'Valdés Garden'
Hay hermosuras, verdaderas bellezas en el mundo, que no son degustadas con la profusión que merecen. En ocasiones porque los astros que las alumbran son cicateros a la hora de mostrarse. La mezzosoprano Cecilia Bartoli es en cierta medida un ejemplo, no se prodiga lo suficiente, según bastantes de sus seguidores. El matador José Tomás está aún más en la misma categoría, pudiendo embriagar a miles de personas en 40 o 50 tardes se exhibe sólo en unas míseras cuatro corridas con lo que la emoción que transmite, la rotundidad de su arte sólo es paladeada por un puñado de privilegiados. Si José Tomás es creyente más le vale confesarse en algún momento porque deberá responder de su roñosería en el Juicio final.
Otras bellezas no obtienen la atención que merecen, incluso dentro de una ciudad, por encontrarse un tanto a trasmano. En España hay abundantes ejemplos. Hasta en la muy cosmopolita Nueva York, a la que he vuelto recientemente, podemos toparnos con algún botón de muestra. Un caso claro es la Hispanic Society, probablemente la colección más importante de arte español fuera de nuestro país y que, por estar ubicada en la parte alta de Manhattan, adentrada en Harlem, duerme el sueño de los justos olvidada de los visitantes. Una increíble colección de Sorollas, amén de Goyas, Velazquez, Casas, finísima cerámica, unos 3,200 carteles taurinos de fines del XIX y principios del XX... Su tesoro es ignorado por muchos neoyorquinos y por la inmensidad de turistas españoles que vienen a consumir frenéticamente a la ciudad.
Otra joya a trasmano, aunque mucho menos ninguneada, son los Jardines Botánicos del Bronx probablemente el espacio más importante de este género en Estados Unidos y cuya visita recomiendo especialmente en estas fechas a nuestros compatriotas porque en su singular marco el artista español Manolo Valdés ha posado siete monumentales esculturas que literalmente encandilan, deslumbran. No es hipérbole. Las gigantescas piezas, que se exhiben hasta el 25 de Mayo, se funden idealmente, sublimemente con el cuidado paisaje de los Jardines del Bronx. La visión repentina de varias de ellas tiene algo de 'shock' estético que roza lo sobrecogedor como asomarse al Cañón del Colorado, como un pase natural de José Tomás o el final primorosamente ejecutado de un aria de 'Lucia' o 'Don Carlos'. El Botánico del Bronx parece que llevase su largo siglo de existencia esperando a las estatuas del español y Valdés, de su lado, parece como si hubiera estado una década paseando por las rocosas montañitas, los riachuelos, las avenidas, los senderos del parque... para concebir su insólita obra.
La finca de los Jardines botánicos, pegada al Zoo más rico de Estados Unidos, tiene una extensión no despreciable, algo superior a 100 hectáreas, y fue adquirida por el Ayuntamiento de la ciudad en 1891 y desarrollada, como es frecuente en aquel país, por la iniciativa privada, aportaciones de particulares, donativos de grandes empresas... Cuenta con un impresionante laboratorio y Centro de investigación, financiado en parte por Pfizer, en el que unos 180 profesores y científicos enseñan a unos 45 estudiantes venidos de todo el mundo. La biblioteca instalada en un imponente edificio tiene la friolera de 555.000 volúmenes sobre la flora, plantas, árboles del planeta.
Perderse en sus vericuetos en los días de semana del otoño o primavera, cuando el ambiente me parece más bonito y hay menos gente, los Jardines reciben 820.000 visitantes al año, es relajante y enriquecedor. Entre la rica variedad de árboles, robles, abedules, cerezos...las treintas hectáreas dedicadas a las coníferas constituyen, por su variedad y formas insólitas, un espectáculo único.
Las estatuas de Valdés ('Yedra', 'Guiomar', 'Alhambra', 'Mariposas'... Alguna mide 16 metros de larga y cuatro de alta, están hechas en aluminio y y fundidas en España y pesan 20 toneladas) están diseminadas en parajes relativamente cerca de la entrada. El artista contaba a 'The New York Times', en un largo artículo que el matutino dedicaba a la inauguración, que tuvo la idea andando una mañana por Central Park al ver a un hombre tumbado tomando el sol y sobre cuya cabeza jugueteaban unas bonitas mariposas.
Gregory Lang, Presidente de los Jardines, que han editado carteles, folletos, tarjetas postales y camisetas sobre el tema, ha contado que "nos interesan obras de volumen que atraigan gente a los Jardines pero que también le sugieran al visitante contemplar los Jardines con un enfoque diferente".
Sugieren cosas ciertamente. Me gustaría vivir aún en Nueva York y sentarme con un buen libro(¿Chejov?, ¿Vargas Llosa?, ¿Kundera?) algo distanciado pero enfrente de, por ejemplo, 'Mariposas', enfrascarme en la lectura, ahora en otoño sería una época adecuada, y de vez en cuando, sin prisas, levantar la vista y saborear el lienzo casi incomparable que tengo delante. Sería un festín. Y siento que una al menos de ellas no acabe aterrizando milagrosamente en el Retiro.