Christie's subasta la colección de un marchante mítico
Era una presencia mítica en las grandes ferias de arte internacionales y en las principales citas de Christie’s y Sotheby’s. Ahí estaba casi siempre. Sentando en las primeras filas con sombrero y bastón y, en la mano izquierda, un puro. Atento a esa pintura de Picasso, a una escultura de Giacometti o cerrando, veloz, la compra de un basquiat.
Cuando los inalcanzables precios hacían temblar las piernas, y las carteras, a muchos coleccionistas, él no pestañeaba. Pujaba. Levantaba la mano. Jan Krugier (1925-2008) fue uno de los grandes marchantes de arte del siglo XX. Resistente nato, siendo muy joven sobrevivió durante dos años en los campos de concentración Nazi. Primero en Auschwitz, después en Bergen-Belsen. A ese “inmenso horror”, como lo calificaría años después, llegó por servir de correo a la resistencia polaca.
Nacido en el seno de una próspera familia judía de Radom (Polonia), desde niño desarrolló una gran pasión por el arte reflejada en la pequeña colección que estaba reuniendo su padre, con obras de Chagall o Soutine. Pero antes que marchante Krugier quiso ser pintor. Y lo intentó. Después de la II Guerra Mundial, en 1947, estudió arte en Zurich (Suiza) con Johannes Itten, uno de los miembros de la Bauhaus, pero no destacaba y fue, precisamente, Giacometti, quien le mostró que aquel camino no era el suyo. “Me dijo: No puedes seguir, Jan, estás lleno de demasiada angustia. Es una agonía. Simplemente no puedes continuar”. Estas son las frases que Krugier recordaba en 1998 en una entrevista concedida a la revista ARTnews. El futuro marchante hizo caso a Giacometti.
En 1962 abrió en Ginebra (Suiza) su primera galería y empezó a vender a algunos de los grandes talentos de siempre del arte moderno. En especial obras de Picasso. Ya que se convirtió en representante único de las piezas (varios cientos) que formaban parte de la herencia de Marina, nieta del genio malagueño.
Ahora, cinco años después de la muerte de Jan Krugier, la sala de subastas Christie’s anuncia la que sin duda será la puja del año. Por la calidad de las obras y por lo que representan. En una jornada especial, empieza el 4 de noviembre próximo, subastará parte de una de las grandes colecciones privadas europeas de arte moderno y comtemporáneo. Con piezas procedentes tanto de su colección personal como de su galería ginebrina. Se calcula que la venta puede generar unos 120 millones de dólares (91,20 millones de euros). Pero esta cantidad podría quedarse bastante corta si el mercado del arte continúa manteniendo la euforia de los últimos meses. La subasta se divide en dos días. En el primero llegarán los platos fuertes; en el segundo, se verán especialmente esculturas y obra sobre papel. Aun así, en esta última jornada se estiman unas ventas de 15 millones de dólares (11,4 millones de euros).
De Kandinsky a Picasso.
Entra las piezas más interesantes que buscan comprador (y aunque Christie’s no avanza todavía las obras precisas) se sabe que estará, por ejemplo, Herbstlandschaft, un paisaje (71 x 99 cm) que habita entre la abstracción y el realismo pintado por Kandinsky en 1911. Por este óleo se esperan conseguir unos 25 millones de dólares (19 millones de euros). Por cierto, Krugier, con su célebre buen ojo, lo compró en Sotheby’s en 1989 por menos de cuatro millones.
Junto a uno de los precursores de la abstracción, Picasso, a quien bien podríamos calificar como el precursor de casi todo. Al menos un 10% de los lotes de esta subasta llevan su firma. Entre todas las obras destaca Tête (Cabeza). Elaborada con láminas de acero, es la maqueta con la que más tarde el genio crearía la gigantesca escultura que hoy se encuentra instalada en la Plaza Daley de Chicago. Tête podría rematarse por 35 millones de dólares (26,6 millones de euros). Estos días, en el mercado del arte, el sol parece que no se pone nunca.