El arte contemporáneo, ¿a punto de explotar?
“Es repugnante que una pintura mía se venda por 15 millones de euros”. La frase reverbera en las paredes acristaladas y sobre los muros de hormigón de la racionalista National Galerie de Berlín.
Quienes escuchan, callan. Gerhard Richter (Dresde, Alemania, 1932) es un mito en vida de la pintura contemporánea. Tiene 80 años y una de las carreras más sólidas del mundo de arte. Al igual que Bob Dylan, que tuvo una etapa acústica y otra eléctrica, la trayectoria del creador alemán ha dejado dos grandes momentos: el realista y el abstracto. En los dos ha innovado. En los dos ha creado escuela.
Pero Gerhard Richter, que continúa manteniendo su célebre genio, se pelea con el insensible mercado del arte. Los 37,1 millones de dólares (28,85 millones de euros) que acaba de pagar en Sotheby’s el financiero neoyorkino Donald Bryant por el lienzo realista La Plaza del Duomo de Milán, pintado en 1968, le han convertido en el artista vivo más caro del mundo. Y también en uno de los más enfadados. Quienes le conocen saben que ver sus obras rematadas por esas cifras le produce una sincera aversión. “El arte es ajeno al mercado”, repite, como una letanía.
Sin embargo, el mercado ignora todas las opiniones. Incluso las de un maestro como Gerhard Richter. Tiene sus propias leyes de atracción. Su propia gravedad. Los precios que suben no siempre bajan. Aun así, nadie esperaba lo ocurrido en los últimos días. En la subasta del pasado 15 de mayo, Christie’s recaudaba 495 millones de dólares (385 millones de euros). Nunca antes, en la historia, se había alcanzado semejante cifra en un solo día y en una sola sesión. Incluso el todopoderoso Larry Gagosian, el marchante más rico del mundo, se frota los ojos. “Es asombroso que Christie’s haya vendido arte por valor de 500 millones de dólares”. Y hace una comparación reveladora en un país como Estados Unidos. “Pocas películas recaudan esa cifra a lo largo de toda su vida comercial. Y la venta duró casi lo que dura una proyección. Es una muestra del poder del mercado”. ¿Pero no será también el comienzo de la burbuja? ¿Está el mercado del arte a punto de explotar?
Arte y Bolsa, disparados.
“No”. La negación, categórica, procede de Alexander Rotter, responsable del departamento de arte contemporáneo de Sotheby’s. Una sala que también se dio un atracón de dinero al conseguir, en la subasta que, escribámoslo así, contestaba a la de Christie’s, unos 294 millones de dólares (228,6 millones de euros). “Esa cifra estaba dentro de nuestras estimaciones antes de la venta. De hecho, la subasta despertó el interés de un amplio grupo de coleccionistas de todo el mundo”, apunta Alexander Rotter.
Estas son las palabras que hemos recogido desde Estados Unidos e Inglaterra. Pero, ¿y en España? ¿Qué piensan nuestros coleccionistas? ¿Hay burbuja? ¿Les afecta? “No hablaría de burbuja, si bien es cierto que algunos artistas pueden estar sobrevalorados. Desde aquí vemos las cosas bajo un prisma muchas veces viciado debido a la terrible crisis que sufrimos, que no es distinta a la que han pasado otros países y mercados. Incluido el del arte. Las subastas de Estados Unidos baten récords, pero también la Bolsa estadounidense se encuentra en máximos históricos y sube desde marzo de 2009”, describe el coleccionista y empresario Carlos Pérez.
Hay más opiniones y miradas. Algunas con más recelo y otras con un aire de resignación. “El arte se mueve acorde con todos los demás mercados. Hay mucha liquidez y la gente está buscando activos desesperadamente, y esto provoca que suban los precios”, reflexiona la coleccionista Estefanía Meana. ¿Burbuja? “No lo sabría decir” –avanza Meana–, “pero creo que las buenas obras no van a desplomarse dramáticamente. Sobre todo porque el arte es un bien escaso”.
Una vida en diez minutos.
Sin embargo, sumando los años de Estefanía Meana y Carlos Pérez casi alcanzan a los de Marcos Martín Blanco. Es la suya una mirada de otro tiempo y, también, acumula otras vivencias. La de un coleccionista que quizá alberga la mejor colección de pintura americana de los años ochenta y noventa de Europa y que, todavía, sigue muy activo en el mundo de las subastas. “La competencia por los mejores lotes es feroz. Se vende, y mucho. Sobre todo las piezas maestras, lo que yo llamo museables. Esas, vuelan”. ¿Y quiénes las compran? “Han llegado nuevos coleccionistas, que representan a las economías emergentes (América Latina, Oriente Medio, Turquía e incluso África), y se están mostrando muy agresivos a la hora de pagar elevados precios. Lo que a algunos nos ha llevado toda una vida, ellos quieren conseguirlo en diez minutos. Tal es la voracidad”, se lamenta Martín Blanco.
Y esto, como fichas de dominó que se empujaran unas a otras, deja fuera de juego a bastantes coleccionistas. “Es una pena que los precios suban tanto, ya que muchos de los artistas que sigo ya no los podré comprar. No he participado nunca en subastas y jamás he vendido una pieza pero, aunque lo veo algo lejano, al final te afecta”, reflexiona Carlos Pérez. Es más, “esos grandes compradores y esas ingentes cantidades de dinero de que disponen te impiden acceder a ciertas obras. Así que si ya es difícil coleccionar, por el esfuerzo económico que representa, lo llevan hasta lo imposible. Al extremo”, cierra el coleccionista y abogado Paco Cantos.