Europa reabre el combate por su cine
Grandes directores del continente critican a Bruselas por querer acabar con la excepción cultural. Lamentan la intención de la UE de incluir el audiovisual en la negociación comercial con EE UU.
El anuncio por parte de la Comisión Europea de estudiar la inclusión del sector audiovisual y cinematográfico en las negociaciones comerciales entre Europa y Estados Unidos, que comienzan este verano, ha puesto en pie de guerra al cine europeo. Michael Haneke, Pedro Almodóvar, Fernando Trueba, Constantin Costa-Gavras, Thomas Vinterberg, Bertrand Tavernier, los hermanos Dardenne, Paolo Sorrentino, Margarethe von Trotta y muchos otros han firmado una dura carta dirigida a los jefes de Estado de los países miembros para que apoyen la exclusión del audiovisual de estas negociaciones —los famosos GATT (Acuerdos sobre Aranceles y Aduanas)— y continuar así con la política de excepción cultural implantada en Europa hace 20 años.
Bajo el título ¡La excepción cultural no es negociable!, cineastas y profesionales del sector, además de otros ciudadanos, están haciendo circular por Internet el documento de protesta en el que califican de capitulación y punto de ruptura el borrador del mandato de negociación que el pasado 13 de mayo, bajo la dirección del belga Karel de Gucht, comisario europeo de Comercio, se aprobó en la Comisión Europea. Ayer ya habían firmado el documento 6.000 personas, entre las que figuran el director estadounidense David Lynch, la cineasta neozelandesa Jane Campion, el productor Harvey Weinstein o el realizador brasileño Walter Salles.
Los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, autores de películas como Rosetta (Palma de Oro en Cannes en 1999) o El niño (Palma de Oro en 2005), además de apoyar la petición general, han enviado también una carta personal en la que se muestran “íntimamente convencidos de que la pérdida de la capacidad de los estados europeos para sostener y regular el sector audiovisual conducirá a un empobrecimiento de nuestro continente”. La misiva termina pidiendo que la “cultura sea excluida de las negociaciones bilaterales entre Europa y Estados Unidos”.
El documento de los cineastas europeos, en cuya larguísima lista se encuentran también nombres como Isabel Coixet, Iciar Bollain, Aki Kaurismäki, Volker Schlöndorff, Ken Loach, Stephen Frears, Cristian Mungiu, Fernando León, Enrique Urbizu, la exministra de Cultura española Ángeles González-Sinde o la actriz Rosa María Sardá, lamenta el olvido de las “apasionadas palabras” del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, que en 2005 aseguró que “en una escala de valores, la cultura va antes que la economía”.
Los firmantes hacen una crítica durísima a la política de Barroso: “No entendemos qué huella quiere dejar el señor Barroso en la historia europea. Hasta el momento, desafortunadamente, predomina la renuncia cultural. Parece también que ha olvidado su propia lección de no hace tanto tiempo: ‘La cultura es la respuesta a la crisis”.
Fue en febrero de este año cuando desde Bruselas y Washington se anunció un paso trascendental para la economía mundial. “Un acuerdo transatlántico de comercio e inversión con la UE apoyará la creación de millones de empleos”, dijo el presidente de EE UU, Barack Obama. “Juntos daremos forma a la mayor zona de libre comercio del mundo; impulsaremos nuestras economías sin gastar un céntimo”, terció Barroso. Y el 13 de marzo, la Comisión cedió, abriendo la puerta a que en esa zona pudiera entrar la industria audiovisual. El Parlamento Europeo respaldó el 23 de mayo el que podría ser el tratado de libre comercio más importante del mundo, pero señaló algunas líneas rojas en la negociación, y entre estas destaca precisamente la famosa excepción cultural, enmendando así a la Comisión.
La negociación, que debe comenzar este mes de junio y está previsto que termine a finales del próximo año (los GATT expiran en octubre de 2014), puede encallar por muchos aspectos. Y el cultural no es menor. Los eurodiputados reclamaron —por 381 votos a favor, 191 en contra y 17 abstenciones— que los servicios culturales y audiovisuales (incluidos los online) queden fuera del mandato negociador. El voto del Parlamento no es vinculante, pero luego podría vetar el acuerdo final.
Las presiones de Francia, el mayor impulsor de la excepción cultural, han logrado que la Eurocámara pida que los libros, las canciones y las películas se traten de forma diferente que la pesca o los tornillos. Y hasta 14 ministros de Cultura europeos, entre ellos el español José Ignacio Wert (al contrario que los eurodiputados del PP en su día), firmaron durante el festival de Cannes una resolución para pedir a la Comisión que introdujera esta cláusula en el Tratado.
“La diversidad cultural no debe ser solo una herramienta de negociación. Debe seguir siendo una ambición, una demanda legítima y un compromiso”, dicen los cineastas, que proclaman: “¡No es demasiado tarde!”. El 14 de junio la última palabra la tendrá el Consejo Europeo, que decidirá qué sí y qué no se negocia.
El ruido que arrancó en Cannes.
G. BELINCHÓN
“No podemos permitir que Europa sea igual que Estados Unidos. Lo que hace grande al cine europeo es que sus películas son diferentes y reflejan su cultura. Así que estemos atentos a cuando lleguen los momentos de las votaciones, cuando podamos influir”. Estas palabras en Cannes no las dijo un cineasta francés. Ni siquiera uno europeo. Esa declaración la realizó uno de los grandes productores y distribuidores del cine mundial, el estadounidense Harvey Weinstein, uno de los cabecillas de ese manifiesto que entregaron el 20 de mayo, en mitad del certamen cinematográfico, a la ministra de Cultura francesa, Aurélie Filippetti, con el que protestan ante los movimientos de la Comisión para que la industria audiovisual entre en las negociaciones sobre el nuevo Tratado de Libre Comercio. Michel Hazanavicius aseguraba: “Esto no es Europa contra Estados Unidos, es la cultura contra la completa liberalización del mercado que nos imposibilitará hacer cine”.
Durante el festival, Christopher Dodd, presidente de la MPA (Motion Pictures Association), que agrupa a los grandes estudios de Hollywood, dijo a este diario: “El Tratado de Libre Comercio traerá buenas noticias a Europa; seguro que crea un marco de confianza para productores y bancos. No solo beneficiaría a Estados Unidos, sino que también serviría para que Europa creciera. El público europeo necesita impulsos optimistas. El Tratado de Libre Comercio es ese edificio en el que podremos colaborar y crecer juntos con absoluta confianza”. Dodd, que defiende la influencia del cine europeo en Hollywood —“Fíjate en Fellini, en los directores de la posguerra, en el Oscar a The artist”—, sin embargo separa esos nombres de lo que es industria. Al menos es más diplomático que su gran predecesor, Jack Valenti, furibundo detractor de la “excepción cultural europa”. “De verdad”, insiste Dodd, “el Tratado no es malo, es un acuerdo para construir relaciones”. A este lado del Atlántico no piensan igual.