Así fueron los últimos veinte años del arte español
Rafael Doctor coordina «Arte español contemporáneo (1992-2013)», un manual que reúne a los grandes nombres de las últimas décadas. Algunos de sus protagonistas nos cuentan las claves de aquellos años.
«No se puede amar lo que no se conoce», sentencia Rafael Doctor Roncero, refiriéndose al arte español de las últimas dos décadas. «Estos han sido tiempos frenéticos, convulsos en los últimos años», agrega, que había que revisar, en los que –añadimos nosotros– han pasado tantas cosas que nos cuesta reconocernos en la foto fija: la creación de un tupido mapa museístico que no vive ahora sus mejores momentos; la profesionalización del sector; el surgimiento de una nueva generación de agentes artísticos; la multiplicación de efímeras bienales; los fallidos intentos de conquistar el panorama internacional; la redefinición de ARCO...
Mucho se ha escrito de todos estos acontecimientos, pero quizás menos sobre los creadores y las obras que los han cimentado. De ellos se ocupa el manual «Arte español contemporáneo 1992-2013» (La Fábrica), dirigido precisamente por Doctor Roncero, «una herramienta para los no iniciados, que viene a cubrir un hueco editorial». El volumen es un proyecto a largo plazo cuyo antecedente fueron unas jornadas que se sucedieron en 2012 en la Fundación Helga de Alvear, La Casa Encendida y el Museo Gas Natural Fenosa de La Coruña. En ellas se establecieron las bases de un panorama global que es analizado transversalmente en los diez capítulos de la publicación por otros tantos expertos, que mapean la situación por temáticas o técnicas.
Juan Antonio Álvarez Reyes, director del CAAC, es uno de los convocados: «Curiosamente, este periodo acaba como empezó, con una crisis económica –explica–. Lo que hubo en medio fue un periodo de cierta euforia momentánea. Pero han pasado cosas: se ha profesionalizado el sector, se ha generado un mapa de museos, capitaneado por un reforzado Museo Reina Sofía... El balance es positivo». José Jiménez, profesor y crítico, que participó en alguno de los debates previos del manual, matiza: «Es positivo en lo que se refiere a la labor de los artistas. Estos han trabajado con intensidad en línea con sus homólogos extranjeros. Pero la balanza se inclina del lado negativo al hablar del marco institucional. El problema de España es que la Cultura siempre se ve desplazada de los grandes objetivos estatales».
La comisaria Tania Pardo, que en libro aborda las prácticas colaborativas más sobresalientes de las dos décadas, considera que «se ha ido muy deprisa: Empezamos con muchas ganas, con una gran eclosión de lo español con la Expo de Sevilla, Madrid Capital de la Cultura, Barcelona’92... La crisis actual demuestra que hemos sufrido otra burbuja». «No hemos conseguido entrar en el circuito internacional y, sobre todo, somos incapaces de construir sobre lo construido –añade Glòria Picazo, directora de La Panera, también implicada en el libro–. ¿Dónde está el IVAM? ¿Dónde Santa Mónica? ¿Dónde el MUSAC o el CDAN? Cualquier vaivén político ha servido para hundir proyectos».
Genuino arte sociopolítico.
«Tal vez los últimos años han empañado el trabajo realizado o han dejado al descubierto que se sustentaba sobre pies de barro –analiza ahora Manuel Segade, uno de los jóvenes comisarios nacidos del cambio generacional en estas décadas–. Pero hemos aportado cosas. En algunos aspectos, un genuino arte sociopolítico, más abierto a lo relacional, obvio desde los años ochenta. Y unas generaciones mucho más formadas, cuya enseñanza ya no depende solo de las facultades». «Podíamos haber aportado más –apostilla el crítico Óscar Alonso Molina–, pero quizás por complejo aún no hemos asumido nuestra condición excéntrica y periférica entre el norte y el sur, Iberoamérica y Europa».
Es cuando preguntamos sobre los grandes hitos de estos cuatro lustros, por sus protagonistas, cuando se genera una verdadera avalancha de nombres, acontecimientos, recuerdos: se repiten los de Dora García, Lara Almarcegui, Juan Muñoz o Fernando Sánchez Castillo. Luego, cada uno «barre» para casa: «Habría que recordar exposiciones de contexto como ''Años 90. Distancia cero'', en La Virreina, a comienzos del periodo, o la más reciente ''Antes que todo'', en CA2M, como grandes ejemplos, y ''The Real Royal Trip'' como caso de lo que no se debió hacer», propone Álvarez Reyes.
Pensadores wikipedistas.
También son momentos para olvidar el surgimiento de bienales como las de Sevilla o Valencia («fueron paleterías, que hicimos como pudimos y que nos deben servir para aprender», agrega Tania Pardo). Segade se queda con nombres como Santiago Sierra («muy fiel para explicar un contexto») o las prácticas neo-conceptuales de los 2000. La publicación «Desacuerdos», Jaume Plensa, Luis Gordillo, Sergio Prego o Manuel Borja-Villel –y muchos otros– también saltan a escena.
Y al hablar de teoría, las opiniones son unánimes. Lo sintetiza Alonso Molina: «Encomiable la labor de José Luis Brea». A él le acompañan Juan Vicente Aliaga, Manel Clot, Ángel González, Juan A. Ramírez, Estrella de Diego... «Lo característico de nuestro sistema –considera Segade– es que se ha hecho buena teoría pero desde ámbitos muy diversos y atendiendo a intereses particulares, que además ha ido perdiendo peso en las universidades. Se imponen los artistas y pensadores wikipedistas».
Hablando de universidad, esta sitúa en el mapa al País Vasco en los noventa. Madrid y Barcelona se van cediendo el testigo como capitales artísticas, y luego están esos centros que surgieron y cayeron (la Valencia del IVAM y el EACC de José M.G. Cortés o la Galicia del CGAC): «Las ingerencias políticas en la Cultura han marcado el ritmo. Contra ellas hemos de luchar, aunque trajeron algo positivo, y es que aglutinaron al sector», apunta Pardo. «Han sido años en los que se ha creado un público que se ha familiarizado con el arte contemporáneo –recuerda Álvarez Reyes–. Ahora hace falta incidir en su enseñanza».
Quedan cosas por hacer: «Evitar las montañas rusas, el apostar todo a un único producto, y que se extiendan las buenas prácticas (Á. Reyes); «reforzar lo que tenemos y despertar a un sector adormecido» (Picazo); «profundizar en el conocimiento de nuestra escena. Hay mucho aún por rescatar» (Segade). Incluso, que este libro sea un comienzo. Su responsable ya negocia con algunos centros españoles (Artium, MARCO, Es Baluard, CAAM...) para que sus capítulos se conviertan en tesis de investigación que se materialicen en un proyecto expositivo polifónico. Pero eso será en 2014, el primer año de –¿quién sabe?– un nuevo manual de Rafael Doctor sobre el arte español que está por venir.