Espejismos de una pasarela
El continente no se justifica en sí mismo. La pasarela es solo un pasillo largo con sillas a los lados. Lo que la convierte en una semana de la moda más o menos relevante es su contenido. Porque por el simple hecho de celebrarse sobre la tarima de Ifema, una presentación no adquiere la categoría de desfile.
Y algunas de las vistas durante esta Mercedes Benz Fashion Week Madrid (MBFWM) se quedan en simples catálogos andantes carentes de ambición creativa. O en ejercicios promocionales, sin un proyecto ni un discurso textil que las sustente. El espectáculo por el espectáculo puede asegurar minutos de televisión, pero tiene un riesgo: acabar transformando la pasarela en mero escenario.
Existen otras formas de enseñar un producto fuera de los límites de Ifema, pero tal vez, como apunta Daniel Rabaneda, "no tienen la misma repercusión ni la relevancia que ofrece Cibeles, y que es la que una marca necesita para crecer". Junto a Etxebarria y Moisés Nieto, el diseñador sevillano es una de las nuevas incorporaciones de esta 57ª edición. La temporada pasada, los tres desfilaron dentro del Off, que engloba las presentaciones organizadas y sufragadas íntegramente por los diseñadores, pero que se incluyen en el programa oficial de la MBFWM.
Los criterios económicos, más allá de las posibilidades mediáticas, han sido decisivos para Rabaneda, que ha dejado de contar con la Diputación de Sevilla como socio capitalista aunque mantiene al resto de sus accionistas. Su anterior desfile, que tuvo lugar en un jardín privado de Madrid, costó 30.000 euros. El que acaba de facturar en Ifema, poco más de 3.000: la cuota que abonan todos los diseñadores desde hace cuatro años. "Además, la organización pone las modelos, la peluquería, los focos, el sonido, el espacio. Y tú puedes concentrarte por completo en la colección", argumenta.
Su decisión, sumada a las de Nieto y Etxebarria, evidencia dos inquietantes realidades que inducen a la reflexión. La primera, que las plataformas alternativas funcionan como canales de transición hacia la MBFWM. Y segunda: todos los caminos llevan a Cibeles.
Así Aristocrazy, la firma de joyas accesible de Suárez, volvió a optar por un desfile en solitario para mostrar su trabajo. Presentó grandilocuentes e improbables piezas creadas ex profeso para cámaras, redactores y público, pero que no llegarán a sus tiendas. “Queremos estar cerca de la moda, comunicar que adquirir joyería no tiene por qué ser una acción premeditada y ocasional. Buscamos asociarnos al circuito de compra habitual de las mujeres”, explica su director de producto, Juan Suárez.
Sus intenciones son legítimas y, al parecer, fundadas. Su debut de hace un año reforzó la visibilidad de la marca, su imagen y sus ventas. Pero, ¿por qué le interesa a Cibeles contar con ellos en su calendario? “Nos hicieron una propuesta y aceptamos porque sus piezas representan la moda en el momento: van innovando y cambiando. Es una cita especial”, argumenta Cuca Solana, directora de MBFWM. Quizá por eso Aristocrazy no comparte el mismo régimen que el resto de diseñadores y debe hacerse cargo de todos los costes de su presentación, desde las modelos al maquillaje. Otras muchas firmas españolas de complementos, como Tous o Camper, encajan dentro del mismo perfil ¿veremos un desfile solo de zapatos?
Entre tanto espejismo, los Ailanto aportaron un poco de luz con su propuesta inspirada en el trabajo de la pintora ucrania Sonia Delaunay. Tomando su obra como punto de partida, los hermanos Muñoz facturaron unos preciosos bocetos que finalmente “dieron como fruto” los estampados que salpican vestidos y blusas.
Estructuras lineales enfrentadas a formas orgánicas que confirman que la mayor fortaleza del dúo vasco reside en su especial sensibilidad para diseñar tejidos. Las siluetas sencillas pero apetecibles y la eficaz paleta de colores —corales, bronces, azules Klein— remataban su mejor colección de los últimos años.