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¿Cultura o despilfarro en el Parlamento Europeo?

¿Cultura o despilfarro en el Parlamento Europeo?

¿Un canto a la cultura o una oda al despilfarro? La colección de arte contemporáneo del Parlamento Europeo tal vez sea una de las más desconocidas del planeta. Al menos para el gran público o para quienes no trabajamos en esa institución política. Se reparte entre los edificios de Bruselas, Estrasburgo y Luxemburgo del organismo y, básicamente, contiene pintura y escultura.


La idea de tan singular colección parte de 1980 y de Simone Veil (fotografía de la izquierda), quien fuera el primer presidente electo del Parlamento Europeo. El objetivo era que cada vez que un país ingresara en la Unión Europea (en aquellos días Comunidad Europea) aportara piezas representativas del arte de su territorio. A día de hoy, todos los estados miembros están representados con sus pertinentes artistas. Las obras las paga cada país. O sea, sus ciudadanos. Y más de 30 años de colección han dado como resultado 387 piezas. En cuanto al valor de mercado, la colección está asegurada en 17,7 millones de euros. Y aquí empiezan los problemas.


Por un lado, hay quien califica esta colección de una muestra del “despilfarro” europeo, algo que todavía se entiende menos en época de la sacrosanta austeridad. Y, además, para algunos, tiene cierto aire colonial. “El Parlamento trata a los estados miembros como lo haría un imperio, recogiendo objetos de arte de todos los rincones de la Unión Europea”, acertará a criticar en su día la parlamentaria conservadora Marta Andreasen. Y, por otro, surgen muchas dudas sobre la calidad de lo adquirido y si ese valor del seguro es el que, de verdad, refleja la colección. Si gastas, pensarán muchos, hazlo bien.


13 millones de pesetas en obra.

Según una fuente del Parlamento Europeo, España destinó una partida de 13.250.000 pesetas (79.634 euros) a la compra de obra en 1990. ¿Mucho o poco? Pues depende de en qué se emplee. En el caso español, desgranan desde Bruselas, se repartió entre 17 artistas. Apunten. Juan Barjola, Martín Chirino, Antoni Clavé, José María Iglesias, Fernando Sáez González, Soledad Sevilla, Antoni Tàpies, Rafael Úbeda, Darío Villalba, Manuel López Villaseñor, Xavier Carbonell, Cristóbal Gabarrón, José Manuel Bautista, Sofía Gandarias, Eduardo Carretero, Andrés Nagel y Alban Reyzab (escultor de origen francés). Sin entrar a valorar el trabajo de cada uno, ni su calidad, hay que reconocer que solo seis artistas (Barjola, Chirino, Clavé, Soledad Sevilla, Tàpies y Darío Villalba) gozan, a juicio de varios expertos, hoy de reconocimiento crítico, del mercado o institucional. No resulta un número muy elevado.


La calidad de la colección se torna más confusa si recorremos por Internet (no hay catálogo aún en papel de las piezas) los artistas que aportan otros países como Bélgica, Bulgaria, Chequia, Dinamarca, Estonia, Lituania, Hungría o Malta. Pocos nombres de peso. Pocas obras rotundas. Eso sí, asegura un portavoz del Parlamente Europeo que “la colección es testigo de la evolución del arte en Europa y proporciona una magnífica manera de conocer la riqueza cultural de los países europeos”. La verdad, no lo parece.


Sin embargo, en este tótum revolútum europeo no todos los países han comprado igual. Por las adquisiciones de algunos parece que pasa con más indulgencia el tiempo. Mejor mirada hay que reconocerle (a la hora de seleccionar nombres) a Alemania (Baselitz, Middendorf, Imi Knoebel, Günter Förg, A.R. Penck, Markus Lüpertz o Frank Thiel), Reino Unido (Willie Doherty, Michel Craig Martin, Paul Graham, Peter Doig o Angus Fairhurst) y Holanda (Marlene Dumas, Joep van Lieshout, Pat Andrea). Por cierto, Estados Unidos también cuenta con su artista en el Parlamento Europeo: Tony Mafia. Curioso.

Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: El País (BLOGS ECONOMÍA Miguel Ángel García Vega) | Fecha: 24/04/2013 | Ver todas las noticias



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