La moda barata tiene un alto precio humano
La industria textil se ha deslocalizado para producir a bajo coste y alimentar un consumo masivo.
Más de seiscientos muertos, 400 personas desaparecidas y unas 2.437 rescatadas con vida, aunque muchas de ellas heridas graves, parece un precio demasiado alto para que en Europa y Estados Unidos podamos vestir a la moda por poco dinero. La tragedia ocurrida el pasado 24 de abril en Bangladesh, cuando el Rana Plaza -un edificio de ocho pisos donde funcionaban cinco talleres de confección- se derrumbó en Savar, en la periferia de Dacca, ha vuelto a poner en evidencia las condiciones laborales, económicas y de seguridad en las que trabajan los empleados de la industria textil que desde los países pobres abastece a las cadenas internacionales de ropa.
La realidad que subyace tras las dramáticas imágenes del rescate de víctimas entre los escombros del edificio derrumbado es que la ropa que compramos a precios muy asequibles en tiendas de moda no solo no permite vivir decentemente a quienes la fabrican, sino que muchas veces les cuesta la vida. La moda barata o esa nueva modalidad de consumo de ropa denominada fast fashion, que nos hace comprar prendas aunque no las necesitemos para desecharlas rápidamente, tiene un alto coste social que la mayoría de los consumidores prefiere ignorar.
"A lo que ha ocurrido no puede llamársele accidente, porque se podría haber prevenido", apunta Eva Kreisler, portavoz de la Campaña Ropa Limpia, una red formada por más de 200 organizaciones de todo el mundo -sindicatos de productores de ropa, organizaciones no gubernamentales y asociaciones de consumidores- que defiende los derechos humanos y laborales en el ámbito de la industria textil. Hasta este fin de semana, la mayor tragedia de la industria textil de Bangladesh había costado la vida a más de 500 personas, pero los equipos que trabajan en el desescombro de la zona recuperan entre 30 y 40 cadáveres más cada día.
RECOGER ETIQUETAS.
Tras el derrumbe del edificio Rana Plaza, y al igual que ha ocurrido en sucesos similares, los colaboradores de la Campaña Ropa Limpia se han dedicado a recoger etiquetas y documentación de pedidos para identificar a las empresas para las que se trabajaba en las fábricas destruidas. Kreisler explica que trabajan "con sindicatos, organizaciones de defensa de los derechos humanos y laborales en Bangladesh para recabar etiquetas de las fábricas que se han derrumbado y otra documentación que pruebe la vinculación de las fábricas con las empresas internacionales europeas y de Estados Unidos". El siguiente paso es exigirles responsabilidades e indemnizaciones para las familias de las personas fallecidas y para los heridos. Después llega la hora de plantearles la necesidad de suscribir programas de mejora de las condiciones de trabajo en sus suministradores y fabricantes. "Hace falta un cambio radical en el sistema que controla los estándares laborales y pensamos que ya no caben más excusas ni hay más tiempo. Debe haber una respuesta seria y firme por parte de las marcas internacionales", afirma la portavoz de Ropa Limpia.
La organización Setem Hego Haizea, que representa la Campaña Ropa Limpia en Euskadi, informó la semana pasada de que cinco marcas habían confirmado que estaban produciendo en alguna de las fábricas siniestradas -Bon Marche (Reino Unido), El Corte Inglés (España), Primark (Reino Unido / Irlanda), Mango (España) y Joe Fresh (línea de ropa en Loblaw, la mayor cadena de supermercados de Canadá)-. Además hay unas cuantas -Benetton (Italia), Cato Fashions (EE.UU.), Children's Place (EE.UU.) y Carrefour (Francia)- que niegan que sus prendas se estuvieran produciendo allí, o que no han respondido, a pesar de que se han encontrado datos de importación, etiquetas y otra documentación que las relaciona con los fabricantes que trabajan en Bangladesh.
Campaña Ropa Limpia denuncia la "incapacidad" de las marcas internacionales para evitar la muerte de los trabajadores que confeccionan su ropa y les exige que den "un paso al frente para asegurarse de que se tomen medidas inmediatas", así como que "paguen sin demora las indemnizaciones en un fondo de compensación para las víctimas y sus familias".
MÁS SEGURIDAD.
La red de la que forma parte Setem Hego Haizea señala que "se deben tomar medidas cuanto antes para revisar la seguridad de todos los proveedores en Bangladesh para evitar nuevas tragedias". "La manera más efectiva de hacer esto -añade- es que todas las marcas y los minoristas que compran en Bangladesh firmen y apliquen inmediatamente el Bangladesh Fire and Building Safety Agreement (programa para la mejora de la Seguridad en las fábricas de Bangladesh). El acuerdo, elaborado por sindicatos de Bangladesh y sindicatos mundiales y organizaciones de derechos laborales, exige que se realicen inspecciones independientes en las fábricas proveedoras, información pública y transparente, capacitación y ensayos en caso de accidentes como incendios o derrumbes, y que las reparaciones y renovaciones de licencias sean obligatorias. Este plan incluye también mayor poder para los sindicatos, tanto en la supervisión como en la ejecución del acuerdo, incluyendo la creación de comités de seguridad compuestos por trabajadores. También se tiene en cuenta la necesidad de establecer contratos de proveedores con una buena financiación y que fijen unos precios justos, así como un contrato vinculante para que se cumplan estos compromisos".
La situación de la industria textil de Bangladesh, en la que trabajan más de cuatro millones de personas, no es una excepción dentro de un amplio grupo de países que producen para multinacionales, pero destaca porque ahora mismo es uno de los productores con costes laborales más bajos y está captando una gran parte de la producción deslocalizada. Según explica Eva Kreisler, "las empresas europeas deslocalizan la producción a Asia -Sri Lanka, India, China, Camboya o Indonesia, éste último país con una industria muy fuerte de calzado deportivo-, y el Norte de África -Marruecos, por ejemplo-. Las empresas trasnacionales de Estados Unidos también lo hacen en Asia, pero la mayor parte están focalizadas en Centroamérica. En Bangladesh, las firmas europeas dominan aproximadamente un 50% de la producción y Estados Unidos, alrededor del 40%".
La fórmula del éxito del fast fashion consiste en producir millones de prendas a bajo coste y convencernos de que el consumo de ropa debe ser rápido y accesible. Y para eso se necesita el sistema de producción textil que se ha establecido en Bangladesh y otros países.