La Catedral del Mar se lava la cara
La piedra arenisca de Montjuïc reluce con una blancura sorpresiva, casi como si no hubieran pasado 600 años desde que la trasladaron allí estibadores como el que protagoniza La catedral del mar, la famosa novela de Ildefonso Falcones (cuatro millones de ejemplares vendidos sólo en España y traducciones a 45 países) que ha popularizado en todo el mundo la iglesia de Santa Maria del Mar de Barcelona.
La restauración de la fachada principal y los dos campanarios, que se presentó ayer, acaba de finalizar estos días en una intervención iniciada en julio del año pasado que ha tenido un coste de 670.780 euros costeados a partes iguales por la consejeria de Cultura de la Generalitat y el arzobispado de Barcelona.
"El edificio está sano, no hay patologías extrañas, pero precisa obras de mejora y restauración en muchos puntos debido a las humedades, la contaminación y la degradación de la fábrica sufrida por el paso de los años", señaló ayer Josep Maria Martí i Bonet, delegado diocesano de Patrimonio Cultural. Son obras que se irán haciendo de forma progresiva a lo largo de los próximos años en el marco de un acuerdo de colaboración entre las dos instituciones hasta 2014 con una inversión prevista de 3,3 millones de euros.
En esta fase, los trabajos que dirige el arquitecto Enric Solsona se han centrado en la limpieza exterior e interior de la fachada y de los campanarios para eliminar los rastros de vegetación, la consolidación de los sillares, que en los casos de especial deterioro se han renovado por otros similares, y la renovación a mano del mortero de cal y arena, tal como se hacía en la época, que se ha coloreado ligeramente para evitar el choque visual que provoca ver estas juntas como nuevas en contraste con el habitual aspecto envejecido del resto de las fachadas.
La intervención más interesante se ha centrado en el interior de las dos torres del campanario. Aquí se han eliminado los añadidos posteriores que impedían ver el interior del cilindro alrededor del cual se organiza la escalera helicoidal -que inspiró a Gaudí para sus dos torres en la Sagrada Familia- y también se han restaurado por completo las ménsulas escultóricas que decoraban el interior de la parte superior de las torres.
También en esta fase se ha reconstruido la casa del campanero situada entre dos contrafuertes en una terraza superior. El limitado habítaculo fue durante siglos la vivienda de los quasimodos que controlaban, con permiso de las palomas, el cielo y los sonidos del barrio de la Ribera.
En septiembre comenzará una nueva fase de restauración centrada en los elementos inestables de una de sus fachadas laterales. Coincidirá casi con la intervención en la parte de los coros del ábside, aún afectada por el incendio que sufrió durante la Guerra Civil. Fue una catástrofe que se advierte también en las llaves de bóveda de las naves laterales, aún hoy ennegrecidas por el humo, por lo que está prevista también su limpieza y rehabilitación a lo largo del próximo año. Durante todo este proceso la iglesia no cerrará la visita turística ni tampoco las actividades de culto habituales.
Santa María del Mar es, posiblemente, la iglesia gótica más hermosa de Barcelona. Empezó a construirse en 1326 y se acabó 54 años más tarde, un tiempo record para una obra de estas características que es, además, un espectacular ejemplo de la armonía y racionalidad del gótico mediterráneo. La belleza de su estructura hace años que es reconocida, pero el libro de Falcones ha contribuido además a agrandar la leyenda sobre su construcción a instancias de los comerciantes y prohombres del barrio de la Ribera, a pocos metros del mar, que en pleno siglo XIV era el enclave más comercial y rico de la ciudad. "El efecto Falcones todavía funciona porque se han multiplicado por más de cuatro el número de visitas y además mucha gente pregunta por detalles de la novela", comentaba ayer el párroco, Ignasi Mora, interesado en que en un futuro breve a través de visitas guiadas y autoguías el templo reciba algún tipo de ingreso (ahora la entrada es gratuita) que contribuya a paliar los gastos de las obras. De momento se está estudiando la posibilidad de montar una serie de visitas guiadas que permitan al público conocer los trabajos realizados en los campanarios y, de paso, atisbar desde la azotea una de las vistas más espectaculares de la ciudad.