«La marca España está en la cultura»
César Antonio Molina y Luis Alberto de Cuenca reivindican un Ministerio de Cultura específico como símbolo de la nación ante el exterior y con «el máximo relieve político».
Hombres con arraigo reconocido en la cultura antes que en la política, César Antonio Molina (La Coruña, 1952) y Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) han dejado su impronta en la toma de decisiones de despacho durante la época en la que sirvieron a gobiernos del PSOE y del PP. Conocen lo que significa el poder, su trastienda y a qué sabe apearse de él, la lejanía de los focos, el olvido mediático, las polémicas cotidianas donde los egos suelen estar en el foco de conflictos, teléfonos que dejan de sonar... Ayer se colocaron ante el foco del público del Aula de Cultura de El Norte de Castilla durante una hora y media que a los asistentes dejó con ganas de más.
En la biblioteca de la Casa de Cervantes encontraron ese tono ambiental que propicia la cercanía que desemboca en confidencias y confesiones, en frases y palabras que desbordan contenciones planeadas de antemano. El tema, 'Poder y política', tenía enjundia y fue propicio al desenvaine de ideas y experiencias. Y como concernía lo mismo a tiempos pasados que a actuales, hubo cabida para anécdotas, reflexiones y algo de desquite.
Ambos intelectuales basaron sus intervenciones bajo una idea fuerza compartida: «La marca España está en la cultura». Por eso no entienden que no se haya creado un Ministerio de Cultura específico. «La imagen y el prestigio de un país es su cultura», apuntó César Antonio Molina. «Se trata de un ministerio con una carga simbólica enorme, y más en un momento como el que vivimos, en el que está en entredicho el Estado».
Que el país atraviese por sus horas más bajas hace más incomprensible aún la «obstinación» del Partido Popular en no crear un Ministerio de Cultura, en opinión de Luis Alberto de Cuenca. «Necesitamos que exista un altavoz de la cultura española, que es lo que nos define. En Europa no se ha logrado una imagen unitaria en torno a lo cultural a causa de la manía fragmentaria del mosaico cultural. Y mientras no haya una imagen compartida por todos los países no habrá una cohesión real».
Ambos intelectuales coincidieron en apreciar el error que, a su juicio supone –como han hecho el actual y anteriores gobiernos–, trocear un ministerio en varios departamentos, como el actual, dividido en Educación, Cultura y Deporte. «Un ministro que tiene todas esas responsabilidades es imposible que las atienda», señaló el ex titular de la cartera ministerial con José Luis Rodríguez Zapatero entre 2007 y 2009. Entre las anécdotas que desgranó dominaron las alusivas al toma y daca que mantuvo con partidos nacionalistas durante su mandato, cuando algunos consejeros de Cultura se dirigían a él como «su homólogo».
En este ámbito, Luis Alberto de Cuenca –exdirector de la Biblioteca Nacional de España (1996-2000) y exsecretario de Estado de Cultura (2000-2004)– abogó por restaurar una imagen de España que ve «desvaída» en el concierto internacional. «Hay que renovar ese prestigio que teníamos en Hispanoamérica».
Defendieron ambos ex altos cargos del PSOE y del PP el aporte de la cultura a las relaciones internacionales. De Cuenca defendió su impronta en los negocios, que se hacen mejor, dijo «cuando se es culto, porque el sustrato cultural es bueno para la negociación con otros países, pues implica conocimiento». Y Molina recordó cómo desde su cargo ministerial tomó la decisión de impulsar la denuncia contra la empresa cazatesoros Odyssey, que acabó finalmente con la devolución del patrimonio expoliado a las autoridades españolas. «Estaban en juego el honor y la imagen de todo un país, que es su cultura y también su prestigio», sentenció.
A lo largo de la charla ambos invitados hablaron con desapego de los cargos que ocuparon, saliendo a relucir cómo el ministro socialista fue destituido por Rodríguez Zapatero –reseñó Fernando Conde en la presentación– por paridad y glamour; y cómo «a la política», dijo De Cuenca, «hay que quitarle importancia».
Prestigiar el cargo.
Frente a los políticos que solo pasan a ser conocidos por la opinión pública cuando llegan al cargo, el director de la Casa del Libro dejó claro que ese no fue su caso ni el de su interlocutor en la charla: «Creo que Luis y yo le dimos prestigio al cargo. La cultura era nuestro mundo y la conocíamos bien, habíamos escrito libros y había una trayectoria», señaló recordando lo complicado que fue gobernar en minoría, pactando con otros partidos. Una circunstancia que llevó al Académico de la Historia a contar la cara opuesta, su experiencia de mayoría absoluta con José María Aznar, «que también fue complicada. Nos tocó la guerra de Irak y nos llamaban asesinos por la calle».
Hubo alusiones también ego de la gente de la cultura, «que es inmenso», según Luis Alberto de Cuenca, convencido de que el dinero de este departamento debería concentrarse en incentivar y preservar el patrimonio español más que gastarlo en empresas culturales. Una visión diferente de la de César Antonio Molina, conocedor de cómo en Europa algunos países triplican sus ayudas con relación a España en la protección y fomento, por ejemplo, del cine nacional. Concluyó el debate con una llamada a combatir el pesimismo y el desencanto instalados en la sociedad española. ¿El revulsivo? El rearme cultural.