Utilidad del periodista (hoy)
Este último sábado El Gran Debate de Telecinco llevó a su plató el asunto de las fotos en las que se ve al presidente gallego Alberto Núñez Feijóo posando en un yate con un traficante de tabaco (y luego de drogas) de su región.
as fotografías las publicó EL PAÍS y la información era de dos compañeros de la Redacción gallega, entre ellos Xosé Hermida, veterano colega que lleva muchos años trabajando desde Santiago para el periódico. Me fijé, en el último tramo del debate, que quienes estaban frente a él en la interpretación sobre la importancia sociológica y política de esas fotografías hicieron todo lo posible para que Hermida no dijera ni pío, a pesar de que él era quien tenía una información más precisa, más documentada y más relevante sobre lo que había ocurrido cuando se tomaron las fotografías (hace algo más de quince años) y sobre las justificaciones que el ahora presidente gallego había dado a sus diversos encuentros con el citado traficante, Marcial Dorado.
Me llamó la atención la insistente maniobra que algunos de aquellos contertulios puso en marcha para que el periodista no dijera nada; educadamente, él atendió las distintas llamadas de algunos de sus interlocutores (y del propio director del debate) a que esperaran a que ellos mismos dijeran sus argumentos. El resultado es que ese filibusterismo consiguió que llegara el final del programa sin que el compañero nos ilustrara con lo que sabía.
Me vino ahora a la cabeza esta situación porque he intentado responderme a la importante pregunta que se hace José María Izquierdo en su nuevo libro, ¿Para qué servimos los periodistas? (Hoy), que ha editado Catarata y que se presenta hoy, precisamente, en el Círculo de Bellas Artes. Deja muy claro Izquierdo, que es un gran periodista, y además muy buen escritor (de opinión, o de lo que le pongas por delante), que periodista es aquel capaz de obtener, organizar y divulgar la información, antes que cualquier otra cosa. No es, en principio, un opinador, no es alguien que con sus columnas o con sus artículos o con sus comentarios intente derribar gobiernos o sistemas. Es, muy modestamente, y eso lo dicen también otros grandes del periodismo al que él ha convocado al libro (desde Maruja Torres a Joaquín Estefanía pasando por Jesús Ceberio o Sol Gallego), un informador, alguien que sale a la calle, llama por teléfono, confirma, contrasta, y al fin relata lo que pasa con el único fin de dar testimonio de lo que sucede, ofreciéndole al lector (o al oyente) todo aquello que sabe diciendo además por qué lo sabe y qué no sabe.
En aquel coloquio quien más sabía, y lo dejó ver cuando tuvo algunos resquicios, era Hermida. Frente a él había, sobre todo, personas que deducían, según los indicios de su corazón, lo que les hubiera gustado que pasara. Pero el que sabía qué había pasado, el que lo investigó, el que lo contrastó, el que hizo las preguntas a las personas adecuadas (entre ellas, al presidente gallego) era el informador que levantó la historia y la condujo a la consideración de los lectores. El ruido alrededor no era informativo, era sobre todo el ruido de la opinión. Legítima, quién lo duda, pero opinión al fin, dicha en este caso, sobre todo, para oscurecer la información.
¿Utilidad del periodista? Izquierdo lo deja claro en su libro: cuanto más información, mejor periodismo; la especie, que cala en los estudiantes y en muchos lectores u oyentes, que cuanto más alta es la voz de los que opinan mejor es lo que dicen, cuanto más acuerdo tenga lo que se dice con la pasión de los que escuchan, mejor periodista se es, resulta una falacia que recorre el espinazo del oficio y lo pone en duda.
Un periodista es "un profesional que busca historias, que sabe encontrar los datos y contextualizarlos y, finalmente, que posee la capacidad de contársela de forma atractiva y eficiente a los demás". Eso dice Izquierdo. Y dice en el frontispicio del capítulo que incluye el título del libro (¿Para qué servimos (hoy)?) Soledad Gallego-Díaz: "Los periodistas suelen ser personas con una mala salud de hierro. Mucha paciencia y curiosidad, que se dedican a indagar en los hechos, de acuerdo con unas reglas. Suelen ser molestos porque, cuando hacen bien su trabajo, preguntan por cosas que no se quiere que se sepa y que siempre irritan a los más poderosos".
Pues por eso no querían que hablara Hermida, porque es un periodista que tenía la información, y por eso su semblante educado y contrariado me ha venido a la cabeza cuando he leído el libro de Izquierdo sobre la utilidad (hoy) del periodista.