Desfiles pensados para la Red
Raf Simons triunfa en Dior con diseños a la medida de la generación digital.
En la era digital, con sus avatares virtuales proyectados en pantallas planas, hoy reina la tridimensionalidad. ¿Suena contradictorio? Tal vez. Sin embargo, la primera mitad de la semana de la moda francesa lo deja demostrado. Volúmenes que se aprecian únicamente gracias a la observación lateral. Elaboradas espaldas que no se dejan ver de frente. Detalles escondidos que solo el ojo cercano puede dilucidar. Tales son las novedades que se imponen para la primavera de 2014.
La explicación, si bien reduccionista, se resume en un nombre que hace tan sólo dos temporadas era ignoto a los editores que hoy asedian París: Instagram. La red social, comprada por Facebook en abril de 2012 por mil millones de dólares, es sin duda el medio predilecto de todos los periodistas que hoy cubren las colecciones de París. Antes que style.com y vogue.com, es por Instagram donde se aprecian los desfiles con gran lujo de detalle. Los ocupantes de las primeras filas postean esta temporada -en tiempo real- espaldas y laterales que hasta ahora permanecían en un virtual anonimato.
Los diseñadores de las grandes casas han actuado en consecuencia: ya no son los frentes quienes brillan sino todo lo que se puede apreciar por el que presencia la propuesta en vivo y en directo. Y todos sus seguidores en Instagram.
Alexander Wang, en su segunda presentación para Balenciaga, arrancó la semana de la moda haciendo caso a este nuevo paradigma. Dos espejos al final de una pasarela en el Observatorio de París hicieron demostración de un fundamento basado en la comunicación tridimensional. Pero el verdadero efecto de demostración está en la red social pictórica: cualquier seguidor en Instagram apreciará los volúmenes que se abren al costado de los vestidos, los shorts que se desdoblan en faldas, las flores engomadas sobre punto de rafia. Los tableados que se encuentran en las espaldas y los chalecos que se convierten en capa en la parte trasera del cuerpo hablan tanto de una adaptación respetuosa del legado de Cristóbal Balenciaga como del espíritu moderno de Wang.
La de Dior es otra colección que ha sido pensada para la generación digital que ya no depende de fotos tradicionales. Un éxito rotundo del creador belga Raf Simons, su propuesta está basada en la visión tridimensional del diseño. Lo que es en apariencia una chaqueta encorsetada es atrás un short del que emana un plisée soleil en inesperados estampados. Lo que parece ser un recatado vestido cóctel negro es en la espalda un alegre look de fiesta, también en seda estampada a todo color. El tema de los jardines de Christian Dior -recreado de modo espectacular en un alucinógeno y efímero invernadero en el Museo Rodin- permeó en las inesperadas combinaciones cromáticas y en los detalles de inspiración floral. Carteles que asoman anunciando mensajes crípticos como el de “hiperrealismo en la vida cotidiana” y un gran final de vestidos de gala y trajes sastre (sobriamente negros por delante, fantasiosamente metalizados por atrás) acentuaron la declaración de intenciones de Simons: de la síntesis entre lo punk y lo burgués, entre el microdetalle y el macrovolumen, entre el prêt-à-porter y la alta costura está el brillante futuro de la casa gala.
La mención especial de la semana se la lleva el estadounidense Rick Owens. Desafiando todas las leyes de la moda, Owens presentó su colección con tres grupos de danza step a los que trajo desde Washington DC. Un elenco de 40 bailarinas protagonizó una performance que electrificó a la audiencia. Con una coreografía eléctrica y violenta el creador generó uno de los momentos más memorables de los últimos años. Por prescindir completamente de modelos, la propuesta de Owens se convirtió en una demostración fehaciente de una conclusión elemental: el prêt-à-porter es válido y legítimo para todo tipo de mujer.