesa AD en la que aparecía el edificio del siglo XII bordeando la piscina y la serie de fotografías que conserva el Arxiu Municipal de Palamós. En ellas se puede ver el proceso del montaje del claustro a comienzos de 1959.
Para Boto, lo que más llama la atención es el proceso artesanal del montaje “totalmente medieval”, en la que los artesanos utilizaron tablones, ligaduras y cuerdas. “Se montó como se había hecho en el siglo XII”, asegura. En un momento en que ya se hacían puentes de hormigón “llama la atención que para hacer las cimbras para montar los arcos, se siga utilizando la madera”, explica. El proceso de montaje fue de abajo arriba: zócalo, basas, fustes, capiteles, cimacios y salmeres, las primeras piedras de los arcos. “Solo falta la clave que cierra los arcos”, señala Boto.
En la imagen superior se ve la columnata ya montada, y justo delante las piedras para realizar la segunda de las arcadas; la que en la imagen publicada en 2010 se dirige hacia la piscina.
Frente a lo que pudiera parecer, Boto mantiene que a los propietarios “se le tenía que hacer un homenaje o dar un premio, porque se han preocupado durante décadas de conservarlo. Si no hubiera sido por ellos, no sabríamos cómo estaría en la actualidad”, asegura. Según la fecha del reverso de las imágenes, las arcadas se montaron en febrero y abril de 1959. La finca Mas del Vent fue adquirida en 1955, y el claustro llegó a Girona pieza a pieza a finales de 1958: esa es la deducción de Gerardo Boto.
Ayer, tras conocerse la publicación por este diario de la existencia del claustro, se sucedieron las reacciones. Para José Maria Pérez, Peridis, presidente de la Fundación Santa María la Real, el redescubrimiento del enorme claustro es “una sorpresa que habrá que ver y estudiar”. Para Peridis es fundamental que la Generalitat actúe de oficio para que el edificio acabe catalogado, “ya que debería figurar en el patrimonio artístico de Catalaña”, y pide que el acceso “sea libre para poder analizarlo e investigar su procedencia”. En ese sentido asegura: “Ahora mismo hay 100 investigadores que trabajan para el volumen de Cataluña de nuestra enciclopedia sobre el Románico, entre ellos el propio Boto, por lo que mañana mismo podrían entrar”, asegura el historiador, dibujante y arquitecto.
Más reacciones. Para Fernando Olaguer-Feliu, catedrático de Arte Medieval de la Universidad Complutense de Madrid, el hecho de que no hubiera noticias del claustro hasta ahora es, “como mínimo, misterioso y extraño”. Olaguer reconoce que el trabajo de Boto es “comprometido para un especialista, ya que está basado en fotografías y no en la visión directa” y para el trabajo científico es “fundamental poder verlo para ver la marcas de cantero o estudiar los temas”. Para él, la clave está en Kurt Englehorn, el propietario de la mansión, para esclarecer la historia completa del claustro. “Me extraña su silencio”, comenta.
Jordi Camps, conservador de románico del Museo Nacional de Arte de Catalunya, MNAC, explicó: “De entrada parece muy interesante y si se confirma que es todo original y que no hay grandes restauraciones será algo espectacular”. Pero llama a la prudencia hasta que la construcción no se pueda ver de cerca, aunque reconoce: “Boto es un especialista en escultura de los siglos XI y XII en Castilla y León”. Camps asegura “no recordar nada parecido, ya que siempre se ha tratado de piezas aisladas, nunca de una construcción de más de 40 metros de largo”. Para Camps se trata, sin duda, de una noticia muy positiva para el patrimonio artístico.
A media mañana de ayer, tras publicarse la información en este diario, la Generalitat aseguró en una nota que había puesto en conocimiento de la fiscalía de Girona el caso del claustro y que había enviado al juzgado territorial una solicitud para acceder a la finca donde está ubicado. Según Joan Pluma, director general de Patrimonio de la Generalitat, se han enviado tres cartas a los propietarios de la finca, “pero no se ha recibido respuesta alguna”. Lo mismo ocurrió tras dos requerimientos que enviaron pidiendo que colaboraran con la Generalitat. Pluma tuvo constancia de la existencia del claustro en julio de 2011, tras una carta que le envió la Asociación de Amigos del Románico, en la que se le explicaba el curioso caso y, sobre todo, la total desprotección del claustro.