Tàpies desde dentro
Se trata, sin duda, de un acontecimiento, de una exposición de Antoni Tàpies (1923-2012), nutrida, densa, caudalosa... que se presenta un año después de la muerte del artista. Además, se exhibe a lo grande, simultáneamente en dos instituciones, la Fundación Antoni Tàpies y el Museu Nacional de Catalunya, y de la mano de un comisario estrella, Vicente Todolí. ¿Qué se puede decir que no se haya dicho ya sobre el artista?
La bibliografía sobre Tàpies es interminable. Además de sus propios textos, hay exposiciones recientes (Contra Tàpies, en la misma Fundación) y no tan recientes (la del MACBA, por ejemplo, comisariada por Manuel Borja-Villel en 2004) que ya buscaban relecturas y nuevas perspectivas. Puede, incluso, que tanta relectura, tanto reconocimiento y tanto homenaje resulte cansino, e incluso se llegue a eclipsar al mismo Tàpies.
Acaso el interés del evento no se encuentre tanto en la obra del artista o en la misma exposición, sino en el contexto que la rodea, en las connotaciones implícitas, según aquella máxima de que el mensaje está en el medio. Es decir, “el mensaje” no está tanto en la obra de Tàpies como en la intervención del comisario, el papel que juegan y representan las instituciones, la presencia y mediación de la familia que ha prestado la obra... Estos son los aspectos que nos interesan.
Vicente Todolí es, efectivamente, un comisario y gestor cultural de reconocido prestigio. Entre otros episodios destacables, dirigió la Tate Modern de Londres (2003-2010) y en la actualidad está al frente de HangarBicocca en Milán, uno de los centros de arte contemporáneo más innovadores de Italia. Y con todo, Todolí no es un profesional al uso. De él se dice que su contribución está en la gestión y el montaje de las exposiciones, pero curiosamente nunca -o por lo menos, en lo que yo conozco- ha escrito un texto significativo, como suele ser habitual en los comisarios, que aportan los elementos teóricos que deben justificar su discurso y sus opciones. En todo caso, Todolí no ha articulado una exposición según lo que podía esperarse. Él mismo explicaba que Tàpies se ha identificado con una idea de contemplación, de zen y de silencio. En este sentido, una de las intervenciones más significativas del artista es la Sala de reflexión (1996), emplazada en la Universidad Pompeu Fabra. Un espacio éste, como la capilla Rothko, prácticamente vacío y con elementos simbólicos -talismanes- para el recogimiento y la meditación interior. El mismo Todolí reconocía que no era especialista sobre el artista y, acaso por esta razón, ha hecho una lectura que intencionadamente se aparta de esa imagen tópica del creador, para buscar otro Tàpies. El comisario ha explicado que la primera vez que fue al estudio del artista se sintió asaltado, incluso agredido, por impactos. Cada obra era un desagarro, una embestida, un golpe...
Esta sensación que Todolí experimentó entonces, la ha querido trasladar al espacio de la exposición. Y, efectivamente, en las salas del MNAC -no tanto en las de la Fundación Tàpies- uno experimenta una sensación de desasosiego. Tal es la densidad de obra en aquel espacio, lo que no deja lugar para el silencio, para la meditación, para el recogimiento a los que antes aludíamos... Las obras chirrían en las salas del MNAC, los grandes formatos conviven mal con las piezas de pequeñas dimensiones, falta aire para que respiren... Y, sin embargo, se trata de un efecto buscado por el comisario experimentado que es Todolí, que controla y maneja muy bien el dispositivo de exhibición. Y esto es así porque -intuyo- examina uno de los múltiples itinerarios posibles que surcan la obra de Tàpies. El malestar de vivir, el tedio, lo destructivo, lo sádico... Una dimensión trágico-existencialista que sobrevuela desde siempre la obra del artista catalán. Se puede o no estar de acuerdo. Otras lecturas son posibles en un artista tan complejo y rico como es Tàpies. Pero ésta es la visión de Todolí: una interpretación intuitiva, que surge del contacto directo e inmediato con la obra de Tàpies.
El título de la muestra, Desde el interior, responde al hecho de que la selección se ha hecho exclusivamente con obras del entorno de la familia y de la misma Fundación Tàpies. Obras de las cuales parece que el artista no quería desprenderse, por diferentes motivos: sea porque considerase que fueran importantes -incluso algunas de ellas las volvió a comprar Tàpies tras haber sido vendidas-, sea porque las considerase exploraciones sin continuidad, errores o piezas inacabadas. Esta opción -aunque legítima- nos sorprendió en un principio, acaso porque esperábamos una hipótesis de trabajo que requiriera -como es habitual- relacionar obras de diferentes procedencias. Pero la propuesta de Todolí responde a la imagen de entrar en el estudio y el entorno personal del artista, en sintonía con la aproximación intuitiva y directa del comisario. De alguna manera, la exposición consiste en una estrategia elemental: desplegar el estudio del artista en forma de itinerario y atribuirle una organización estrictamente cronológica.
Una de las últimas piezas de la exposición en el MNAC, titulada Dos personajes (2011), consiste en una especie de grafiti que representa dos figuras, una masculina y otra femenina de perfil. Esta enigmática obra posee elementos que se nos escapan y que no sabemos interpretar exactamente. Pero representa al mismo artista y su esposa. Parece que fue realizada cuando Tàpies padecía una ceguera total, o casi total, y aun así el artista seguía trabajando. Acaso se trate de una suerte de testamento artístico o de despedida. Es, ante todo, una pieza de una alta intensidad... Todolí comentaba que en este punto la exposición se terminaba, pero al tiempo conectaba con las primeras obras de línea y trazo. De algún modo, la exposición se cierra en un círculo perfecto.
Al margen de ello, la presencia de Tàpies en el MNAC posee una dimensión simbólica. Se ha dicho estos días que esta muestra no podía hacerse en un lugar más adecuado, al ser Tàpies en cierta forma un heredero del romanticismo. Se ha declarado también que se trata de una reparación moral por aquel proyecto del “calcetín” de Tàpies destinado al museo y que provocó tanta polémica. Se ha dicho, por último, que la exposición del MNAC -en una institución que lleva la rúbrica de “Nacional” expresa- culmina metafóricamente la lectura catalanista del artista. Nosotros no lo sabríamos decir. Pero en todo caso, la exposición de Tàpies representa, y esto es lo importante, una refundación del museo. El MNAC hasta ahora tenía el límite de los años 40. La exposición de Antoni Tàpies representa una reapertura del museo a la modernidad y a la ciudad.