El Greco vanguardista contra estereotipos trasnochados
Una España moderna, rompedora y vanguardista encarnada en el genio de El Greco es la sorpresa que la presidencia española de la Unión Europea presenta en Bruselas durante los tres próximos meses para hacer añicos estereotipos de país y de artista. El Greco revolucionario que deslumbró a los expresionistas alemanes y al propio Picasso es el que en una exposición de medio centenar escaso de obras arroja nueva luz, literal y figuradamente, sobre una España del XVI y del XVII que la indolencia intelectual asocia con la España negra.
Lo que se va a poder ver en el Bozar de Bruselas hasta el 9 de mayo es un conjunto excepcional del nutrido corpus de El Greco, que para el espectador se abre con el San Sebastián de El Prado y se cierra con la sensacional puesta en escena, como si de una última cena fuera, del Apostolado, que viaja al completo a la capital de Europa aprovechando las obras en el Museo de El Greco toledano. La Verónica, el genial retablo de San Nicolás de Bari, la protoexpresionista Adoración del nombre de Jesús, el irreverente El Expolio, el traslúcido San Pedro en lágrimas, La Sagrada Familia que de puro revolucionaria no pudo ser vista en su auténtica dimensión hasta 1982 (cubierto por la censura el donante que hace de San José)... todo El Greco que se muestra en el Bozar llama a la sensibilidad y valores de hoy, de independencia personal y artística, de hombre emprendedor y creador tres siglos adelantado a su tiempo, de quien estableció una imagen de marca absolutamente reconocible no por problemas en la vista sino porque su genio así lo quiso. Hasta el imposible de trasladar El entierro del conde de Orgaz está doblemente presente en Bruselas: con una copia del XVII de su parte inferior y con una vídeo instalación de alta tecnología que se apodera de una sala para introducir de lleno al espectador en el gran lienzo de la iglesia de Santo Tomé.
Perdido el apoyo de Felipe II y de la catedral primada, El Greco tuvo que labrarse una nueva clientela en Toledo, con tanto éxito que para satisfacer la demanda debió introducir en España la novedad revolucionaria del taller, que había visto funcionar en la empresarial Venecia de Tiziano. En el Bozar hay algunas obras de su taller y de sus seguidores, que complementan la poliédrica personalidad del artista, cuya concepción estética fue laminada por la aparición del naturalismo de Caravaggio. Desde su muerte en 1614 hasta su resurrección, ya con estatus de genio, en los albores del siglo XX pasaron tres siglos en los que sólo Manet y los románticos supieron ver el fulgor que luego encandilaría a los expresionistas alemanes del Jinete Azul, con Kandinsky a la cabeza, o a Picasso. Previo descubrimiento en España por Manuel Bartolomé Cossío y por el marqués de la Vega Inclán, a quienes con justicia se les dedica la entrada de la exposición.
Aquel descubrimiento de hace un siglo para el mundo, con la monografía de Cossío en 1908 y la creación del museo en Toledo en 1910, es el que quiere revivir para Bruselas esta muestra, no en balde titulada El Greco. Domenikos Theotokopoulos 1900. "Es redescubierto a principios del XX porque es la época de las vanguardias", explica Ana Carmen Lavín, junto a José Redondo, comisaria de la exposición. "Picasso lo estudia repetidamente. El expresionismo alemán se arroja sobre él. Su rupturismo es excepcional". Lavin vibra al hablar del puro color, de la deslumbrante luz, de la descomposición de la pincelada, de la singular técnica que convierte El Greco en "el autor más falsificado de la historia del arte y el más difícil falsificar" porque una simple radiografía deshace de inmediato la patraña. "El Greco era moderno, con sus colores delirantes y las caras alucinadas", sigue Lavín. "Era moderno y sigue siendo moderno".
"Hay que superar de una vez la idea simplista y poco rigurosa desde el punto de vista histórico de que la España del Siglo de Oro era un país aislado y que actuaba como una máquina inquisitorial", señalan en la presentación de la exposición Lavín y Redondo. "En toda la Europa católica de aquella época se daba un catolicismo militante que respondía a la amenaza del protestantismo. La Europa protestante también era intransigente". Para los comisarios, "desgraciadamente la cultura de masas contribuye hoy en día, con su extrema frivolidad cultural, a falsear aún más las realidades históricas".
Contra esa inercia que sigue dando vida a ideas trasnochadas quiere levantarse esta exposición. Un montaje de Oscar Mariné ilumina espléndidamente a este El Greco de la luz y el color, del oro y del lapislázuli, de las lecciones magistrales en monocromías de blanco o de gris, que rompe estereotipos. "Casi siempre se le ve en sitios mal iluminados, lo que refuerza la idea de la España que no nos gusta", apunta un Mariné que ofrece una imagen brillante y aérea de algo habitualmente visto como mate y triste. "Lo que hemos querido es dar una imagen contemporánea, que rompa con la idea del Greco de la España negra. Mostrar su lado desconocido y también el de una España moderna a través de alguien vanguardista y expresivo".