Inéditos: plenitud
Inéditos, uno de los pocos programas de comisariado de arte joven de nuestro país, llega a su punto álgido con una de las mejores ediciones que se recuerdan. Los protagonistas son los proyectos de Luisa Espino, Ana Ara y Juan Canela.
Esta edición de Inéditos cumple con creces su objetivo de abrir paso a nuevas propuestas curatoriales y deja la sensación de que a los tres comisarios elegidos se les queda corto su ámbito. Sin quedar constreñidas, cada una de las tres ideas expositivas merecería para sí todo el espacio para completarse o terminar de abrirse hasta llegar más lejos. Los polos argumentales y conceptuales son lo suficientemente atinados y contienen obras particulares de interés y potencia bastante como para merecer la visita. El jurado acertó.
Luisa Espino, con People Have the Power, plantea la muestra más concentrada, concreta y estructurada con respecto a su lugar. Un circuito que recorre los principales elementos de la creciente potencialidad de la protesta en las ciudades. Los analiza estéticamente de un modo mixto y poliédrico apoyándose en cuatro elementos esenciales: ese escenario que es el espacio público, los actores (manifestantes, autoridad, mass media), las herramientas para difundir mensajes (pancartas, ropa, eslóganes), y la marcada duración. Permeabilidades de las nuevas formas de empoderamiento y democracia cívica y afectiva con artistas que se acercan a esos resortes políticos, o que toman sus elementos como parte intrínseca de su obra. La obra de Sharon Hayes I March In The Parade Of Liberty, But As Long As I Love You I'm Not Free funciona como introducción y sinopsis.
La propuesta de Ana Ara, Vergüenza, es más sutil y abstracta. Se entiende y acaba llenándole a uno si se está activamente junto a sus obras por un tiempo. Se trata de una reflexión sobre la vergüenza atisbada desde el ángulo humanista. Parte de lo discurrido por Agamben, Bataille y Lévinas para definir tal afecto como aquel con el cual experimentamos el encuentro íntimo con un cuerpo en el que no quisiéramos existir, que nos ata al animal y la muerte. Y como un proceso subjetivo, de mirarse desde fuera, tan necesario para ser humanos como esencial en la creación artística. El cuerpo y su sometimiento al tiempo están en el centro de las obras reunidas. Se nos propone que alcancemos un estado paradójico de vergüenza ajena que reconocemos como propia. La bailarina que se confiesa íntimamente en público antes de su última actuación en el vídeo de Jérôme Bel, resume varias fugas posibles.
El rico y muy extensible despliegue de Juan Canela en Lanza una roca y a ver qué pasa incide asimismo en el cuerpo como elemento esencial. Aquí es instrumento de medida de una realidad entendida como tiempo+espacio+materia. Nuestras relaciones con dicha realidad, que se nos escapa, y las posibilidades simbólicas resultantes de éstas, van surgiendo mediante distintas pistas visuales acertadas. La muestra funciona como lugar de encuentro de sugerencias conceptuales que atraviesan invisiblemente el lugar. Una red de vasos comunicantes impredecible, donde diversos lenguajes y estrategias artísticas se sitúan en cierto límite donde lo científico o materialista se vuelve poético y, al tratar de medirse lo desconocido, se entra en el misterio y el humor. Destaca el valor que se le da a lo performativo (se irán sucediendo acciones), cuerpo y acción dentro del tiempo y el espacio concreto de la exposición.