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Para salvar el arte contemporáneo de la autodestrucción

Para salvar el arte contemporáneo de la autodestrucción

Actualmente, los restauradores se enfrentan a un reto sin precedentes en la conservación de las obras de artes que, creadas a partir de métodos y materiales poco convencionales, envejecen pronto o se vuelven obsoletas. Algunas obras pueden ser salvadas. Pero otras están condenadas a la autodestrucción.


Los materiales sintéticos se agrietan, las piezas de recambio utilizadas para algunas esculturas se desgastan y los recursos audiovisuales utilizados se vuelven obsoletos. El uso de materiales poco conocidos, e incluso degradables, la creación del ‘performance’ y el arte conceptual comenzaron a transformar la profesión de la restauración de arte desde los años 70’s y han introducido nuevas especialidades.


Por otra parte, han provocado un debate profundo con respecto a si el arte contemporáneo realmente debe ser conservado.


“Cada trabajo de arte implica un nuevo desafío”, dice a swissinfo.ch Pierre-Antoine Héritier, restaurador de arte de Ginebra. Pero una de las ventajas del arte contemporáneo es que, con frecuencia, los artistas aún están vivos aún y esto nos permite dialogar con ellos durante los trabajos de restauración.


Pero destaca que el uso de nuevos materiales está volviendo a los trabajos de arte cada vez más vulnerables porque no es claro cómo envejecerán. No obstante, esto no los hace más frágiles o menos valiosos, aclara Héritier, quien actualmente trabaja en la restauración de un lienzo cubierto con goma de mascar.


Condiciones desfavorables.

La posición de Héritier es mucho más crítica con respecto a las condiciones de exposición, almacenamiento y transporte de las obras, que cuando son malas, son las responsables de muchos de los daños que experimentan las obras, especialmente desde que el arte se desplaza entre museos, galerías y colecciones individuales que compiten permanentemente por exhibir a los artistas más reconocidos.


Así, el desarrollo de hongos, telarañas, la llegada de insectos y el uso de papel burbuja para la transportación de las obras, en lugar de la correcta protección que requieren, son las peores pesadillas del restaurador.


En su caso, reconoce, su trabajo ha cambiado poco desde que se inició en la actividad de la restauración en 1975, pero afirma que sus colegas más jóvenes han tendido a la especialización. Por ejemplo, su asistente, Anita Durand, quien escribió su tesis sobre la restauración de trabajos efímeros como los performance , que son manifestaciones artísticas realizadas en escena y que solo existen en el momento presente.


Como resultado de esta tendencia hacia la especialización, la colaboración entre diversas disciplinas se ha vuelto esencial y esto incluye también el trabajo científico. El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (MoMA), el Getty de Los Ángeles y la Galería Tate de Londres, cuentan con científicos dedicados de tiempo completo a encontrar soluciones para la conservación de materiales poco estables.


Los costos de la restauración están pues a una gran velocidad, y las compañías de seguros también solicitan expertos restauradores que evalúen las condiciones de una obra antes y después de un viaje.


Sylvie Ramel-Rouzet, quien se dedica a restaurar arte fabricado a base de plástico, admite: “Nuestros conocimientos sobre las distintas familias químicas que conforman los materiales sintéticos jamás son tan veloces como la evolución de éstos”.


Esto explica que Ramel-Rouzet trabaje constantemente en estrecha relación con químicos y curadores para ralentizar el proceso de degradación de esculturas, por ejemplo, hechas con basura como las realizadas a partir de los años 60’s por el artista Arman. “No podemos detener el tiempo, pero podemos hacerlo transcurrir con más lentitud”, afirma.


Aunque no todas las obras de arte requieren realmente detener el tiempo, subraya Bernard Fibicher, director del Museo de las Bellas Artes de Lausana, quien afirma que el deterioro es parte integral de las llamadas ‘pinturas trampas’ del artista Daniel Spoerri, que realiza ensamblajes a partir de restos de comida. O de las esculturas en chocolate de Dieter Roth.


“Tenemos que aceptar que en 20 o 30 años quedará muy poco de estas piezas”, explicó Fibicher, por lo que es importante realizar documentos que consignen la existencia de estas obras para permitirles seguir vivas.


El ‘land art’, por ejemplo, arte desarrollado a partir de materias de la naturaleza como la arena, la tierra o las piedras, ha sido concebido para ser exhibido en un entorno natural específico, no es transportable y su única forma de sobrevivir es convertirse en documento.


Escuchando a los artistas.

Thoms Hirschhorn, el artista suizo más famoso en el mundo, fue consultado por swissinfo.ch sobre qué podía hacerse para asegurar la longevidad de su obra.


“Mi arte está hecho para la eternidad”, fue la respuesta que dio. Una declaración que resulta sorpresiva considerando que su obra está realizada con papel de envoltura, cintas, marcadores cuya tinta se desvanece con la luz, y que está salpicado con recortes de diarios o revistas para reflejar el pulso del mundo.


Pero la consideración de que cada obra de arte está hecha para la eternidad, como lo sugiere Hirschhorn, es un reto al que los restauradores deben de enfrentarse todos los días en su batalla cotidiana contra la efímera permanencia de algunos materiales.


“Hirschhorn es un buen ejemplo”, destaca Heritier porque él hace a los restauradores las preguntas que ellos mismos suelen plantearse todo el tiempo.


“Una obra de arte inventa el tiempo”, dice filosófico Hirschhorn cuando se le pregunta si estaría de acuerdo en que alguno de sus trabajos fuera reproducido idénticamente ante la imposibilidad de restaurarlo.


“Dado que mi obra no desaparece, no debe ser reproducida”, es su única respuesta.


Pero otros artistas piensan distinto y, de hecho, dan la bienvenida a la oportunidad de revivir o refrescar sus trabajos, algo que los restauradores deben conocer de antemano para poder realizar su trabajo.


El artista Damien Hirst, por ejemplo, provee un servicio “post-venta” para sus trabajos averiados, mientras el destacado artista californiano, Paul McCarthy, se complace reemplazando personalmente los elementos que se han dañado en sus esculturas con otros incluso más impactantes, lo que no siempre ha derivado en un resultado exitoso.


Sarkis, artista conceptual contemporáneo cuya obra llenó completamente el museo Mamco de Ginebra –sus trabajos son elaborados a partir de objetos diversos y materiales presentados por los medios de comunicación- , acepta que su propuesta está determinada por el entorno den el que se exhibe. La curadora Sophie Costes detalla que este artista considera, por lo tanto, que sus instalaciones deben ser como una partitura musical que debe ser tocada de forma distinta en cada caso.


Salvar o no salvar.

“El arte necesita mantenerse en movimiento y nuestra misión es en gran parte mantenerlo vivo”, dice Costes.


“Para ello, necesitamos un espíritu más abierto, pero también tenemos que aceptar que no todas las obras de arte están hechas para sobrevivir. Si todo el arte del pasado hubiera sido preservado, no habría existido lugar para nada nuevo”, añade.


Por su parte, Fichiber recuerda que alguna vez, mientras examinaba una obra del expresionista alemán, Kirchner, junto con el legendario corredor de arte de Berna, Eberhard Kornfeld, el Director del Museo de las Bellas Artes de Lausana hizo un comentario sobre las visibles manchas que estaban presentes, a lo que Kornfeld simplemente respondió: “Joven caballero, veo que usted ya pinta algunas canas. Todo en esta vida se deteriora. Por qué pues no aceptar que lo mismo sucede con el arte”.

Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: swissinfo.ch (Michèle Laird) | Fecha: 28/12/2012 | Ver todas las noticias



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