'Si el Códice Calixtino lo robo yo, no lo hubiera encontrado nadie nunca'
Si existe una enciclopedia humana sobre el mercado del arte robado a la que acudir para hablar del Códice Calixtino de Santiago de Compostela, ésta no es otra que Erik el Belga. Casi tres décadas después de encontrar su retiro junto al Mediterráneo, el mayor ladrón de arte del siglo XX sigue encantado en tierras malagueñas. En días como estos, en los que España entera habla del Códice robado por el electricista, sus vecinos saben con quién se andan. Puede ocurrir que esté en una cafetería del Palo, se le acerque una mujer y le diga: «Érik, me has decepcionado, y yo que pensaba que el Códice lo tenías tú...».
Pregunta.— El juez que instruye el caso del Códice Calixtino dice que el ladrón no es un simple raterillo, sino una persona audaz...
Respuesta.— Es fácil aprovechar la circunstancia. Yo, en su momento, aproveché las circunstancias de este país para ir a por las obras. Y él tuvo la circunstancia de estar ahí, en la Catedral de Santiago, como en su casa. Y seguro que hubo cierta complicidad o tolerancia para que hiciera lo que ha hecho.
P.— Aun así, no es un robo, ¿no?
R.— Es un hurto. Quizás haya tenido complicidad y luego no. Si no esto es muy difícil. Lo que ha pasado parece de una película de Almodóvar. Es una cosa muy típica de aquí. Puede que haya habido un desacuerdo, que haya provocado que él quizá se apoderara del Códice para no ser denunciado, o lo contrario. Había también un libro de horas con un valor millonario y nadie se dio cuenta de que desapareció, porque no había un inventario.
P.— ¿Es normal que no lo haya?
R.— Muy normal.Sin excepción, en casi todas ocurre esto. Y en las sacristías de las iglesias hay millones de libros que no están inventariados. El clero sólo ha aceptado reconocer ante el Estado el 20% de su patrimonio, hay un 80% que no está inventariado. Ojalá esto que ha pasado en Santiago sirva para que se haga al fin un inventariado de todo lo que hay en las catedrales. La Iglesia tiene que entregarle al Estado un listado con todo el patrimonio. La Ley del 85, que nadie conoce, precisa que el patrimonio de los muros pertenece a la Iglesia pero que todo lo que está en el interior pertenece al pueblo.
P.– ¿Es fácil robar en las iglesias?
R.— En las bibliotecas a las que hay acceso, sobre todo. Y aunque no tengas acceso, si rompes la puerta y robas 50 libros nadie se entera. Hay miles de libros que están allí sin inventariar, y algunos de ellos tienen grandes grabados dentro, y si le arrancas el grabado pueden ser 50.000 euros por cada uno. Ocurre que si robas en una catedral tu delito prescribe en cinco años, mientras que si el Estado está por medio prescribe en treinta años. E incluso puedes reclamarlo a otros estados en mucho más tiempo. De no estar inventariado no se puede.
P.– ¿Piensa que la Iglesia ha vendido a lo largo de su historia algo de su patrimonio artístico?
R.— Claro. Lo hace hoy mismo. ¿De dónde vienen las obras que se encuentran en una subasta o en un anticuario? Sale, en muchos casos, de una iglesia.
P.— ¿Cree, entonces, que no se hace inventario de ese patrimonio para poder venderlo?
R.— Hombre, claro, o para aprovecharse de que no hay constancia de él. El clero gana millones sólo por la venta de entradas en las catedrales y no paga impuestos. No declaran ese dinero. De hecho, en estas entradas pone, a veces, con letra pequeña que es un donativo.
P.— ¿Si Erik el Belga volviera a las andadas, dónde iría a robar?
R.— Al mejor museo de libros posible. En los sesenta le compré al obispo de Zaragoza un montón de incunables, y hubo un ministro de Franco que descubrió que lo habían comprado grandes instituciones como la Biblioteca Nacional de Francia. El ministro protestó, y por poco no lo obligan a dimitir. Luego resultó que el intermediario entre ellos y yo era un condecorado de Franco, un falso cura... (risas). Se formó un gran escándalo. Yo he sido la punta de un iceberg, pero nadie ha sido capaz de medir la verdadera profundidad de este tema.
P.— ¿Qué hubiese hecho con el Códice, si éste cae en sus manos?
R.— Si el Códice hubiera caído en mis manos, nadie lo hubiera encontrado nunca.
P.— ¿Para venderlo bien hay que tener los contactos, no?
R.— Si no tienes lo contactos, mejor no robarlo. Tienes que tener siempre los aliados. Los santos por mucho que lo sean no vuelan por encima de las fronteras.