Dibujar el surrealismo
Todo empezó con una nota a pie de página que, en opinión de Leslie Jones, comisaria del Los Angeles County Museum of Art (LACMA), la historia del arte ha ignorado durante demasiado tiempo.
En el primer Manifiesto Surrealista que André Breton escribió en 1924, el escritor francés incluyó una nota en la que animaba a otros artistas a que simplemente trazasen las imágenes que encontraban en sus sueños. El mensaje era que “el artista debía limitarse a plasmar esas imágenes, no a interpretarlas”, escribe Jones en el catálogo de la exposición Drawing Surrealism, que reivindica el papel del dibujo en un movimiento de orígenes literarios y, al menos hasta ahora, siempre asociado a la pintura y la escultura.
Según Jones, en esa nota a pie de página Breton reflexionó por primera vez sobre el potencial del dibujo para expresar las imágenes de los sueños y el inconsciente, y no es casual que los surrealistas fueran los primeros en plantarse y rechazar esa noción de "arte menor" del dibujo. Para artistas como Francis Picabia, Max Ernst, Joan Miró, Salvador Dalí, André Masson o Yves Tanguy los dibujos no eran meros estudios o bocetos, eran obras en sí mismas que valoraban por su inmediatez y espontaneidad y que desempeñaron un papel fundamental en su producción artística.
En sus obras, y en las de muchos otros artistas -la lista es larga: Jean Arp, Man Ray, César Moro...-, pueden encontrarse los orígenes del dibujo como lo entendemos en la actualidad, argumenta Jones. Es decir, como un espacio para "la experimentación y la innovación" que se resiste a una única definición.