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García-Alix, premio PhotoEspaña 2012

García-Alix, premio PhotoEspaña 2012

Se perdió. Del todo. Dice que todo el mundo se pierde alguna vez. A él le ocurrió hace casi diez años, mientras caminaba por una calle de París. Entró en otra dimensión. Aquella sensación no tenía sólo que ver con el tratamiento médico que le había llevado hasta la capital francesa para sanarse un hígado castigado hasta la cirrosis. Aquello era peor. Se sentía débil, dolorido, no sabía quién era, ni cómo ni por qué había llegado a ese estado. Vértigo.


Alberto García-Alix (León, 1956) se había roto en mil pedazos y eran cientos los fragmentos de su vida que andaban por ahí en forma de retratos en blanco y negro: Ana Curra, la Cascorro Factory, Ceesepe, Camarón de la Isla, los de Gabinete Caligari, Alaska y todo ese "Canto a la tripulación". París nunca fue la ciudad del amor, sino la del miedo


- Y ahora qué, se preguntó.


Así empezó el monólogo. Duró mucho más que aquel año de chutes de Interferón que rehabilitaron su hígado. Realmente, esa conversación interior es en la que ha vivido hasta hoy, cuando todo ha cambiado para siempre, cuando ha aprendido a reconocerse en un su propia confusión, cuando su Hasselblad se ha echado novia, una pequeña cámara de vídeo en HD. Cuando vive en “el purgatorio de las palabras”.


- Lo que pone en la Wikipedia es todo mentira. Yo nunca he sido el fotógrafo de La Movida, porque no era consciente de nada, porque no tenía ningún afán documental cuando hice aquellas fotos, sencillamente retrataba mi entorno, a mis amigos.


Ayer le regalaron una escultura de Eduardo Arroyo, el Premio de PhotoEspaña 2012. Tenía buen aspecto. Llegó en su Harley, como siempre, pero en lugar de llevar la chupa de cuero negra vestía una chaqueta blanca de lino. Y con la misma elegancia que la portaba, se hizo un canuto en la esquina de la calle.


Luego se pidió un té. Arrugó esos ojos castaños entrenados en el mirar, los mismos que alguna vez escudriñara de otro modo su padre, Carlos, de profesión oftalmólogo, y que no esquivan las miradas. Los cerró, en cambio, más de una vez para ver lo que había dentro.


- El primer viaje introspectivo lo hice en París, cuando la galería Chantal Crousel me ofreció producirme una obra en vídeo de la que salió la trilogía: "Tres tristes vídeos". Y, después apliqué todo lo aprendido al trabajo que hice para el Reina Sofía ("De donde no se vuelve", 2008). Con el vídeo descubrí la narración. Ahora, lo primero que necesito es escribir.


La voz de García-Alix habla ya desde sus cavernas, cuenta (en off) las historias de las sombras que se proyectan en sus paredes: “Con palabras todo es visible. Sólo ellas acercan nuestros ojos al infinito”, escribió en "El paraíso de los creyentes", una conferencia visual presentada a oscuras, con la vergüenza que le dan sus palabras, también en el Reina Sofía, y publicada en forma de precioso libro (editorial La Oficina).


La imagen se le ha revuelto al fotógrafo. Y son las resonancias de sus impulsos subcutáneos las que buscan ahora un reflejo en la realidad y no al revés. Es él quien se busca en el exterior, es él quien trata de verse ahí fuera, en esas naturalezas muertas, en esas estancias vacías, en los erguidos edificios de Pekín, en las marañas de las ramas de los árboles, en los postes de la luz olvidados... Atrás quedaron los retratos de tantos, que hoy dice que le huelen a melancolía, a pasado, a barniz. Las nuevas imágenes de García-Alix son cada vez más abstractas, más conceptuales, casi oníricas, susurros de emociones íntimas. Ahí está él, con sus sueños y sus desvaríos, con sus ilusiones y sus hastíos. Él. Más que nunca. Todo el rato: presente y futuro.


- La primera regla es no falsificar mis emociones. Luego busco constantemente la virtud de mi mirada, el ojo que he educado en todos estos años, y me pregunto qué quiero ver. Siempre es un juego mirar por la cámara. No es la realidad lo que vemos, sino lo que queremos ver, siempre filtrado por una emoción.


El presente, siempre en blanco y negro, se llama "Un horizonte falso". Es la muestra que se verá próximamente en Amsterdam y, ya en septiembre, en la galería de Juana de Aizpuru. Una selección de 20-25 imágenes realizadas en los dos últimos años para las que todavía anda buscando una narración.


- En ellas hay otro mundo. Ahora cuando miro por la cámara es como si tirase de una goma. La estiro hasta aquí (hace el gesto de acercársela) y se me escapa y tengo que volver a retomar la goma para ver donde encuentro la tensión.


El futuro, lo que García-Alix quiere ver, es en color: un vídeo de 60 minutos que aún no tiene guión pero empezará a tenerlo este verano, cuando ya esté instalado en su nuevo estudio, una antigua fábrica de insignias militares en Cuatro Caminos. Su nave espacial.


- Necesito empezar una nueva obra. Tengo que ser capaz de sentarme a escribir delante del ordenador. Soy un creador. No sé hacer otra cosa. Ese es mi reto. Y mi punto de partida es el cero.


Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: Patricia Ortega Dolz elpais.com | Fecha: 22/06/2012 | Ver todas las noticias



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