Cumbre de «Meninas» en el Prado
La exposición de Velázquez que ultima el Prado mostrará una copia atribuida a Mazo, su yerno, de la colección de Kingston Lacy, que viaja por primera vez a España. Matías Díaz Padrón cree que es un boceto del propio Velázquez.
Cómo podían imaginar Felipe IV y su familia que el retrato que les estaba pintando Velázquez, allá por 1656, se iba a convertir en uno de los cuadros más célebres, admirados y reproducidos de la Historia del Arte. «Las Meninas» es la joya de la Casa de Velázquez, o sea, del Museo del Prado, que lo exhibe en su lugar de honor: la Sala XII. Al artista le dedicará la pinacoteca una exposición del 8 de octubre al 9 de febrero: lleva por título, precisamente, «Velázquez y la familia de Felipe IV». A través de una treintena de obras (catorce del maestro; quince, si sumamos las «Meninas»), se quiere mostrar el desarrollo del retrato cortesano de este artista desde su segundo viaje a Roma, en 1649, hasta su muerte en Madrid, en 1660. Años en los que pintó «Las Meninas».
El 2 de octubre, dos días antes de la presentación a la prensa de esa exposición, verá la luz en la Academia de Bellas Artes el resultado de una investigación sobre una obra en la que lleva años trabajando Matías Díaz Padrón, exconservador del Prado y miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La convocatoria del acto es de lo más sugerente y misteriosa: «El miércoles 2 de octubre se recordará como una fecha única en el Mundo del Arte (...) Se reescribirá un nuevo capítulo, que cambiará el rumbo de la Historia del Arte».
En la colección Bankes.
Pues bien, tras este efectista reclamo de marketing se esconden unas «Meninas», de la colección de Kingston Lacy, una mansión situada en el condado de Dorset (Inglaterra), que acoge la magnífica colección de pintura atesorada por Sir John Bankes, un alto cargo de Carlos I de Inglaterra. Junto a obras de Sebastiano del Piombo, Tiziano, Tintoretto, Rubens o Murillo cuelga esta obra, atribuida a Juan Bautista Martínez del Mazo (1611-1667), pintor español, discípulo y yerno de Velázquez, que saldrá por primera vez de Dorset y se verá en la muestra del Prado. Sus dimensiones son considerablemente menores que las de la obra maestra de Velázquez. Ésta mide 318 por 276 centímetros; aquélla, 142,2 por 121,9.
Reputados especialistas como José López Rey, Jonathan Brown y Enriqueta Harris siempre se han mostrado de acuerdo con la autoría de Mazo, pero Díaz Padrón lleva años empeñado en demostrar que el cuadro salió de la mano de Velázquez. Así lo expuso en 2003 en un congreso internacional organizado por el Consejo de Investigaciones Científicas, y años más tarde, en 2008, en un simposio en Sevilla. No sólo atribuía al genio sevillano aquella obra; también una «Santa Rufina» y una «Inmaculada Concepción»: la primera se creía que era de Mazo y la segunda, de Alonso Cano. Estas últimas fueron adquiridas por la Fundación Abengoa.
Jovellanos y Goya.
En la investigación sobre el lienzo, que verá la luz en forma de libro en 2014, defiende la autoría velazqueña que ya tenía la obra en el siglo XVII, pero que le sería arrebatada en el XIX y se mantuvo durante el XX. Según Díaz Padrón, se trata de un modeletto (boceto final, muy elaborado, que realizan algunos pintores antes de plasmarlo en la obra final). Por un lado, Díaz Padrón se aferra a las opiniones de Jovellanos, Ceán Bermúdez o el propio Goya, «tres ilustrados y conocedores de la pintura como pocos, que vieron la mano de Velázquez en esta obra».
Asimismo, recurre para reforzar su tesis a documentación del siglo XVII: «La obra formó parte de la colección del Marqués del Carpio, donde se catalogó como Velázquez sin reserva». Además, subraya que las «Meninas» de Kingston Lacy fueron tasadas en 1688 en 4.000 reales, «una cifra que corresponde al precio lógico de las obras más importantes de Velázquez en equidad al formato y condición».
Comparación entre ambas obras.
«Técnicamente -advierte Díaz Padrón-, no veo diferencias de estilo entre el modeletto y el lienzo definitivo del Prado; ni en la factura tonal ni en la formulación corpórea del volumen. No veo diferencias cualitativas en los dos lienzos. Los colores son típicos de Velázquez. La ejecución de las pequeñas Meninas es transparente. Está visible la imprimación, el dibujo de la cuadrícula y las sutiles pinceladas de la luz y la penumbra sobre el dibujo subyacente y los toques vibrantes del pincel».
Trata de rebatir en su estudio algunas de las opiniones de Jonathan Brown, contrarias a la autoría de Velázquez, como la omisión de los Reyes reflejados en el espejo del fondo de las «Meninas»: «No es una razón excluyente. Parece olvidarse de la naturaleza de un boceto. Los retratos en el espejo están sugeridos por el toque rojo de la cortina. Los Reyes se pierden porque se trata de un boceto y porque hay atmósfera y distancia». En su opinión, «la figura inacabada junto a Velázquez visible por rayos X es normal en un artista que ensaya un diseño antes de tratar la obra definitiva».
Portús: «Es imposible que sea un boceto, es una copia».
Javier Portús, jefe de Departamento de Pintura Española (hasta 1700) del Museo del Prado y comisario de la exposición que la pinacoteca prepara sobre Velázquez, habla con ABC sobre las «Meninas» de Kingston Lacy, que a buen seguro darán mucho que hablar en las próximas semanas. Un debate que se prevé apasionante y apasionado. Lo tiene muy claro: el cuadro no es un boceto, sino una copia de Mazo. Pero cree que lo importante es que, como colgará en el Prado, «los visitantes podrán juzgar por ellos mismos y así se desterrará la nebulosa que hay en torno a este lienzo». No se exhibirá en la sala XII, junto a las «Meninas» velazqueñas, pero sí cerca.
No da importancia a que Jovellanos lo atribuyera en su día a Velázquez: «El grado de conocimiento que había en el siglo XVIII era mucho más limitado que ahora. Hasta 1898 había más de 60 pinturas atribuidas a Velázquez en el Museo del Prado. Aureliano de Beruete las dejó en unas 45. Enriqueta Harris y Jonathan Brown conocían muy bien esta obra. Sé que para Matías Díaz Padrón es un caballo de batalla. Pero lo interesante será ver este cuadro en el Prado cerca de otras obras de Mazo. como “La familia del pintor”, un préstamo de Viena; comprobar el diálogo que se establecerá entre Mazo, Carreño y Velázquez en la muestra».
De lo que no cabe duda alguna, según Portús, es de que no puede ser en ningún caso un boceto, ni un modeletto, como defiende Matías Díaz Padrón, sino una copia posterior: «La parte izquierda de las “Meninas” era distinta originalmente a como la conocemos hoy. Velázquez comenzó la composición de otra manera y después fue rectificando sobre el propio cuadro. Y eso se ha podido comprobar gracias a las radiografías que se han hecho a la obra. Necesariamente, por tanto, se trata de una copia de las “Meninas” y no de un boceto».