Oskar Kokoschka, el artista que pintaba "el aura de los hombres"
Una gran exposición en Róterdam reúne 140 obras del más radical de los expresionistas austriacos, un artista que deseaba "ver en tres dimensiones". Incomprendido en vida, la influencia de Kokoschka ha crecido con el tiempo. La ruptura con Alma Mahler, el amor de su vida, marcó el estilo apasionado del artista, que nunca se alió con ninguna escuela.
Oskar Kokoschka (1886-1980) murió con la sensación de que su vida de entrega a la pintura y al compromiso con el arte como camino de revelación había sido en vano. Olvidado e incomprendido, víctima del aluvión de los movimientos pop posteriores a la II Guerra Mundial, el viejo maestro se sentía como una nota al pie en la historia de la plástica del siglo XX.
Las cosas han cambiado y la figura del pintor, uno de los más radicales expresionistas —pese a que rehuía la militancia en cualquier escuela o tendencia—, es citada una y otra vez como una de las más influyentes de la centuria pasada. La recuperación del maestro, nacido en Austria y fallecido en Suiza, se consolida este otoño con la exposición Oskar Kokoschka: Mensen en beesten (Oskar Kokoschka: personas y animales).
"El 'enfant terrible' de la Viena de Klimt y Freud".
La muestra, del 21 de septiembre al 19 de enero de 2014 en el Museo Boijmans Van Beuningen de Róterdam (Holanda), ha tardado tres años en ser culminada dado el gran volumen de obras, más de 140 entre dibujos y pinturas, gran partes de ellas cedidas a la pinacoteca por otras instituciones artísticas. Según los organizadores, se trata de presentar con la importancia que merece al "el enfant terrible de la Viena de Klimt y Freud", una figura "que inspiró a toda una generación de artistas".
Hijo de una familia humilde dedicada a la orfebrería y castigada por la invasiva llegada de la industrialización, Kokoschka siempre creyó en los presagios. Un gran incendio que asoló la villa natal de Pöchlarn al mismo tiempo que su madre daba a luz le convenció de que estaba llamado a buscar la iluminación y explorar una mirada que le permitiera ver "el aura que los hombres proyectan en el espacio". Cada uno de sus cuadros, sostenía, permitía al modelo saber cómo serían su aspecto y su vida con el paso del tiempo.
En Austria le acusaban de pintar mal.
Durante los años posteriores al Sezessionsstil (movimiento de secesión) vienés de principios del siglo XX, defensor de la claridad, la armonía y la utilidad, el estilo radical y de fortísima expresividad del joven Kokoschka no fue bien recibido en los círculos artísticos de la ciudad centroeuropea, donde se le acusaba de ser un mal pintor —pese a que Klimt le había calificado como "el mayor talento de las nuevas generaciones"— . Después de emigrar en 1910 a Berlín, donde el talante era más abierto gracias al avance del expresionismo, consiguió vivir de la pintura merced al mecenazgo del arquitecto Adolf Loos, que actuó como embajador del pintor entre la intelectualidad.
Sus cuadros, cargados de capas que resquebrajan la realidad y que no siempre eran del gusto de los retratados, a los que Kokoschka veía a su propio modo y sin complacencia, pueden ser entendidos como una proyección de la dislocación de su tiempo, roto por dos guerras mundiales y por la intolerancia, de la que también fue víctima el pintor, calificado por los nazis como uno de los artistas degenerados. Kokoschka tuvo que huir de su país y refugiarse de la persecución. Logró salir del continente gracias a la intervención de una organización semiclandestina británica, vivió en el Reino Unido y obtuvo en 1946 la nacionalidad de este país. Hasta 1978 no volvió a solicitar la austriaca, aunque nunca volvió a residir en su patria natal.
Cuadros de todas las épocas.
Las obras que se exponen en Róterdam están divididas en siete secciones que repasan según un modelo cronológico la vida del pintor, sus etapas y el temario al que regresó una vez y otra —los animales, por ejemplo, que le fascinaban tanto como los seres humanos—. El recorrido comienza con sus piezas tempranas de en torno a 1906, incluye obras maestras como Double portrait of Hans Mardersteig and Carl Georg Heise (1919) y Mandrill (1926) y culmina con el último de sus autorretratos, realizado cuando presentía la muerte.
Aunque la muestra no incluye el cuadro Windsbraut (La novia del viento), pintado en 1914 tras la ruptura con el gran amor de su vida, Alma Mahler, una de las secciones está dedicada a la relación, que marcó al pintor durante toda la vida. Mahler, viuda del compositor Gustav Mahler y más tarde esposa del arquitecto Walter Gropius, mantuvo un intenso romance con el pintor pero decidió romper porque sentía que la pasión era demasiado intensa y nublaba su voluntad.