«El patrimonio en guerra es el nuevo objetivo militar»
El archiduque charló ayer en Segovia con Ramón Pérez-Maura sobre protección de bienes culturales en conflictos armados.
El archiduque Carlos de Habsburgo vino ayer a Segovia para hablar con Ramón Pérez Maura -adjunto al director de ABC- de su experiencia bélica, pero no como soldado sino como presidente el Comité Internacional de «Blue Shield», algo así como la Cruz Roja que ha salvado miles de bienes culturales en países en conflicto. Porque, según explicó, el objetivo de las guerras ha cambiado.
En plena Guerra Fría los edificios eran las dianas de las bombas y los daños al patrimonio cultural eran colaterales. «Hoy sufrimos guerras interétnicas, interreligiosas y culturales que tienen la identidad del enemigo como objetivo», aseveró. Dado que la cultura conforma esa identidad, los bienes culturales «han pasado de ser daños colaterales a ser un objetivo primario de la guerra».
Con Blue Shield, este nieto del último emperador de Austria e hijo primogénito del archiduque Otto se ha internado en zonas de guerra en los Balcanes, Libia, Irak y otras, y ha elaborado listas de bienes a proteger, dibujado zonas de exclusión para proteger de los bombardeos y también ha puesto en marcha operaciones de protección y recuperación de bienes robados en el caos que rodea los combates. Incluso entrenan al staff académico para proteger los bienes en caso de conflicto.
Carlos de Habsurgo-Lorena comenzó a interesarse por la protección del patrimonio de la Humanidad durante la Guerra de los Balcanes. El oficial en la reserva de la fuerza aérea austriaca vivió el asedio a Dubrovnik (Croacia) durante siete meses. Vio unos enormes globos con un escudo azul dibujado junto a edificios emblemáticos destruidos. Se unió a los voluntarios y aquella imagen jugó contra la impunidad serbia.
Construyendo naciones.
Esa experiencia le hizo adquirir una mayor conciencia de la labor de la «necesidad de protección». Era el escudo de Blue Shield, una organización con una estructura muy similar a la de la Cruz Roja, basada en el derecho internacional humanitario. El archiduque la definió con humor: «Una oficina de traducción de idiomas incompatibles, militar-académico y académico-militar». Formada por 40 comités nacionales. Aún no se ha implantado en España.
El militar hoy es también «nation builder», lo que incluye la misión de proteger los bienes culturales. Blue Shield lo hizo en Libia, donde se conservan «150.000 monedas de la época de Constantinopla». Los rebeldes «quemaron el banco que albergaba el tesoro de Bengasi», relató. Pero no había ni una sola fotografía, que es lo único capaz de evitar el tráfico ilícito de bienes culturales. Redactaron una lista con los 94.000 sitios que hallaron en Libia, y comprobaron cómo se respetó por completo.
No ocurrió lo mismo en Siria, el primer conflicto en el que el archiduque no sintió «simpatía por ninguna de las partes». Allí se centró en luchar contra el pillaje y el tráfico ilegal, cada vez más pujante porque «los bienes culturales son la principal fuente de financiación de los insurgentes». Su experiencia más satisfactoria fue la de Tombuctú (Malí), que tenía «el archivo y la biblioteca más importante del sur de Sahel». Él fue uno de los primeros en llegar, y calculó que «el 94 por ciento de los archivos estaban intactos».