Documenta Kassel: ¡Viva la confusión!
Renunciemos a todos los prejuicios, asumamos el riesgo de desconcertar a la mayoría y aceptemos el arte como una forma de confusión. Habremos obtenido, tras agitar convenientemente, la edición número 13 de la Documenta de Kassel, una de las ferias de arte contemporáneo más importantes del mundo y que abre hoy sus puestas dispuesta a confundirnos. "Pienso que la confusión es verdaderamente maravillosa", explica su directora artística, la estadounidense Carolyn Christov-Bakargiev, que considera más valioso aquel arte que carece de "concepto".
Su intención es llevar al extremo el relativismo y, "ante el hecho de que existe una multitud de verdades válidas y que nos enfrentamos permanentemente a interrogantes insolubles, hay una opción artística, intelectual y personal que es la de no escoger o de decidirnos por algo que sabemos también parcial e inevitablemente falso", dice. Por eso la Documenta es "a ciencia cierta perturbadora e incompleta" y lo que los participantes harán en Kassel "será tal vez arte, o quizás no", reconoce Christov-Bakargiev.
Con estos mimbres, la organización espera llegar este año al millón de visitantes y para ello se sire de un programa multidisciplinar en el que, además de los 155 artistas procedentes de 55 países, entre los que destacan el sudafricano William Kentridge o la alemana Rosemarie Trockel, están implicados alrededor de un centenar de participantes que proceden de sectores tan diferentes como la literatura, el cine, la economía, el activismo político, feminista o ecológico; la física, la biología e incluso la zoología. Todos ellos bajo una consigna 'Destrucción y Renovación'
Desde el búnker donde exponen la estadounidense Jennifer Allora, el cubano-portorriqueño Guillermo Calzadilla y el afgano Aman Majodidi, hasta las terrazas ajardinadas sobre el refugio, donde s encuentra la obra del argentino Adrián Villar Rojas, la exposición se extiende este año a través de las salas de un convento, una clínica, una cárcel y un centro comercial, trazando un nuevo recorrido con el que la directora artística asegura que no pretende impresionar. "Puede que se vayan con una sensación de indiferencia, esa es también una opción". Aunque es poco probable que eso ocurra ante alguna de las instalaciones, como la el tailandés Chiang Mai, con su blanco espectro llamado 'Geist' (Espíritu).
Algunas de las obras se completarán a lo largo de la muestra, que se cerrará el 16 de septiembre, como los árboles depositados en macetas, a modo de eco de los 7.000 robles que plantó Joseph Beuys en 1982, una de las ediciones más míticas de la muestra. Y otras no llegarán nunca, como el meteorito de 37 toneladas que los argentinos Guillermo Faivovich y Nicolás Goldberg querían trasladar desde El Chaco y que sólo está presente simbólicamente. "Sí, es una exposición incompleta y por eso precisamente cumple al cien por cien con los objetivos", dice la directora, orgullosa hasta de sus vacíos.