La sordera de Goya fue tratada con electroterapia
Así consta en una carta descubierta en el Archivo General de Palacio, que ha sido investigada por Gudrun Maurer, conservadora del Museo del Prado.
Que Francisco de Goya estaba más sordo que una tapia no es ninguna novedad. No en vano, la casa donde pintó sus misteriosas pinturas negras se la conoce como la Quinta del Sordo. Su sordera está bien documentada, pero pocos detalles habían trascendido sobre su posible tratamiento médico. Se sabía que una enfermedad que contrajo en 1793, durante un viaje a Andalucía, le afectó al oído, dejándole sordo.
Cinco años después, el propio pintor reconocía a su amigo Martín Zapater, en una de sus habituales misivas, que enseñó a «hablar con la mano» a Jovellanos. Y en 1797 Goya dimitió como director de Pintura de la Academia de San Fernando a causa de su sordera. Se ha especulado mucho sobre cómo influyó ésta en sus últimas creaciones, tan oscuras y atormentadas, igual que se ha especulado hasta la saciedad sobre la oreja más famosa de la Historia del Arte (la de Van Gogh) y la influencia en su pintura... al perderla.
Gudrun Maurer, conservadora del departamento de Pintura Española del siglo XVIII y Goya del Museo del Prado, arroja luz sobre estos misterios: revela el novedoso tratamiento al que fue sometido el artista aragonés para curar su sordera: los médicos le prescribieron electroterapia. Así lo desvela en un artículo publicado en el último número del «Boletín del Museo del Prado». Se hablará mucho de Goya en las próximas semanas, pues a él se dedicará la próxima Cátedra del Prado, dirigida por Manuela Mena, que tendrá lugar en octubre y noviembre.
Un hallazgo casual.
Un trabajador del Archivo General de Palacio (tiene su sede en el Palacio Real de Madrid) encontró en una caja un documento en el que se hablaba de Goya y se puso en contacto con ella. Se trata de una carta anónima, enviada el 18 de septiembre de 1794 desde el Real Sitio de San Ildefonso. La escribió un oficial de la Real Casa. Sí se conoce el destinatario de la misiva: Pierre François Chavaneau. Explica la historiadora que éste fue un químico, físico y matemático francés, instalado en España, que llegó a ser director de la Real Casa de la Geografía y Gabinete de Historia Natural, director del Real Laboratorio de Química y miembro de la Academia Médica.
Gracias a la transcripción de la carta, sabemos que los médicos prescribieron a Goya someterse a electroterapia para curar su sordera.«D. Francisco de Goya, Pintor de Cámara de S. M., ha presentado la adjunta instancia exponiendo la sordera que padece y que para aliviarla le mandaron los facultativos en Medicina que le era preciso electrizarse». Así reza el comienzo de la misiva. «Es el primer documento que conocemos en el que se habla de este tratamiento –dice Maurer–. Había muchas hipótesis al respecto, pero hasta ahora ninguna prueba».
La «máquina eléctrica».
Fue el propio Chavaneau quien le facilitaría a Goya la «máquina eléctrica». Relata Gudrun Maurer en su artículo que dicha máquina, «inventada por el físico alemán Otto von Guericke en 1663, y desarrollada durante el siglo XVIII en toda Europa, fue el único generador de electricidad existente hasta la invención de la pila voltaica en 1800». Se empleó en el tratamiento experimental de enfermedades como la depresión y la sordera. En este último caso, añade la conservadora del Prado, «se electrizaba el oído durante unos minutos a través de dos electrodos: uno se introducía en el conducto auditivo lesionado, que previamente se había llenado con agua salada».
La carta descubierta tenía como objetivo que Chavaneau reparase la máquina: Carlos IV corría con los gastos. «Pero en el caso de Goya no funcionó –cuenta la historiadora–, pues el daño en el oído sería más profundo». Por entonces, el pintor vivía en Madrid, en el número 1 de la calle del Desengaño, donde residió hasta junio de 1800. Tenía como vecino a Jaime Bonells, médico de los Alba. No descarta Gudrun Maurer que aparezcan en el futuro nuevos documentos que nos permitan conocer mejor al Sordo de Fuendetodos.