La colección personal de Jan Krugier, el legendario galerista de Picasso, a subasta
Superviviente de la barbarie de Auschwitz, hizo del arte su vida e influyó para siempre en los gustos del mercado internacional.
El filósofo Theodor Adorno concluyó que «escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie». Jan Krugier sobrevivió a Auschwitz, y al campo alemán de Bergen-Belsen, y su hermano desapareció en el de Treblinka, y su padre murió en el frente y, después de todo aquello, sacó la conclusión opuesta: «He experimentado los aspectos más monstruosos de la Humanidad, y creo que solo la belleza puede salvar el mundo». Krugier (Radom, Polonia, 1928-Ginebra, Suiza, 2008) hizo de la belleza artística su pasión y su profesión. Después de la guerra fue acogido por amigos de su familia en Zurich y estudió Bellas Artes. Se mudó a París a finales de los 40, donde alquiló el estudio del pintor expresionista Chaïm Soutine. Quería ser artista, y curarse del horror.
Pero su amigo, el escultor Alberto Giacometti, le dio el consejo de su vida. «No puedes continuar, Jan, tienes demasiada angustia dentro», le dijo. Y le recomendó hacerse marchante de arte. Tenía un ojo sagaz, un físico imponente y una energía arrolladora. «Durante medio siglo fue una inspiración para el mercado del arte, era un visionario, una eminencia gris que tuvo una gran influencia en la manera en que coleccionamos el arte», explicaba esta semana Jussi Pylkkanen, presidente de Christie’s para Europa, Rusia y Oriente Medio.
De Matisse a Basquiat.
La casa de subastas sacará al mercado el próximo 4 de noviembre en Nueva York más de 150 obras de la colección personal del galerista polaco-suizo, un paseo desde Matisse a Basquiat pasando por el arte africano, Kandinsky y su amigo y fetiche, Pablo Picasso. Krugier fue el primer galerista en organizar una exposición a la muerte del artista español en 1973. Le unía una profunda amistad con Marina, nieta del pintor. El galerista hizo todo lo que pudo por salvar a Pablito Picasso, el atormentado y autodestructivo hermano mayor de Marina, que se suicidaría bebiendo una botella de lejía.
Fue el galerista que gestionó en exclusiva el legado picassiano de Marina. En España, Krugier intervino en 2006 en la compra por el ayuntamiento de Málaga de 84 dibujos del Cuaderno 7 de Picasso preparatorio de «Las señoritas de Aviñón». Y su galería, que abrió en Ginebra en 1962, prestó al Prado el lienzo «L’Atelier». Krugier fue un comprador feroz al que nunca le gustó la faceta de vendedor. «No soy un buen vendedor, pero tengo buen ojo», dijo en una ocasión. Fue uno de los grandes «dealers» de artistas como Morandi, Balthus y Giacometti, además de Picasso. Y su ojo era implacable en las subastas.
Se sentaba siempre en la primera fila, recuerda Pylkkanen, uno de los más respetados maestros de ceremonias del sector. Nunca miraba a su alrededor, y siempre tenía claro lo que quería. «Me intentaba convencer de bajar el martillo en cuanto pujaba él», explica el especialista de Christie’s. Su influencia en el mercado fue tal que, entre los miembros de las casas de subastas, hablar de una pieza «de calidad Krugier» se convirtió en un estándar de excelencia.
Con solo doce años, fue detenido por los nazis por servir de correo a la resistencia polaca. Tenía 17 cuando hizo el camino de la muerte en Auschwitz-Birkenau. Su padre, un modesto empresario judío, tenía una pequeña colección de impresionismo francés. Su madre había muerto cuando tenía cinco años. «Era un superviviente, y muy fuerte, tenía una presencia física imponente», recuerda Giovanna Bertazzoni, especialista de arte impresionista y moderno de Christie’s. «Con el arte alcanzaba esos momentos platónicos de contemplación de un objeto que le ayudaban a olvidar», explica.
La semana antes de la subasta, Christie’s organizará en su sede neoyorquina una exposición biográfica sobre Krugier. Antes, su colección podrá verse en Londres, Shanghai, Moscú, Chicago y Hong Kong. Las expectativas son enormes con la salida a la venta de una colección que refleja la visión de uno de los padres del coleccionismo. Entre los lotes más destacados figuran «Tête», una maqueta de metal de la escultura al aire libre de Picasso en el Civic Center de Chicago, con un precio estimado entre 18 y 26 millones de euros, y un cuadro de Kandinsky de 1911, con una horquilla de 15 a 18 millones de euros.
Entre las 16 obras de Picasso que saldrán a la venta figuran además «Le jeune homme», una escultura en madera valorada entre 4 y 6 millones, y un autorretrato de 1971, «Buste d’homme écrivant», con un precio similar. Krugier era un fumador empedernido que, en ocasiones, sacaba y guardaba su caja de puros como señal en una subasta de que estaba pujando. A modo de guiño a esta faceta figura la escultura «Cigare», un objeto encontrado de madera con forma de puro recogido por Picasso en 1941. La subasta incluye además esculturas de Giacometti y cuadros de Delacroix, Miró, Paul Klee, Hopper o del uruguayo Joaquín Torres-García. Con 80 años, el «visionario» Krugier compró una obra de Jean-Michel Basquiat, un artista callejero de Nueva York todavía emergente. Así admiraba la belleza el hombre que miró al horror de frente. Con decisión y fervor creyente.