Art Basel 2012. ¿Hora de reinventarse?
Hubo un tiempo en que Art Basel ejercía una fascinación para propios y extraños que justificaba por sí sola la visita a la feria más importante de cuantas se celebran en el mundo. Pero estamos en 2012, y para alguien que visita la feria desde 2004 algunas fórmulas resultan ya no obsoletas, sino tal vez ejemplos vivos de que cierta renovación se hace más que necesaria en la denominada feria de ferias.
Pongamos por delante que aquí se trata del mercado, y en ese sentido, la feria sigue resultando impecable. Así, en los últimos años, los visitantes de la feria hemos contemplado como poco a poco la feria se abría a las economías emergentes de países como China, India, Brasil, México… un hecho que demuestra que los suizos, para las cosas del dinero, son astutos estrategas. Pero este año la presencia de estas galerías parecía aún más evidente, tal vez por el inmovilismo de las galerías occidentales de los países más representados en la feria (EEUU, Suiza, Gran Bretaña, Alemania), que repiten incansablemente los mismos stands año tras año, aprovechando la cada vez más evidente falta de memoria del coleccionista habitual y la impresionante capacidad adquisitiva de los nuevos ricos de las economías en desarrollo que se plantan en la feria por primera vez. De este modo, y analizando una por una las diferentes secciones que se observan en la feria, el piso inferior sigue reservado a los grandes nombres del arte, alternando las vanguardias con los artistas vivos más consagrados del universo artístico.
Nada nuevo bajo el sol. Pero la cosa cambia si subimos al primer piso, donde en un panorama más bien inmovilista, algunas galerías han apostado por tomar ciertos riesgos para diferenciarse de las galerías más establecidas, cosa de agradecer sin lugar a dudas. Tal es el caso de los stands de las galerías Jan Mot, Isabella Bortolozzi, OMR, Johnen Galerie, Millan, Standard, Herald St. y de la española Projectesd, que debuta en la feria. Es más, me atrevería a decir que, en este piso, la feria se hace más interesante a medida que el espectador se aleja de la plaza central.
Mención aparte merece la sección denominada Unlimited, que cada vez parece tener menos sentido en el contexto de la feria. Concebida como un segmento dedicado a las piezas de gran formato, la selección de trabajos es mediocre, e incluso en numerosas ocasiones juega en contra de los propios trabajos de los creadores seleccionados. Tal es el caso de las obras de Olivier Mosset, cuyas interesantes pinturas se convierten en meras decoraciones al adquirir proporciones descomunales, o el de Franz West, un habitual de esta sección, cuya escultura pierde su sentido y función al ser proyectada a escala monumental. Pero más allá de esta obsesión por la desmesura que atraviesa toda la sección, algunas piezas históricas de Robert Morris y Tony Morgan, y los trabajos de Joëlle Tuerlinckx, Walid Raad, Runa Islam, David Claerbout y Shimabuku, justifican por si solos la visita a este Hall 1 que acoge el Unlimited.
Por último, ese mismo pabellón acoge la sección Statement, consagrada a las galerías más jóvenes cierra el círculo, y que ofrece algunas propuestas muy interesantes. Cabe destacar allí, entre otras, las propuestas de Zin Taylor (Vidal/Cuglietta) y Elodie Seguin (Wolff), que asumen ciertos riesgos en un contexto en general bastante conservador.