El 15-M como Arte Contemporáneo
Lo que empezó como una pequeña discrepancia con el comisario de la Séptima Bienal de Berlín terminó convirtiéndose en una revuelta política sin ataduras. El problema comenzó tras la decisión de Artur Zmijewski, comisario de dicha muestra, de invitar a un grupo de activistas de Occupy Wall Street e incluirlos como muestra de la exposición.
Ante una decisión que los activistas consideraron denigrante por rebajar su condición a la de «zoo humano, con una plataforma desde donde los visitantes miran a los activistas comer, reunirse, discutir y dormir», los activistas decidieron poner unas estrictas condiciones a las autoridades de la Bienal. Este ultimátum incluía, entre otras cosas, desmantelar la estructura jerárquica de la Bienal y reemplazarla por un sistema de toma decisiones al estilo Occupy o 15M. Para su sorpresa, las propuestas fueron aceptadas por Zmijewsky y los demás responsables, estableciéndose así un sistema de trabajo basado en la igualdad entre todos los miembros.
De acuerdo con lo que la propia bienal ha publicado en su página web, «los movimientos invitados han cuestionado los principios de jerarquía cultural, económica e institucional y han llevado a la Séptima Bienal de Berlín a un punto de diálogo que demuestra que el arte actual funciona de verdad y deja su huella en la realidad. Ha abierto un espacio donde la política puede ser representada».
El proceso de descentralización de poder acordado entre dirigentes y activistas tuvo efecto sobre todas las capas de la Bienal. Las decisiones de tipo artístico, administrativo, de comunicación y presupuestarias. Todas eran consensuadas. De hecho, los propios comisarios dejaron de ser llamados así para ser «antiguos comisarios».
Zmijewsky, comisario y artista reconocido por su labor de estudio de la institucionalización del arte, fue inicialmente criticado por «antropologizar y humillar los movimientos de protesta». Según Noah Singer, miembro de Occupy Wall Street, «estaba convirtiendo a los activistas en blanco de todas las burlas de Berlín e incluso de Europa». El comisario, por su parte, se justificó diciendo que no les invitó por criterios artísticos, sino porque consideraba que eran actores políticos fundamentales en nuestro tiempo, que podían ir y hacer aportaciones interesantes a una institución cultural de esa clase. «Quizá lo del zoo humano al final no fuera tan malo. Terminaron reaccionando y se abrió un proceso muy enriquecedor».