Digitalización de la cultura
Un libro es un artefacto inmutable y cambiante. Inmutable porque fija una creación intelectual para el resto de los tiempos y variable porque los soportes de esa creación han ido variando desde el papiro al códice, del manuscrito al papel y del disco a la red. Hay libros de todas clases, pero todos ellos cobran su sentido cuando se difunden, como con la obra de Leonardo da Vinci.
La Biblioteca Nacional de España (BNE) tiene 28 millones de obras e incluyen más que palabras: música, mapas, partituras, grabados, fotos, audiovisuales… Muchas de esas obras están en un formato tangible, firmemente fijados en ellos, anclados y prisioneros de su forma física, encadenados a la consulta presencial.
La digitalización de estas obras (palabras, imágenes y sonidos) en cierto modo las desvanece, atenúa su realidad, las convierte en no tangibles; ya no se pueden tocar ni oler. Pero de golpe esta no realidad se hace densa y cobra “cuerpo”, un cuerpo tan volátil como lo es la realidad cambiante, como lo es la diacronía permanente que es nuestro caldo germinal, el medio ambiente del siglo XXI. Un medio ambiente que nace en bits, como impulsos que diseñan historia y vida.
Los libros interactivos representan un escalón más en la labor de difusión y divulgación del Patrimonio, se trata de una digitalización enriquecida por la contextualización del autor y sus obras, que fija las coordenadas de la época social, muestra la ciencia y la cultura contemporáneas y nos permite incluso visualizar algo que no llegó a existir, como nos muestra la tan hermosa y premiada Enciclopedia de las cosas que nunca existieron, de Michel Page.
La Biblioteca Nacional de España, con la complicidad de Telefónica, ha digitalizado ya alrededor de 100.000 libros, y dos de ellos los ha convertido en libros interactivos. El primero fue el Quijote Interactivo, que vio la luz en octubre de 2010 y nos permitió seguir las rutas de los viajes del Quijote con mapas que vieron la luz más de quinientos años atrás, cuando Alonso Quijano y Sancho fueron creados por la lúcida mente de Miguel de Cervantes. Esta creación de la BNE nos permite oír la música de la época y conocer qué leían los primeros lectores que tuvo El Quijote, además de las aventuras de gigantes, dulcineas, batanes u otros monstruos de lo real. Estas historias han embrujado a 2.300.000 usuarios de nuestra web, y seguro que ha despertado a algunos lectores durmientes, y hasta puede que haya hecho creer a más de uno en la utopía de la caballería.
Nuestro segundo interactivo es la obra de un humanista, de un hombre del Renacimiento, un genio que creía en una totalidad humana que incluía desde la etérea astronomía a la material anatomía, desde la construcción con máquina y ladrillo hasta la observación del vuelo de los pájaros. Un hombre capaz de soñar un amor y de inventar la música para explicarlo. Se trata del Leonardo da Vinci Interactivo.
Leonardo es un privilegio para las desarrolladores: su interés hacia todo lo creado y por inventar ha permitido recoger más de 100 citas de los más diversos temas, diseñar 42 máquinas e ingenios, tratar muchos temas y mostrar la belleza de sus dibujos, junto con la extraña armonía de su escritura especular. Un libro que dibuja un mundo de sueños. Esta digitalización enriquecida nos permite ciertas licencias, como dar vida a algunos de los ingenios creados por Leonardo, dibujar ante nuestros ojos del siglo XXI una reproducción de lo pasado, sea real o imaginario.
Además, se trata de un estadio tecnológico que nos va a permitir ampliar o modificar los contenidos, evolucionar hacía mayor interactividad. El sueño verdadero sería una plataforma tecnológica totalmente configurable que nos otorgara autonomía para crear nuevos libros interactivos, no sólo a nosotros, los bibliotecarios, sino a cualquier lector soñador, adaptados a los nuevos dispositivos (apps para tabletas y teléfonos móviles o para lo que se desarrolle en un futuro) y que nos diera la oportunidad de crear infinidad de nuevas historias, muchos universos nuevos.
Los bibliotecarios tenemos el deber de velar los sueños que albergan los libros que custodiamos, pero también de sembrarlos en las mentes y corazones de nuestros lectores, y los libros interactivos, como otras herramientas nuestras, nos ayudan a trasmitir este patrimonio de la humanidad.