Palamós o el claustro de la discordia
La Generalitat de Cataluña ya tiene un veredicto sobre el claustro de estilo románico ubicado en la finca de Mas del Vent de Palamós: según el Govern, la construcción de estilo románico es solo eso. No es románica, tan solo una recreación contemporánea y una escenografía. Pero la cosa no es tan sencilla como parece.
Según ha sabido EL PAÍS, los técnicos que visitaron el edificio el pasado 2 de julio estuvieron reunidos el jueves durante más de seis horas en la sede de la Consejería de Cultura para consensuar el valor histórico-artístico de la construcción. No fue tarea fácil. Tenían que dilucidar si las galerías de arcos que han permanecido ocultas a la opinión pública durante medio siglo eran auténticas, y por lo tanto del siglo XII tal y como se había planteado en un primer momento, o formaban parte de una obra falsa del siglo XX, tal y como sus propietarios actuales mantienen, cosa que les excusaba de no haberlas declarado como bien patrimonial y, lo que es peor, a no aplicarle ningún tipo de protección legal.
Según ha trascendido, la Generalitat y la decena de técnicos especialistas convocados, entre los que se encuentran los arqueólogos Eduard Riu y Susana Manzano; la arquitecta de la Generalitat Olga Bas; Jordi Camps, conservador del área de románico del Museo Nacional de Arte de Cataluña y Àlex Massalles, restaurador de escultura del mismo museo; Màrius Vendrell, profesor del departamento de Cristalografía de la Universidad de Barcelona; Pere Rovira restaurador de piedra del Centro de Restauración de Bienes Muebles de Cataluña, además de un par de técnicos del Instituto de Patrimonio Histórico del Ministerio de Cultura, —pero ningún experto, aunque parezca paradójico, en escultura románica castellana, pese a que todo apunta a que este es el origen primero del claustro—, presentarán en unos días un documento sobre el ya célebre claustro en el que se afirmará que las piedras carecen de valor histórico.
Durante el maratoniano encuentro, cada uno de los especialistas expuso el resultado de sus análisis al resto de técnicos. Riu, en representación de la Generalitat, tras argumentar que percibió que el edificio “era una falsedad desde el primer momento”, negó la posibilidad de que acabara protegido. Según este arqueólogo de la administración catalana “España no es un desierto cultural para que una estructura así no deje rastro de ningún tipo” y “no se desmonta de modo oculto un bien patrimonial sin que se entere nadie". En su exposición destacó que era extraño que el claustro “no estuviera documentado en ninguna publicación” y que no era normal que al desmontar un bien para trasladarlo se hiciera en su totalidad, como al parecer había ocurrido con el de Palamós.
Sin embargo, no todo el mundo mantuvo la misma opinión. Hubo expertos que defendieron con argumentos científicos que el claustro sí es una obra antigua y posiblemente románica. El geólogo Vendrell afirmó que él, al no ser historiador del arte, no podía asegurar si el claustro era románico o no, pero como geólogo especializado en patrimonio cultural —dirige el laboratorio de referencia en Cataluña sobre el tema— sí pudo asegurar que las piezas pétreas del claustro de Palamós tienen varios siglos de antigüedad, los transcurridos desde que fueron sacadas de la cantera. Vendrell también se opuso a la opinión que mantiene que la rápida degradación observada en las piedras desde los años 30 del siglo XX, cuando el claustro estaba en Ciudad Lineal de Madrid, y su aspecto actual, es fruto de su juventud y argumentó los otros muchos factores que pueden propiciar esta alteración, entre ellos la contaminación atmosférica.
Riu aseguró durante la jornada que la Generalitat ve difícil realizar nuevas visitas al claustro que permitan llevar a cabo nuevos estudios. Los técnicos sugirieron de forma casi unánime que el claustro debería gozar de la máxima protección que contempla la Generalitat, la de Bien Cultural de Interés Nacional, mientras ulteriores estudios determinen su historia: aun en la hipótesis de una construcción moderna, consideran su valor artístico innegable. La Generalitat no dejó claro que esa sea su intención.
El veredicto de la Generalitat es un punto y seguido a la historia que saltó a los medios de comunicación el pasado 5 de junio cuando EL PAÍS publicó la noticia de que el profesor de Historia del Arte Medieval de la Universidad de Girona, Gerardo Boto, denunció en el congreso sobre Arte Fugitivo la existencia de estas arcadas situadas, desde 1959, en una finca privada de Girona a las que no se le permitía el acceso para poder examinarlas y estudiarlas, tras haberlo pedido en los dos últimos años. La Generalitat, conocedora de su existencia, al menos desde julio de 2011, tampoco había hecho nada, y solo tras la publicación de la noticia, presentó una denuncia en el juzgado exigiendo a los propietarios, el suizo Kurt Engelhorn y la sociedad Explotaciones Agrícolas y Forestales Brugarol SA, poder visitar los restos. A los dos días, tres técnicos de la Generalitat, entre ellos el propio Riu, pero ningún historiador del arte, lo visitaban por primera vez, y al día siguiente, las puertas de la enorme finca del Mas del Vent se abrían para todos los medios de comunicación.
La falsedad que plantea la Generalitat presenta algunos interrogantes. Entre ellos, el de si tenía algún sentido en la España de los años treinta llevar a cabo una empresa tan cara en tiempo y dinero como la de inventar un claustro, cuando era posible adquirirlo original más barato; cuál era el cliente dispuesto a pagar ese alto coste; si alguien estaría dispuesto a correr el riesgo de vender una obra falsa que, de ser descubierto, arruinaría para siempre su negocio; y si había alguien con el conocimiento de arquitectura, escultura, historia y sigilografía capaz de llevar a cabo una obra tan medieval ocho siglos después.