Los dueños de Chanel son cada día más ricos y más invisibles
Los hermanos Wertheimer, ocultos tras la imagen del diseñador Karl Lagerfeld, se encuentran a la cabeza del sector con una fortuna de 14.000 millones.
La mayoría de los invitados a los desfiles de Chanel no reparan en dos hombres maduros con traje gris que se sientan en tercera o cuarta fila y desaparecen sigilosamente cuando la vorágine acaba. Muy pocos reconocen a Gerard y Alain Wertheimer, dueños de la firma y poseedores de una fabulosa fortuna. Los hermanos dirigen el negocio que pertenece al clan Wertheimer desde 1924. Como tercera generación a cargo de la casa de costura, han mantenido Chanel como empresa familiar.
Los Wertheimer, judíos asentada en Francia, son cultos y ricos como los Rothschild pero más celosos de su privacidad. Cumpliendo con la tradicional discreción familiar, no revelan datos financieros sobre su compañía y evitan asistir a eventos de la compañía. En 40 años apenas han dado entrevistas y en 2002 transigieron a conceder un par de citas informales al New York Times. Su mascarón de proa es Karl Lagerfeld que, mordaz y prolífico, cumple a la perfección su papel como imagen y director creativo de la firma.
Pero su destreza en los negocios ha terminando perturbando el apacible silencio de los Wertheimer. Esta semana, coincidiendo con la presentación de la nueva colección de Chanel en París Bloomberg ha publicado un cálculo de su fortuna, que según el medio financiero asciende a unos 14.000 millones de euros, más del doble que estimaciones previas. El dato les coloca a la cabeza de la industria.
Desde que en 1974 Alain y Gerard tomaron el relevo de su padre Jacques se han centrado en reforzar la exclusividad del logo, reduciendo el número de puntos de venta y realzando la división de relojes y joyería. Un imperio del lujo que empezó con el mítico perfume Chanel n. 5. En 1924 su abuelo Pierre Wertheimer, dueño de los cosméticos Bourjois, se citó con Gabrielle Coco Chanel y Théophile Bader dueño de los grandes almacenes Galeries Lafayette en un hipódromo parisiense. De esa reunión nació Les Perfumes Chanel, una sociedad con porcentaje mayoritario de Wertheimer fundada para comercializar los perfumes de la casa de costura.
En los últimos tiempos la maison ha exhibido culto sin fisuras a la figura de Mademoiselle pero Wertheimer y Chanel tienen una larga historia de rivalidad y forcejeos. Coco luchó sin descanso para lograr un mayor control de la empresa y Pierre tuvo que contratar un abogado dedicado a lidiar en exclusiva con la modista.
La diseñadora terminó claudicando frente al empresario. En 1954 viajó a Nueva York y vendió su firma a Wertheirmer. A cambio la familia acordó respetar su control creativo y cubrir todos sus gastos hasta su muerte, incluidos impuestos y las facturas que generaba su estancia en el Ritz de París.
Los hermanos se comportan como millonarios tradicionales en el aspecto de que son melómanos, aficionados a la caza y al esquí y presumen de coleccionar obras de Picasso y Matisse. Sin embargo prefieren esquivar el circuito social de cenas y galas benéficas. Gerard de 61 años vive en una mansión en Ginebra y se encarga división de relojes. Alan, de 64 preside la compañía desde Nueva York, por donde de cuando en cuando se mueve en metro. Paralelamente a su labor en Chanel, mantienen tres bodegas en Francia y crían caballos de carreras, pasión que también heredaron de su abuelo.