Visiones y revisiones de Blake
Hay ideas, frases, hallazgos que determinan la estructura vital y estética de ciertos creadores con una nitidez intachable, como un ADN. William Blake (Londres, 1757-1827) es uno de esos hombres que tienen en sus sentencias el contenido del corazón. Aquí va una de ellas. Reveladora. Extraordinaria. Lobuna. "Debo crear un sistema o ser esclavo del de otro hombre". Y en ese afán por crear su propia jurisdicción simbólica e intelectual volcó su existencia sorteando el rechazo de sus coetáneos. Esquivando la gusanera de la incomprensión.
Desarrolló su obra (dibujo y grabado principalmente) sin atender a nada más que a sí mismo: sus obsesiones, sus entusiasmos, su concepto de la pintura como algo más allá de lo que muestra. Y así se aprecia en la amplia muestra que CaixaForum Madrid (Paseo del Prado, 36) presenta del artista y poeta británico. Un recorrido no sólo por su obra, sino por la estela que éste dejó en distintos movimientos sucesivos, desde los prerrafaelistas hasta los neorrománticos ingleses. De Dante Gabriel Rossetti a Graham Sutherland.
El Romanticismo fue el plancton del que se alimentó Blake, pero sin aceptar sus tiranías, su pesada digestión. Prefirió moverse por su tiempo con algo de comando autónomo, sin miedo a no alcanzar éxito ni glorias. Y así se parecía en las 74 piezas que la Tate Britain de Londres ha prestado a CaixaForum para esta cita, que amplía y enriquece la muestra que ya presentó en 1996 esta institución en su antigua sede madrileña de la calle de Serrano.
Una época turbulenta
En esta ocasión el recorrido descubre acuarelas, grabados, dibujos y pinturas. Y da cuenta de la singular iconografía que alimentó William Blake, impulsada por los avatares de la época turbulenta que le tocó en suerte. "Podemos decir que estamos ante un icono contracultural", subraya Alison Smith, comisaria de la exhibición y conservadora de arte británico de la Tate Britain de Londres. "Se trata de un artista visionario que trabaja a partir de la imaginación y que desarrolló su propio lenguaje visual. Algo que, de algún modo, es un equivalente a Goya en los días del Romanticismo".
En paralelo a su obra plástica desarrolló también una compleja labor poética. Y entre un espacio y otro se fue dando un generoso trasvase de imágenes y claves que hacen de Blake lo más parecido a lo que se denomina "un artista total" (así lo subraya la comisaria de la muestra). La pintura y la literatura tenían en él una misión semejante: interpretar los acontecimientos sociales y políticos de su tiempo desde el burladero del desafecto, de la crítica.
Vivió en los días de la Revolución Francesa, en los de la Guerra de Independencia de EEUU, en los de las batallas napoleónicas... Y contra el poder se mantuvo sin perder pie. Comenzó reinterpretando la mitología clásica en sus dibujos. Ilustrando, entre otras piezas clásicas, 'El sueño de una noche de verano', de Shakespeare. Pero fue en sus Libros proféticos, trabajados entre 1788 y 1806, donde mostró por vez primera su originalidad y las huellas que en él dejaron las revoluciones sociales del momento. Y es en sus grandes grabados en color donde desarrolla nuevas técnicas y prueba con materiales nuevos para él. Y es cuando comienza a trabajar sobre ilustraciones para la Biblia o para Shakespeare de nuevo, a la vez que va levantando su propia galaxia de mitologías, de sueños y seres movidos por fuerzas místicas y tormentosas. "Los tigres de la cólera son más sabios que los caballos del saber", escribió en uno de sus poemas.
Una tumba sin nombre
Uno de sus trabajos principales, a los 61 años, fue la ilustración del 'Libro de Job', una aventura que William Blake sentía cerca de su propia biografía personal y artística. Pero el reconocimiento no le llegó. O no del modo en que otros, mucho menores, lo disfrutaron. La vida, tal cual. William Blake murió en 1827 y fue enterrado en una tumba sin nombre. Y permaneció en un denso olvido hasta la llegada del grupo de pintores denominado Los Antiguos. Lo consideraron un gurú que trazaba el camino a seguir.
Aparecieron después los prerrafaelistas, a mediados del siglo XIX, con Dante Gabriel Rossetti al frente. Y el último eco de su influencia, que a la vez es el remate de la exposición en CaixaForum, llegó ya en el siglo XX con los neorrománticos ingleses: Graham Sutherland, Cecil Collins, John Piper, Ceri Richards...
Ya lo dijo Blake: "La imaginación no es un estado: es la existencia humana en sí misma". A eso se entregó sin tregua. A imaginar que las cosas eran también de otro modo.